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Cien días de Susana Díaz: ni una ley del pacto con IU y volcada en su proyección
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Cien días de Susana Díaz: ni una ley del pacto con IU y volcada en su proyección

Aquel sábado de septiembre, Susana Díaz prometió un “nuevo tiempo” –su expresión fetiche–, centrado en la lucha implacable contra la corrupción

Foto: La presidenta de la Junta, Susana Díaz. (EFE)
La presidenta de la Junta, Susana Díaz. (EFE)

Aquel sábado de septiembre, Susana Díaz prometió en su discurso un “nuevo tiempo” –su expresión fetiche–, centrado en la lucha implacable contra la corrupción. Delante de los cuatro expresidentes de la Junta de Andalucía, Díaz juró su cargo como jefa del Gobierno andaluz en medio de una euforia incontenida. Cien días después, el resultado es este: ni una sola ley en vigor, más escándalos –con las facturas de la UGT como protagonistas estelares– y con un desempleo desbocado: 1,4 millones de parados.

La presidenta de la Junta de Andalucía ha estado mucho más preocupada en el poder orgánico –donde se mueve con gran soltura– que en el institucional. Díaz ha centrado su estrategia en consolidar su posición dentro del PSOE, huérfano de referentes, donde la han visto como la lideresa del futuro, pero ya con una fuerte presencia mediática que la catapulta a la primera línea de la política nacional.

Susana Díaz no sólo se ha convertido en apenas poco más de tres meses en alguien imprescindible para el socialismo en España, sino que ha logrado arrinconar a su padre político (José Antonio Griñán), que intentó mantener la secretaría general del PSOE andaluz, siguiendo el mismo modelo frustrado de Manuel Chaves. El congreso del pasado mes de noviembre entronizó a Díaz creando una Ejecutiva Regional a su gusto, gris, sin nadie que le pudiera plantar cara, tras aumentar el número de afiliados: casi 1.000 más desde el pasado mes de julio, como adelantó El Confidencial.

Partidaria de seguir con el pacto con Izquierda Unida (fue, junto a Mario Jiménez, de nuevo portavoz parlamentario, la encargada de negociarlo en abril y mayo de 2012), ya reconoce abiertamente que sus socios de Gobierno “se lo están poniendo muy difícil” para agotar la legislatura, aunque no piensa, por el momento, en la opción de adelantar las elecciones, que barajó el pasado mes de julio; todo ello a pesar de la crisis por la que atraviesa el PP andaluz que retrasa la resolución del casting interno.

“Llegó por la corrupción”

¿Y su gestión en la Junta de Andalucía? Susana Díaz no puede estar muy orgullosa de su “nuevo tiempo”. Ha convertido en anodinos los acuerdos de los Consejos de Gobierno y su Ejecutivo se ha mostrado absolutamente incapaz de sacar adelante ni una sola de las 27 leyes que el PSOE e Izquierda Unida firmaron en el pacto de 2012. El Ejecutivo sucesor de la era Griñán ha aprobado apenas un solo proyecto de ley –el de los Presupuestos de 2014–, que se ratificará antes de que acabe el año; ningún decreto ley y 13 decretos.

Susana Díaz (d) preside la reunión del consejo de gobierno de la Junta. (EFE)Sobre la corrupción, el PP tiene claro que esta plaga ha marcado a Susana Díaz al frente de la Junta de Andalucía. “Díaz llegó por la corrupción y se irá por la corrupción”, aseguró José Luis Sanz, secretario general del PP-A. Y dio datos: en estos primeros cien días, la Audiencia Provincial de Sevilla ha ratificado la imputación de los 19 altos cargos de la Junta, el Juzgado número 6 de Sevilla ha ampliado la investigación a todas las Consejerías de la institución autonómica y el Juzgado número 16 ha abierto nueve causas distintas sobre nueve de las principales empresas públicas andaluzas. El PSOE andaluz, en cambio, ve estos tres meses como la prueba de un Gobierno que “apuesta por el empleo, por el mantenimiento del Estado del bienestar y por recuperar la confianza ciudadana”.

Aquel sábado de septiembre, Susana Díaz prometió en su discurso un “nuevo tiempo” –su expresión fetiche–, centrado en la lucha implacable contra la corrupción. Delante de los cuatro expresidentes de la Junta de Andalucía, Díaz juró su cargo como jefa del Gobierno andaluz en medio de una euforia incontenida. Cien días después, el resultado es este: ni una sola ley en vigor, más escándalos –con las facturas de la UGT como protagonistas estelares– y con un desempleo desbocado: 1,4 millones de parados.

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