Sánchez sube el voltaje con Évole y dice que es víctima de una "burbuja de mentiras y maldad"

La gira mediática de Pedro Sánchez sube de tono. No solo para responder a la "ola reaccionaria", sino para surfear el tsunami "antisanchista". Una burbuja, según denunció, "alimentada con mentiras, manipulaciones y maldad". Este fue el mensaje que más repitió durante su entrevista con el periodista Jordi Évole, emitida este domingo en La Sexta. Entre la humanización de un presidente del Gobierno que las "terminales mediáticas" han tratado de "deshumanizar" con estrategias "trumpistas", que ha llorado "de rabia y frustración" durante la pandemia y sufrido en silencio los "ataques" a su persona y también a su mujer, Begoña Gómez, y el contraataque contra la "derecha mediática, política y económica".

Sánchez desencadenado de su corsé institucional. Para revisar su figura, el legado de su Gobierno y reivindicar cuatro años más de reformas y avances sociales frente a los retrocesos que implicaría el "dúo PP y Vox". Todo ello a partir de un diagnóstico sobre el castigo en las urnas al PSOE el pasado 28-M que se basa principalmente en "la fuerza corrosiva de los argumentos que se han propagado en los medios" contra su persona. Su error durante esta legislatura, dijo, fue "no ser capaz de evaluar ni medir la burbuja del antisanchismo, creado por una serie de intereses".

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Como, por ejemplo, "el intentar asimilar al PSOE y a ETA" o hacer calar el mensaje de que ha gobernado con EH Bildu. Un espacio político que ha mencionado más como "esa formación política" de la que, además, aseguró estar separado por una "distancia abismal". "Todavía tienen que recorrer un camino que no han recorrido, por eso en Euskadi nos entendemos de manera estratégica con el PNV", argumentó. Soltar lastre de sus acuerdos parlamentarios, como viene haciendo desde el pasado 28-M, con el argumento de que debe importar "el qué", las políticas aprobadas, "y no el con quién".

La cortinilla de apertura y cierre de la entrevista, emulando una película de terror, condensa el mensaje de fondo que ha tratado de fijar Sánchez. En esta ocasión, no ironizó con el hecho de que lo hayan intentado caricaturizar casi con rabo y cuernos, pero sí cargó duramente contra los poderes conservadores que buscarían con sus campañas sacarlo de la Moncloa. Evitó dar nombres, tanto de medios como de empresarios, apelando a su condición de presidente del Gobierno, pero incidió en que, para conocerlos, solo hay que "seguir la pista del dinero, de quiénes siempre han pensado y creído que este país es el suyo".

Sobre el presidente de Ferrovial, Rafael del Pino, sí reconoció que no había tenido conversaciones desde su choque por el traslado de la sede de la compañía a Holanda. "Un profundo error que también ha manchado su reputación", cargó. Con el resto de cargos del Ibex 35 se limitó a asegurar desde la frialdad que mantenía "una relación profesional". Sin dejar de subrayar, eso sí, que "hay una serie de poderes económicos que no les gusta lo que hace este Gobierno", por lo que sus terminales políticas, PP y Vox, según acusó, votarían en contra, y sus "terminales mediáticas dicen que hay que derogar el sanchismo".

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Si el antisanchismo, que trató de desmontar como una operación teledirigida de quienes defienden sus intereses particulares frente a los de las "mayorías sociales", está detrás del trasvase de votos, la política de pactos es uno de los factores que más han engordado lo primero. Eso sí, en Lo de Évole, el presidente del Gobierno ha evitado distanciarse también de sus socios de coalición o sus políticas, como recientemente ha hecho al criticar el "feminismo de confrontación" de la ministra de Igualdad, Irene Montero. Ya sea por el camino que siguió la entrevista o por el público objetivo de la cadena, defendió algunas de las políticas sociales empujadas por los morados y negó también que el cese de la dirigente morada estuviese en algún momento encima de su mesa.

"Nunca tuve sobre la mesa el cese de Irene Montero. Al contrario, pese a las discrepancias, siempre he antepuesto la estabilidad", respondía al entrevistador. Sobre el fundador de Podemos y exvicepresidente, Pablo Iglesias, cordialidad sin cargar tampoco las tintas. "Mi relación con Iglesias siempre fue correcta, nunca estrecha. Tiene convicciones fuertes que no son las mías, que respeto, pero relación siempre correcta", abundó.

Opinión

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Respecto a la líder de Sumar, la dibujó como su aliada natural para reeditar un Gobierno de coalición progresista, se dirigió a ella de manera cercana llamándola por el nombre de pila (frente al apellido utilizado en el caso de Iglesias o de la ministra de Igualdad) y aplaudió su capacidad para "unir ese espacio y contar con un partido que articule todos los movimientos de izquierda que hay a la izquierda del PSOE". Ante la falta de mayorías, según todas las encuestas, asumió como único escenario el de los gobiernos de coalición: "La derecha con Abascal o, en mi caso, tendré que pactar con Yolanda [Díaz]".

De su mandato reconoció como "el error más importante que hemos cometido" el llevado a cabo con la ley del solo sí es sí, tras derivar la norma en la revisión de cientos de condenas a agresores sexuales. Un error que calificó de "técnico" y de "no deseado". Más allá de ello, poca autocrítica. O, si se quiere entender como tal, lo que el propio Sánchez calificó de "error": el no haber acudido a medios considerados no afines “para desmontar cosas infundadas que están diciendo sobre mí”. No lo hizo durante sus últimos cinco años al frente de la presidencia del Gobierno, pero ahora ha emprendido un road show en el que llevará su contraofensiva a todos ellos coincidiendo con la campaña de las generales. "Tengo que estar en todos los programas para pinchar esta burbuja que se ha hinchado de mentiras, manipulaciones y maldades", concluyó.

Humanización y futuro en el PSOE

En Lo de Évole, siguiendo la estrategia de combatir el intento de "deshumanización", que vinculó a sus oponentes "para no hablar de lo que proponemos ni para rebatir las cosas que ha hecho este Gobierno", apareció también el Sánchez más cercano. El que lloró durante la pandemia, el que fue al psicólogo "hace tiempo", el que sufre por los "ataques injustos, irreales y desproporcionados" contra su mujer o el que trata de "hacer todo lo posible por ser un buen padre" con sus dos hijas adolescentes. En definitiva, un Sánchez, que aseguró: "Salgo de la Moncloa, no vivo en un búnker, trato de hacer vida lo más normal posible". A pesar de no saber atribuir la autoría de la frase viral "¿Cómo están los máquinas? Lo primero de todo".

Si el recurso sarcástico a la cortinilla sobre la película de terror sanchista condensa el argumentario del jefe del Ejecutivo, el escenario elegido para grabar la entrevista fue el mensaje. La taberna madrileña Casa Labra, donde se fundó el PSOE un 2 de mayo de 1879. Un mensaje de reivindicación de las siglas, del PSOE frente al recurrente "partido sanchista" que no solo desde las filas conservadoras se ha censurado. También desde ciertos sectores del propio partido y, principalmente, la vieja guardia socialista.

Un mensaje de continuidad hasta con su fundador, Pablo Iglesias, con el que el propio Sánchez no perdió la oportunidad de intentar compararse desde la victimización, al recordar que sufrió estrategia de difamación asociándolo con autor intelectual del asesinato de Canalejas por fundar el PSOE. Mensaje dirigido a propios y extraños en clave de sucesión si pierde las elecciones, pues, ante la pregunta del entrevistador sobre si "se ve dejando la política de aquí a un mes", respondió de forma rápida y concisa con un rotundo no.