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La ideología de los ministerios de Sumar: la posición táctica de Yolanda Díaz
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Análisis

La ideología de los ministerios de Sumar: la posición táctica de Yolanda Díaz

El futuro de Sumar empieza ahora. Es el momento de construir el partido y de asentarlo en un espacio distinguible del espectro político. Los escollos son mayores que las oportunidades

Foto: Yolanda Díaz. (Europa Press/Eduardo Parra)
Yolanda Díaz. (Europa Press/Eduardo Parra)
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El futuro de Sumar comienza a decidirse ahora. Nació desde la urgencia, hubo de organizarse a toda prisa por el adelanto de las elecciones, por las tensiones interiores y por la falta de previsión, y este es el momento de su construcción real. Los buenos resultados del 23-J, superiores a los esperados, así como la repetición de Gobierno, han permitido que la formación de Díaz se asiente y gane algo que necesitaba: tiempo.

A partir de este momento, si sabe jugar sus cartas, lo tiene de su parte. Si el Gobierno dura poco, el PSOE saldrá desgastado y Sumar podría aprovecharlo; si agota la legislatura, tendrá cuatro años para asentarse como partido y tejer una opción ideológica propia. Pero el movimiento es de doble dirección: si Díaz no articula una estructura y un ideario claros, perderá por un lado o por otro. Si cae el Gobierno, se verá arrastrada, y, si se mantiene, Sánchez puede quedarse con buena parte de sus votos.

En esa encrucijada está moviéndose Díaz, que necesita asentarse ideológica y organizativamente al mismo tiempo que gobierna, lo que le permite un margen de acción relativo. Sin embargo, el reto que tiene por delante también interpela al papel que desempeñará la izquierda en una época en la que las tendencias van en sentido contrario. Debe operar contracorriente, y además en un contexto en el que Sánchez y el PSOE están en posición de ventaja a la hora de representar a la corriente progresista, verde y proderechos en la que se ha sustanciado la ideología de izquierdas.

Estrategia, táctica y ministerios

En ese recorrido hacia la construcción, el desempeño al frente de los ministerios que ha conseguido en el Gobierno de coalición será relevante, y no solo por la tarea que realicen, sino en el plano táctico. El reparto que ha conseguido Díaz no parece el más brillante, y más aún en la medida en los socialistas no han querido soltar dos carteras a las que Sumar aspiraba y que consideraba muy relevantes: industria y vivienda. Sin embargo, cada una de las que ha logrado será útil a la hora de edificar su propia opción.

Trabajo es el espacio en el que Díaz se ha asentado y donde debe prolongar su liderazgo, junto con la Vicepresidencia Segunda. Sus mensajes y su acción continuarán la línea que ya conocemos. La nueva subida del salario mínimo ahonda en ese camino y, del mismo modo, dejará su impronta en los presupuestos generales que se están negociando.

Que Mónica García sea ministra favorece que Más Madrid pueda integrarse funcionalmente en el partido Sumar, un hecho que no es menor

Sanidad es importante por varios motivos, más allá de sus competencias reales. Tiene que ver con un sector en el que han tenido una presencia constante, con una ministra que es médica, y que hizo de la bandera de la sanidad pública su prioridad en Madrid. Pertenece al ámbito de los cuidados, en el que tanto énfasis ponen. Y servirá para confrontar con Ayuso. Por más que desde su partido entiendan que sería un error que las polémicas entre Comunidad de Madrid y el ministerio se conviertan en habituales, tendrán lugar. Y, por último, que Mónica García sea ministra favorece que Más Madrid pueda integrarse funcionalmente en el partido Sumar, un hecho que no es menor.

Al frente de Cultura está Ernest Urtasun, uno de los líderes de Sumar, cuyo currículo le capacita más para otras carteras. Sin embargo, Cultura tendrá una función similar a la de Igualdad en el terreno ideológico. Cuando Podemos llegó al Gobierno, debía estructurarse como partido. Nacido como una confluencia de corrientes, era más un rótulo al que se incorporaron distintas fuerzas que un partido en sí mismo. Tras las sucesivas purgas, se organizó con un núcleo duro alrededor de Iglesias, con lo que sus bases se redujeron. Cuando se logró la Vicepresidencia, Iglesias entendió que desde el Gobierno había más capacidad de estructurar Podemos, ya que contaba con poder y recursos. El feminismo era importante en ese sentido porque de allí deberían salir los nuevos cuadros. Finalmente, el partido se fue reduciendo aún más en lugar de agrandarse, las propuestas de Igualdad se convirtieron en divisivas y Podemos siguió cayendo: la organización quedó en nada. Un futuro que debería servir de advertencia para Sumar, que vive con constricciones similares.

Cultura es un espacio desde el que tejer discurso, asentar su ideario y confrontar con Vox y su vertiente cultural-identitaria

Cultura no será la posición desde la que se generen nuevos cuadros, pero sí un lugar de afirmación ideológica. "Ministerio de la plurinacionalidad", ha afirmado el mismo Urtasun, el de "la defensa de la libertad de expresión y de la cultura igualitaria", el de un "país que levante la bandera de la cultura frente a la censura y el miedo". En definitiva, un espacio desde el que tejer discurso, asentar su ideario y (especialmente) confrontar con Vox y su vertiente cultural-identitaria.

En Asuntos Sociales ha aterrizado Pablo Bustinduy, que era de los pocos que venían del errejonismo y que fueron respetados por Iglesias. Bustinduy tiene también una trayectoria poco adecuada, en principio, para el cargo que va a desempeñar. Sus objetivos serán la defensa de los vulnerables y de los colectivos marginalizados, el de la agenda 2030, el despliegue de los Objetivos del Desarrollo Sostenible y el que defenderá "un modelo de consumo justo y sostenible". "Contribuir a una España más justa, igualitaria y con más derechos" es su función, como señaló Yolanda Díaz.

La cartera que ocupa Rego es muy propicia para aumentar el énfasis que Sumar ha puesto en la juventud como fuerza progresista de futuro

Finalmente, la exeurodiputada Sira Rego ocupará el Ministerio de Juventud e Infancia. Urtasun pertenece al ala catalana (ICV comunes), Mónica García a Más Madrid, Bustinduy ha estado ligado siempre al errejonismo y Rego es de IU; la necesidad de repartir puestos que preserven el equilibrio interno finaliza con su incorporación. La cartera que ocupa es muy propicia para aumentar el énfasis que Sumar ha puesto en la juventud como la fuerza progresista de futuro, aunque la realidad de la participación política de los jóvenes parezca dirigirse hacia otros caminos.

Si se suman todas las competencias de todas las carteras, aparece un retrato bastante nítido de la posición ideológica que defiende Sumar. Los grandes ministerios de Estado quedan en manos de los socialistas, pero aquellos que pueden generar discurso y visibilidad permanecen del lado de Díaz: la protección a los menos favorecidos, los cuidados, los jóvenes, la agenda 2030 y el ámbito laboral permiten un despliegue argumental favorable a "los jóvenes que luchan contra el cambio climático, las mujeres que gritan se acabó, los trabajadores y trabajadoras que no dejan de pelear por un futuro mejor o quienes quieren vivir en libertad", como afirmó Díaz. Y desde ahí podrán confrontar con energía con Ayuso y Vox.

Los escollos para Díaz

Los problemas con los que puede encontrarse Sumar provienen de otros lugares. El primero tiene que ver con un contexto complejo para las izquierdas. Muchas de ellas se han convertido en fuerzas marginales en un buen número de países, como Francia o Italia. En Europa, el mayor peso electoral lo tienen esos partidos socialdemócratas que han girado hacia posiciones progresistas, verdes y feministas, y defensoras del europeísmo. Sin embargo, ese lugar lo ocupa ya el PSOE en España, por lo que Sumar debería añadir elementos diferenciales que vayan más allá de aportar un grado más de intensidad a las mismas ideas.

Sobrevolando todo esto, hay un clima que no puede obviarse. Por más que la excepción española esté presente, ya que la línea del Ebro conforma el asunto decisivo de la política nacional, las constantes políticas son muy similares a las del resto de Europa. Las recientes elecciones en Países Bajos lo recuerdan. Es cierto que los problemas holandeses difieren de los nuestros y se asemejan más a los de los países del norte, pero no resultan tan distintos. Se trata de una población próspera que vive sometida a una inflación alta y que está sujeta a una crisis inmobiliaria estructural. Su demanda de medidas que mejoren el nivel de vida, que ha sido aprovechada por la derecha de Wilders, es una muestra clara de que incluso en los países ricos las cosas no funcionan bien. Dado que la inmigración ha sido percibida por buen parte de los votantes holandeses como la principal causante de ese declive, el giro hacia la derecha se ha hecho más sencillo. El partido de Wilders se ha convertido en el principal depositario de aspiraciones que habitualmente se canalizaban por la izquierda, como la mejora material de las clases medias-bajas y las populares. Pero, más allá de las especificidades, hay aspectos que se repiten sistemáticamente en Occidente: una parte significativa de la población se siente desposeída, a veces solo en lo económico, y a menudo también en lo cultural y en lo democrático. Alrededor de esa raíz se está moviendo la política contemporánea. Una solución a esa clase de problemas debe aparecer en toda formación que aspire a tener recorrido.

Quizá por no saber dar respuesta a estos problemas, en Europa, la socialdemocracia (y más aún las fuerzas a su izquierda) se está encontrado con un muro electoral: los partidos que han apostado por el aumento de derechos y la lucha contra el cambio climático como principales argumentos están perdiendo pie. Las variables geopolíticas y las incertidumbres económicas añaden más malestar y obligan a nuevas respuestas.

Podemos está ya fuera

El segundo problema está relacionado con su vertebración. Necesita construir una estructura de la que carece al mismo tiempo que su equilibrio interno puede verse tensionado por diversos factores. Podemos es el más visible, pero también el menos preocupante. Por distintos motivos, los de Montero y Belarra están ya en otro lugar. Su alianza coyuntural está disuelta en todo salvo en lo formal: Podemos ha anunciado que no dejará el grupo parlamentario. Sin embargo, lo que parece mucho más probable es que concurra en solitario a las europeas con Irene Montero como cabeza de lista. En ese caso, también habría que saber si irán por su cuenta o con nuevas alianzas.

Unas elecciones europeas con un mal resultado serían un lastre serio para Sumar, que se haría más grande si Podemos levantase cabeza. Lo esperado es que, de cara a esos comicios, los de Díaz elijan a un cabeza de lista con un perfil popular. Se especulaba con la posibilidad de que encabezase Ada Colau, pero sus relaciones con Sumar no parecen estar pasando por un buen momento. Urtasun podría aprovechar el tirón que le proporcione su cargo de ministro, pero se hace raro que regrese a Europa pocos meses después. Bustinduy es otro de los nombres en las quinielas. En todo caso, la partida europea es algo que Sumar no puede perder si quiere constituirse como una opción firme en la izquierda y no un mero complemento para recoger los votos que nunca votarían al PSOE.

Y este es el tercer problema: saber si Sumar pretende convertirse en un partido más atrevido que el PSOE en los mismos asuntos (queremos subir más el salario mínimo que Sánchez, profundizar más en la reconversión verde que los socialistas y así sucesivamente) o si va a apostar por poner el acento en otros campos y a construir un perfil autónomo. Es probable que la primera opción sea la elegida. Y es probable también que le haga falta algo más que aquello con lo que concurrió a las elecciones y el recorrido que le pueden dar estos ministerios.

Además, Díaz tiene que construir su formación justo en el momento en que la generación que podía constituir un relevo, la del 15M, ha agotado su recorrido político. Y esto es significativo, porque muchas de las figuras públicas de Sumar pertenecen justo a ese campo.

El futuro de Sumar comienza a decidirse ahora. Nació desde la urgencia, hubo de organizarse a toda prisa por el adelanto de las elecciones, por las tensiones interiores y por la falta de previsión, y este es el momento de su construcción real. Los buenos resultados del 23-J, superiores a los esperados, así como la repetición de Gobierno, han permitido que la formación de Díaz se asiente y gane algo que necesitaba: tiempo.

Yolanda Díaz Irene Montero
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