Por qué no hay que dar aún por vencido a Ron DeSantis: un político torpe y rígido contra Trump
Cada vez que da un mitin o concede una entrevista, DeSantis parece estar interpretando su papel por primera vez. Es como si el traje le quedara grande
El gobernador de Florida, Ron DeSantis, que finalmente anunció campaña presidencial anoche en una accidentada conversación con Elon Musk, ha sido descrito como un “meme con piernas”: un político torpe y rígido, presto a la risa nerviosa e incapaz de conectar con esos votantes de a pie que solo quieren un apretón de manos y una sonrisa medianamente natural. Cada vez que da un mitin o concede una entrevista, DeSantis parece estar interpretando su papel por primera vez. Es como si el traje le quedara grande. Una percepción que explota diariamente su principal rival y favorito de las primarias republicanas, Donald Trump, que cosecha más del doble de los apoyos en los sondeos y deja a DeSantis cada vez más rezagado.
Su gran día tampoco estuvo falto de problemas y del consiguiente escarnio. La charla con Elon Musk en Twitter Spaces se cayó tres veces debido, aparentemente, al volumen de tráfico. 25 minutos tardaron el gobernador y el magnate en iniciar la conversación en la que DeSantis anunció oficialmente su candidatura, lo cual inspiró numerosos troleos. Donald Trump Jr. habló de Ron “DeSastre” y Joe Biden publicó un enlace a su campaña con la frase: “Este enlace sí funciona”.
Así que los tropiezos del nuevo candidato en el día de ayer encajaron con la sabiduría general del momento: que la espectacular reelección de Ron DeSantis el pasado noviembre, cuando sacó casi 20 puntos de ventaja a su contrincante demócrata, siendo prácticamente el único ganador republicano de las midterms, solo fue un espejismo. La flor de un día. Y, ahora que juega en la categoría presidencial, se ve que golpea, como se dice en boxeo, por encima de su peso.
Sin embargo, hay que evitar caer en la tentación de escribir artículos premortem y dejar que la campaña presidencial se desempeñe con sus sorpresas y sus giros de guion. Es obvio que, en estos momentos, Donald Trump es el gran favorito de las primarias republicanas. Los escándalos no le afectan, su dominio del partido es inamovible y tiene un talento diabólico para comunicarse con sus bases y destruir políticamente a sus adversarios. Pero ¿qué se decía de Donald Trump cuando anunció campaña en 2015? ¿Qué posibilidades tenía Barack Obama, en 2007, contra la conocida Hillary Clinton? ¿Acaso lo que dicen los periódicos, o Twitter, es guía de nada? La política es cada año más volátil, e incluso Ron DeSantis posee cartas que, bien jugadas, podrían hacerle ganar la partida e instalarlo en la Casa Blanca.
Hay que evitar caer en la tentación de escribir artículos 'premortem' y dejar que la campaña presidencial se desempeñe con sorpresas
La primera baza que tiene es la más clara y sencilla de todas: el dinero. La campaña de DeSantis despega con 110 millones de dólares. Más que la de Donald Trump y más, mucho más, que la de cualquiera de los otros seis aspirantes declarados. El hecho de que DeSantis posea semejante fortuna indica, aparentemente, dos cosas. La primera, que gusta y que por eso recauda. Nada como una buena donación para mostrar fe en un político. La segunda, que su operación es organizada y profesional.
Luego tiene la baza de su historial. Si uno hiciese una lista de todas aquellas aptitudes que se desearían en un político republicano, Ron DeSantis encarnaría la mayoría. El gobernador de Florida se licenció magna cum laude en Historia por la Universidad de Yale, donde fue miembro de la fraternidad Delta Kappa Epsilon y capitán del equipo de béisbol, y en Derecho cum laude por la Universidad de Harvard.
Más adelante, entró en la Marina estadounidense como abogado. Fue destinado a la cárcel ilegal de Guantánamo, en Cuba, en la que su actuación sigue siendo parcialmente confidencial, y después fue asesor legal de uno de los comandantes de la unidad de élite Navy Seal, con quien estuvo desplegado en Irak. En 2008, volvió a Florida y en 2010 se reintegró a la vida civil. Entre 2012 y 2018 fue congresista. En 2018, con ayuda de Donald Trump, fue elegido gobernador por un margen estrecho.
Como apunta Rich Lowry, editor jefe de la revista conservadora National Review, DeSantis puede presumir de su historial académico y militar, y también de su rol como padre de tres hijos. Su mujer, Casey DeSantis, está visiblemente tratando de ayudar a su marido a conectar con los votantes, entre otras maneras, confesando su antigua lucha, y por extensión la de su familia, contra un cáncer de mama.
Si nos ceñimos únicamente a la política, DeSantis ha sido establemente conservador: como parlamentario se opuso a cualquier ley que tuviera que ver con el cambio climático, la sanidad pública, el control de la venta de armas o cualquier otra ampliación de los poderes del Gobierno federal. DeSantis es uno de los fundadores del Freedom Caucus y también ha sido conservador en lo social, como ha vuelto a demostrar una y otra vez desde que fue elegido gobernador de Florida.
Quizás un poco por convicción y otro por estrategia, Ron DeSantis se ha declarado enemigo público de identitarismo de izquierdas y ha materializado esta postura en un sinnúmero de leyes que han hecho de Florida, según sus palabras, el “cementerio del wokismo”. Entre otras, ha retrasado hasta la adolescencia la enseñanza en los colegios públicos de cuestiones relacionadas con la orientación sexual, ha prohibido a los atletas transgénero competir en las ligas femeninas, ha retirado de circulación el 40% de los libros de matemáticas al considerarlos ideológicos y ha dado más poder a los padres en las juntas escolares, que se ha esforzado en conquistar.
El Gobierno de Florida ha establecido un férreo control sobre la educación y es uno de los que más ha limitado, tras la derogación de la ley Roe V. Wade, el derecho al aborto. Una serie de medidas, junto a sus puestas en escena populistas en el frente migratorio, que le han dado protagonismo nacional y lo han metido en más de un charco, como la guerra que libra con Disney, una empresa que DeSantis retrata como una bestia woke, pero que resulta ser el primer empleador del estado. Los réditos políticos de su batalla cultural aún están por ver en unas presidenciales, pero lo cierto es que, en Florida, electoralmente, le funcionan. La permisiva gestión de la pandemia de covid también fue elogiada por los votantes conservadores.
Otra ventaja es que DeSantis goza del músculo de una de las gubernaturas más importantes, lo que le ha permitido, además de tener proyección y agenda, viajar al extranjero y actuar casi como lo haría un presidente. Y esta podría ser la mayor baza latente de todas: la promesa de pasar página al trumpismo y de devolver al Partido Republicano a coordenadas un poco más previsibles y tradicionales. Muchos de los líderes republicanos que apoyan públicamente a Trump, llevan años despreciándolo entre bastidores y rezando por el advenimiento de alguien más dócil y manejable.
DeSantis no es el primer político al que se le da fatal entrar en un bar o acudir a un partido de béisbol y fingir que se divierte, que es un “hombre del pueblo” nacido para el liderazgo natural de las personas. Richard Nixon era un hombre tenso, gruñón y manipulador, pero tenía sus técnicas y sus ficheros con datos sobre las personas a las que quería halagar. En las fiestas se lo veía erguido, hablador y sonriente. Cuando se marchaban los invitados, su espalda se encogía y el taciturno Nixon volvía a ser él mismo. A lo mejor Ron DeSantis, en los meses que quedan para las primarias, corrige sus defectos, hace buen uso de sus cartas y acaba dando una sorpresa. La otra opción es ser brutalmente masacrado por Donald Trump.
El gobernador de Florida, Ron DeSantis, que finalmente anunció campaña presidencial anoche en una accidentada conversación con Elon Musk, ha sido descrito como un “meme con piernas”: un político torpe y rígido, presto a la risa nerviosa e incapaz de conectar con esos votantes de a pie que solo quieren un apretón de manos y una sonrisa medianamente natural. Cada vez que da un mitin o concede una entrevista, DeSantis parece estar interpretando su papel por primera vez. Es como si el traje le quedara grande. Una percepción que explota diariamente su principal rival y favorito de las primarias republicanas, Donald Trump, que cosecha más del doble de los apoyos en los sondeos y deja a DeSantis cada vez más rezagado.
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