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Guía para interpretar bien los resultados del 28-M y que no te engañen los partidos
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Guía para interpretar bien los resultados del 28-M y que no te engañen los partidos

¿Cómo obtener una idea aproximadamente clara del resultado y evitar que los avezados aparatos partidarios nos vuelvan locos esa noche? Me atrevo a sugerir algunas recomendaciones prácticas, nacidas de la experiencia

Foto: Pedro Sánchez en un acto electoral. (EFE/Cati Cladera)
Pedro Sánchez en un acto electoral. (EFE/Cati Cladera)
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Es moneda común entre los ciudadanos comentar sarcásticamente que, a tenor de las declaraciones de los partidos en las noches electorales, todos parecen haber ganado. No en todas: cuando se producen victorias aplastantes como la de Ayuso en Madrid en 2021 o desastres sin paliativos como los de Ciudadanos a partir de noviembre del 19, la realidad se hace inocultable. Pero es cierto que, en los cuarteles generales de los partidos, se rebusca en los datos para encontrar cualquier cosita a la que aferrarse para agigantar los éxitos y camuflar los fracasos, animar a la tropa y dar letra para esa noche y el día siguiente a los comentaristas afines. Puedo contarlo porque yo mismo lo he hecho unas cuantas decenas de veces.

Quedará para la historia la frase de Pedro Sánchez en diciembre de 2015, tras el peor resultado histórico del PSOE en unas elecciones generales (aunque seis meses después logró empeorarlo): "¡Hemos hecho historia!", alardeó el malandrín. Tenía razón, pero en el sentido inverso al que proclamaba. Ciertamente, el que no se consuela es porque no quiere; y, en ocasiones electorales, todos quieren.

Foto: El president de la Generalitat, Ximo Puig. (EFE/Biel Aliño) Opinión

En las elecciones municipales y autonómicas se multiplican hasta el infinito las posibilidades de jugar con los datos para transformar derrotas objetivas en victorias subjetivas y viceversa. De hecho, la campaña urdida en Moncloa ha consistido mucho más en establecer un marco interpretativo favorable del resultado del 28-M —sea este el que sea— que de buscar votos para su partido. Para Sánchez y su corte, un marco interpretativo favorable es cualquiera que dé verosimilitud a la idea de que permanece abierto el partido de las elecciones generales, incluso con buenas perspectivas para la coalición oficialista. Cualquier éxito parcial (un par de gobiernos autonómicos salvados en el límite, alguna alcaldía simbólica, quedar segundo en Madrid) se festejará como si fuera una reedición del 82.

A la confusión reinante en esa noche para saber quién ganó y quién perdió las elecciones contribuyen varias circunstancias:

La primera y fundamental es que no es una única votación, sino muchas simultáneas. Exactamente, 8.131 elecciones municipales y doce autonómicas, además de los cabildos canarios, los consejos insulares baleares y las diputaciones forales vascas. De cada una de ellas saldrá un gobierno. Y como nadie conseguirá todos los gobiernos, casi todos tendrán algo que llevarse a la boca e inflarlo como un globo si fuera menester. Por definición, en las elecciones territoriales no hay nunca un ganador único, sino uno en cada territorio (a veces dos: el que gana y el que gobierna). Es lógico que cada cual arrime el ascua a su sardina, pero en este caso hay miles de ascuas y un montón de sardinas sobre la parrilla.

Se puede ganar la votación y perder el gobierno por los pactos, igual que no es lo mismo ganar la campaña que ganar las elecciones

La segunda es la diferencia sustancial entre el método de elección de los alcaldes y el de los presidentes autonómicos, que puede dar lugar a una disparidad en la imagen que proyecten el reparto del poder municipal y el autonómico. Es posible, incluso probable, que el PP pueda presentar un vuelco generalizado en las alcaldías mientras el PSOE exhiba como fortaleza la conservación de sus más importantes gobiernos autonómicos. ¿Qué sucedería, por ejemplo, si Emiliano García-Page ganara las autonómicas con mayoría absoluta pero el PSOE perdiera en favor del PP cuatro de las cinco capitales de Castilla-La Mancha que consiguió hace cuatro años?

La tercera, no menor, es la tendencia a mezclar cosas distintas: por un lado, valorar los resultados en función de las expectativas previas, que es mezclar lo objetivo con lo subjetivo. Por otro, confundir el dato electoral puro y desnudo (los votos y los candidatos electos en cada territorio) con algo posterior, que son los pactos postelectorales entre partidos. Se puede ganar la votación y perder el gobierno por los pactos, igual que no es lo mismo ganar la campaña que ganar las elecciones.

¿Cómo aclararse en ese berenjenal, obtener una idea aproximadamente clara del resultado y evitar que los avezados aparatos partidarios nos vuelvan locos esa noche y en los días siguientes con sus marcos preestablecidos? Modestamente, me atrevo a sugerir algunas recomendaciones prácticas, nacidas de la experiencia.

Ser consciente de lo que se vota

De las urnas del domingo saldrán elegidos directamente 67.152 concejales y 766 diputados autonómicos (incluyendo los 50 de Ceuta y Melilla). Ellos serán quienes, en una votación de segundo grado, designen al alcalde y al presidente de la Comunidad.

En los ayuntamientos, el método es expeditivo: una única votación entre los cabezas de lista. Si ninguno consigue mayoría absoluta por sí solo o con ayuda de otros, el primero de la primera lista se convierte automáticamente en alcalde, cualquiera que sea su número de concejales y sin necesidad de pactos. Eso ocurrirá en una única jornada. El sábado 17 de junio a mediodía conoceremos el nombre de todos los alcaldes de España (salvo los que queden pendientes de alguna reclamación judicial, que serán muy pocos). En la gran mayoría de los casos, conseguirá la alcaldía el candidato del partido que haya conseguido más votos populares y, por tanto, más concejales.

Tomemos la lista de las 50 capitales de provincia, añadamos las dos capitales autonómicas (Mérida y Santiago) y todas las ciudades con más 100.000 habitantes. Esos son los 80 ayuntamientos más importantes de España, por el hecho político de la capitalidad o por su peso poblacional.

En el 80-85% de los casos, el ganador en votos ganará también el gobierno municipal

En 2019, solo en 10 de esas 80 ciudades hubo mayoría absoluta de un solo partido, pero en 67 casos la fuerza más votada se hizo con la alcaldía. Solo en 13 de esas 80 ciudades (entre ellas, Madrid y Barcelona) la primera fuerza perdió la alcaldía a manos de una coalición opuesta.

Esa proporción se repetirá en 2023. En el 80-85% de los casos, el ganador en votos ganará también el gobierno municipal. Bastará echar un vistazo a la composición del consistorio para comprobar si existe o no una posible mayoría absoluta alternativa. Dada la rigidez del bibloquismo, el único factor de incertidumbre en la noche electoral vendrá del comportamiento de las candidaturas locales o regionales, con frecuencia hermafroditas en lo ideológico, que, en situaciones de equilibrio, suelen subastar sus votos al mejor postor.

Puede pronosticarse sin apenas margen de error que el partido que obtenga más votos y más concejales a nivel nacional tendrá también más alcaldes y, por tanto, ganará las elecciones municipales. Ese será el dato más seguro que nos suministrará la noche electoral. Como además el primer recuento es el de la urna municipal, a las 11 de la noche podrá usted irse a la cama quizá con alguna duda respecto a algunos ayuntamientos, pero con el mapa nacional clarificado. Más votos, más concejales y más alcaldes irán de la mano y señalarán al partido ganador en esa urna, única en las que podrán votar todos los españoles adultos (mas unos cuantos extranjeros residentes).

En los Parlamentos autonómicos se complica porque entran en juego las investiduras, que pueden dar lugar a coaliciones de perdedores

En los Parlamentos autonómicos la cosa se complica porque entran en juego los mecanismos de las investiduras, que pueden dar lugar a coaliciones de perdedores que derroten al partido más votado o, como ha sucedido dos veces en el Congreso, bloquear el proceso y forzar la repetición de las elecciones. Aun así, en 2019 se votó en 13 Comunidades más Ceuta y Melilla y en solo en 4 de 15 casos se vio desplazada del Gobierno la fuerza más votada (Castilla y León, Madrid, Murcia y Navarra).

En esta ocasión hay mayor incertidumbre. Hace cuatro años, el PP solo fue primer partido en Ceuta y Melilla, aunque los pactos le dieron, además, los gobiernos de Madrid, Castilla y León y Murcia. El PSOE consiguió 9 presidencias autonómicas, ocho como primera fuerza y una (Navarra) mediante pactos, y fue claro ganador en el voto autonómico agregado a nivel nacional.

Si se cumplen las previsiones demoscópicas, el 28 de mayo el PP podría pasar de cero a 7 comunidades como primer partido (serían 9 añadiendo Ceuta y Melilla), y el PSOE conservaría la primera posición en 4 territorios y la perdería en otros 4. El primer partido en Navarra será UPN pero, salvo sorpresa mayúscula, se repetirá la actual coalición.

Los de Feijóo solo pueden dar por asegurados Madrid, Murcia y La Rioja, y los de Sánchez solo pueden estar tranquilos en Asturias y en Navarra

Si esto resulta aproximadamente así, previsiblemente el PP invertirá la relación con el PSOE en cuanto a la victoria en votos: de perder por 0-8 a ganar por 7-4. Será también la fuerza con más votos y más escaños en el agregado de las elecciones autonómicas; pero en el juego posterior de los pactos puede suceder cualquier cosa. A día de hoy, los de Feijóo solo pueden dar por asegurados los gobiernos de Madrid, Murcia y La Rioja, y los de Sánchez solo pueden estar tranquilos en Asturias y en Navarra gracias a sus alianzas. Todo lo demás está en el aire y así seguirá durante varias semanas de complejas negociaciones. Lo que nos conduce a la segunda recomendación para la noche electoral:

Contar votos, no pactos

La cuenta de los votos y de los concejales y parlamentarios electos es lo único cierto que puede ofrecernos la noche electoral, y no es poco. Todo lo demás es especulativo y corresponde a una fase posterior, la de los pactos entre partidos, una esfera donde ya no juega la voluntad de los votantes, sino la de los dirigentes políticos. Conceptualmente, no es una buena idea confundir resultados electorales con políticas de alianzas.

Por otra parte, si lo que se busca son indicios de lo que podría suceder en las elecciones generales, no se encontrarán esos indicios en los pactos postelectorales, sino en los votos emitidos por los ciudadanos en cada territorio. Da igual, por ejemplo, que Ximo Puig consiga montar in extremis una coalición que lo mantenga en el gobierno autonómico: si el PP lo sobrepasa y le saca 6 o 7 puntos de ventaja en votos, esa será, como mínimo, la ventaja que Feijóo sacará a Sánchez en las generales en territorio valenciano.

Téngase en cuenta que la cuenta de los votos en las elecciones municipales solo vale como indicio para la relación entre los dos grandes partidos, porque únicamente el PSOE y el PP han sido capaces de presentar candidaturas en más de 7.000 municipios que cubren prácticamente toda la población. Con esa salvedad, los precedentes son inapelables: durante el siglo XXI en cinco ocasiones las elecciones territoriales se celebraron unos meses antes que las generales. En todas ellas excepto en 2007, el partido ganador del voto municipal ganó a continuación las elecciones generales, aumentando su ventaja.

Por supuesto, esta regla no se aplica mecánicamente en cada municipio: en muchas ciudades el voto dual es práctica frecuente. Pero en el total nacional viene siendo así sistemáticamente y no hay ningún motivo racional para suponer que esta vez sucederá lo contrario. Así pues, contar votos y no pactos, además de ser conceptualmente más higiénico, resulta mucho más útil si se buscan pistas fiables para el futuro. Si se reproduce la pauta, lo más probable es que quien gane en votos las elecciones municipales gane también las generales, aún con más holgura.

Comparar elecciones con elecciones, no con encuestas

La única forma seria y solvente de dictaminar lo que ha sucedido en unas elecciones es comparar sus resultados con los de las elecciones anteriores de la misma naturaleza: municipales con municipales, autonómicas con autonómicas y generales con generales. Solo así puede establecerse con certeza quién subió y quién bajó, quién avanzó y quién retrocedió, quién triunfó y quién fracasó.

Comparar los resultados de las elecciones con las expectativas más o menos artificiales creadas mediáticamente durante los meses anteriores, o con lo que pronosticaron las encuestas, o con lo que se escuchaba en los corrillos de los enterados, no es hacer análisis electoral, sino jugar a los analistas (como no es igual jugar a los médicos que entrar en un quirófano y practicar una cirugía real). No digamos si se recurre al truco de comparar elecciones de naturaleza distinta: eso solo lo hacen los dirigentes desesperados en busca de coartadas para sus fracasos o los comentaristas que escriben enfundados en la camiseta de su equipo.

A quien quiera evaluar correctamente el resultado del 28-M, le recomiendo que tenga a mano los datos de las elecciones de mayo de 2019

A quien quiera evaluar correctamente el resultado del 28-M en un municipio, en una comunidad autónoma o en el conjunto de España, le recomiendo que tenga a mano los datos de las elecciones municipales y autonómicas de mayo de 2019. Le recomiendo también —por ahí debería haber empezado— que mire en primer lugar los resultados de su pueblo y de su comunidad, que es lo que mejor conoce y lo que más directamente afectará a su vida. Y después, que saque sus propias conclusiones.

Solo así conseguirá que esa noche no le timen los partidos políticos que pretendan presentar sus retrocesos como hazañas históricas, los charlatanes de feria que tocan de oído o los expertos de guardarropía que traten de explicar por qué sucedió lo contrario de lo que ellos aseguraron que sucedería. Feliz noche electoral.

Es moneda común entre los ciudadanos comentar sarcásticamente que, a tenor de las declaraciones de los partidos en las noches electorales, todos parecen haber ganado. No en todas: cuando se producen victorias aplastantes como la de Ayuso en Madrid en 2021 o desastres sin paliativos como los de Ciudadanos a partir de noviembre del 19, la realidad se hace inocultable. Pero es cierto que, en los cuarteles generales de los partidos, se rebusca en los datos para encontrar cualquier cosita a la que aferrarse para agigantar los éxitos y camuflar los fracasos, animar a la tropa y dar letra para esa noche y el día siguiente a los comentaristas afines. Puedo contarlo porque yo mismo lo he hecho unas cuantas decenas de veces.

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