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El sorprendente cambio de mentalidad de los votantes de derechas
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contra el fundamentalismo de mercado

El sorprendente cambio de mentalidad de los votantes de derechas

Las transformaciones que se están viviendo en partidos e ideologías, producto de una época convulsa, son notables. Una de las más significativas es el cambio de marco económico

Foto: Manifestación del 1 de mayo en Cádiz convocada por Vox. (EFE/Raúl Caro)
Manifestación del 1 de mayo en Cádiz convocada por Vox. (EFE/Raúl Caro)
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EEUU suele marcar el paso en la política occidental, y casi todo lo que allí ocurre tiene algún tipo de traducción en Europa. La oleada de la nueva derecha que se inauguró con el Brexit y el triunfo de Donald Trump es el último ejemplo, y aunque con idas y venidas, con momentos de auge y de retroceso, se ha consolidado como la fuerza ideológica que desafía a los grandes partidos tradicionales. Pero, más allá de que estas formaciones se abran o no camino, está la pregunta de si responden a un cambio de mentalidad entre los votantes y si nuevas ideas están abriéndose paso.

Una encuesta realizada el mes pasado por YouGov entre votantes republicanos arroja datos significativos al respecto. El sondeo fue encargado por el think tank American Compass, cuyo objetivo explícito es reorientar la agenda económica conservadora hacia los trabajadores, las familias, las comunidades y el interés nacional y alejarla de la fe ciega en el libre mercado que domina en ese ámbito ideológico. La mera existencia de un think tank de estas características es ya una anomalía respecto de las visiones políticas de las últimas décadas.

Lo que ya sabemos

En la encuesta aparecen algunos elementos claramente reconocibles. El más evidente, y el que tiene una traducción directa en la política española, es el que sitúa entre las prioridades de los republicanos las cuestiones culturales: el rechazo del activismo transgénero, de los vínculos entre las grandes empresas y la difusión de las ideas woke y de lo que denominan "adoctrinamiento racial" están entre sus principales preocupaciones. La inmigración ilegal aparece asimismo como uno de los principales desafíos que suelen afrontar.

Los discursos culturales que dirigen a sus votantes son dibujados como un combate contra los excesos progresistas

Algunas de estas cuestiones no estaban presentes hace una década, otras sí, pero en todas ellas hay un matiz cualitativo importante. Sus discursos no se trasladan a sus votantes como una oposición radical a prácticas concretas, sino que se dibujan como un combate contra los excesos. Ocurre con la inmigración ilegal, una expresión donde ponen énfasis en el segundo término: no están contra la inmigración de por sí, sino contra la ilegal. Este marco se repite sistemáticamente, y de ahí surgen conceptos como "adoctrinamiento racial": es el primer término en el que se pone énfasis. Cada tema cultural, que es abordado por estas derechas, formula con insistencia esa posición excesiva: no dicen enfrentarse tanto con el hecho en sí como a la exageración o al abuso.

En esta posición culturalista se ha situado un candidato como DeSantis, que era el elegido por el partido como alternativa a Trump. De momento no parece despegar en las encuestas lo suficiente como para acercarse al expresidente, cuya narrativa claramente antisistema (véase el rédito que sacó a la imagen de su detención) le da mucha ventaja en el sector republicano. En todo caso, el énfasis en este corpus ideológico es el que Vox utiliza en España (con el que confía crecer a medio plazo y el que Meloni ha empleado en Italia).

Lo que desconocemos

Los cambios más significativos, según American Compass, no se están produciendo en el terreno cultural, sino en el progresivo abandono por parte de los votantes republicanos de la manera típica de entender la economía: "Han abandonado el enfoque tradicional del Partido Republicano sobre la desregulación y el libre comercio".

El 77% de los votantes republicanos apoya los aranceles y cree que se debe impulsar la fabricación nacional

En concreto, hay tres aspectos que se alejan del pensamiento que ha dominado el marco de la derecha en las últimas décadas. El más significativo es el notable apoyo que los votantes republicanos otorgan al proteccionismo: el 77% apoya los aranceles y entiende que se debe impulsar la fabricación nacional. En algunos ámbitos, además, también apuestan por la acción estatal: el 78% dice que está a favor de que el gobierno brinde apoyo para garantizar que Estados Unidos sea un líder en tecnologías avanzadas como los semiconductores.

Además del proteccionismo, hay un giro, no rotundo pero significativo, respecto del papel de las finanzas. Un 57% cree que "los inversores de Wall Street se están enriqueciendo haciendo cosas que debilitan nuestra economía"; ya no creen que fortalezcan al país, sino que se han convertido en un problema. El porcentaje de votantes no es muy elevado, pero marca una diferencia enorme con el pasado, cuando el apoyo a las finanzas era notablemente mayoritario.

Un 41% ve bien a los sindicatos, y es una cifra muy elevada para "un partido que ha sido incondicionalmente antisindical"

Otra puerta que se ha abierto es la laboral. Un 41% cree que los sindicatos "son una fuerza positiva que ayuda a los trabajadores y reduce el poder corporativo". Esto es llamativo porque, aun siendo menor el porcentaje que el de quienes mantienen la postura contraria, se trata de una cifra muy inusual para "un partido que ha sido incondicionalmente antisindical durante décadas". Este cambio se percibe también a la hora de analizar el momento estadounidense: un 85% considera que las quejas de los empleadores sobre la escasez de mano de obra "son algo bueno, porque les obligará a ofrecer mejores trabajos y pagar salarios más altos, lo que extenderá la prosperidad". Dado que la otra opción para conseguir mano de obra es más inmigración, prefieren con mucho que los empresarios aumenten los salarios.

Nueva y vieja derecha

Del mismo modo, hay una mayor preocupación entre los conservadores por el nivel de vida, ya que perciben a la clase media muy débil, y más en momentos como este. Un 90% cree que el coste de los bienes y servicios necesarios se ha vuelto mucho mayor, mientras que los salarios no crecen lo suficiente.

Donde se mantienen las viejas creencias es en el rechazo a los impuestos, que es muy elevado, así como a las ayudas directas por parte del gobierno, incluso en los casos en que se trate de apoyos a la natalidad. En países europeos algunos gobiernos de derecha han utilizado esta vía para transferir rentas a sus ciudadanos, lo que en el fondo supone introducir políticas socialdemócratas por una puerta diferente. El votante republicano, sin embargo, no es favorable a estas medidas: no le gusta incrementar el gasto público.

Los hombres de clase alta predominan en la vieja derecha, pero las mujeres de ese estrato social prefieren a la nueva derecha

Con estos datos, los expertos de American Compass concluyen que hay una división clara entre lo que denominan nueva y vieja derecha: la primera, que conforma un 40%, da preferencia a cuestiones como la globalización, la financiarización y el poder de los trabajadores, y la segunda, un 30%, continúa poniendo el acento en el libre mercado, las finanzas y el comercio global: "En muchos temas clave, los votantes del Partido Republicano han adoptado posiciones que se oponen directamente al fundamentalismo de mercado que aún es común en las principales instituciones conservadoras".

En esa brecha aparece también una variable peculiar: entre los votantes de la vieja derecha predominan los hombres de clase alta, pero las mujeres de ese mismo estrato social prefieren a la nueva derecha.

El caso español

Este perfil, sin embargo, no está presente en la política española, en parte porque la variable territorial marca la agenda nacional mediante el enfrentamiento con los nacionalismos periféricos, en parte porque esa mentalidad económica conservadora orientada hacia la comunidad y el interés nacional no ha penetrado en España. El marco liberal que reinó durante la era global, el de libre comercio y libre circulación de capitales, impuestos y salarios bajos, está muy arraigado en las derechas. Vox ha incorporado algún elemento del nuevo conservadurismo que describe en su estudio American Compass, como su defensa de la soberanía energética, pero está lejos de él, y el PP está anclado en viejas posiciones del liberalismo global, como se comprobó en el programa descrito por Feijóo en el intento de investidura.

Puede que el cambio de mentalidad apuntado sea solo producto de un instante ligado a dificultades concretas en la economía estadounidense, pero es más probable que refleje una modificación en el marco mental de parte de los votantes conservadores. Muchas de las derechas europeas, en el gobierno o en la oposición, están girando hacia posturas proteccionistas, que no pueden funcionar del todo si no elevan el nivel de renta de sus poblaciones, ya sea mediante transferencias para promover la natalidad, como Hungría y Polonia, ya porque alienten políticas de repliegue nacional, como la francesa, o porque incluyan medidas directamente socialdemócratas en su programa, como hace el eslovaco Robert Fico. En este momento de sacudidas en el orden internacional, las brechas para que aparezcan novedades se hacen más grandes, y quizá esta sea una de ellas.

EEUU suele marcar el paso en la política occidental, y casi todo lo que allí ocurre tiene algún tipo de traducción en Europa. La oleada de la nueva derecha que se inauguró con el Brexit y el triunfo de Donald Trump es el último ejemplo, y aunque con idas y venidas, con momentos de auge y de retroceso, se ha consolidado como la fuerza ideológica que desafía a los grandes partidos tradicionales. Pero, más allá de que estas formaciones se abran o no camino, está la pregunta de si responden a un cambio de mentalidad entre los votantes y si nuevas ideas están abriéndose paso.

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