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La transformación de Sánchez, del 'audaz' a un presidente convencional
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DEL GOLPE DE EFECTO A LA CAMPAÑA PREDECIBLE

La transformación de Sánchez, del 'audaz' a un presidente convencional

En la Moncloa defienden el perfil de presidente del Gobierno para ofrecer estabilidad y proyectar una visión de futuro de país. Quienes lo acompañaron en su llegada en 2018 señalan que ha perdido su mejor arma: "La audacia"

Foto: El secretario general del PSOE y presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Manu)
El secretario general del PSOE y presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Manu)
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Pedro Sánchez se estrenó en la Moncloa en junio de 2018 sorprendiendo con lo que se acabó denominando "Gobierno bonito". El secretario general del PSOE, que venció al aparato de su partido tras la crisis de 2016 y se convirtió en presidente tras la primera y única moción de censura exitosa desde la vuelta de la democracia, se ganó el reconocimiento de audaz por propios y extraños. Desde aquel Ejecutivo que rompía moldes con más mujeres que hombres y perfiles poco convencionales, como el del astronauta Pedro Duque o el del televisivo Máximo Huerta, combinados con los de profesionales cualificados, el efecto sorpresa se acabó convirtiendo en la norma y en una de sus bazas más explotadas. Muchas de estas decisiones, incluida la repetición electoral de 2019, se atribuyeron a su también poco convencional jefe de gabinete, Iván Redondo. Lo cierto es que desde su salida, tras la remodelación amplia del Ejecutivo en julio de 2021, Sánchez ha ido optando por replegarse en el aparato y aparcar los giros de guion.

En la última crisis de Gobierno, Sánchez ha optado por los cambios previsibles, sin riesgos ni golpes de efecto para intentar recuperar impulso en la recta final de la legislatura. Esto último fue lo que vaticinaron hasta los días previos a la remodelación del Gobierno algunos de los asesores de Unidas Podemos más estudiosos de Sánchez. Acostumbrados a que el presidente del Gobierno utilice estas crisis para dar un golpe de efecto, su análisis era que podría aprovechar la remodelación obligada por la salida de dos ministras para ser candidatas en las municipales para impulsar su propia campaña de las generales en la recta final de la legislatura. Por ejemplo, sentando para ello en el Consejo de Ministros perfiles más económicos que reforzasen este eje de campaña y encarrilar la recuperación de la mano de los fondos europeos. Sin embargo, Sánchez ya no se mueve en las mismas coordenadas, ni tampoco está rodeado por el equipo con el que arrancó en la Moncloa en 2018 y en Ferraz un año antes.

Foto: El presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, saluda a la primera ministra italiana, Giorgia Meloni. (EFE/Pool/Moncloa/Fernando Calvo)

Algo que reconocen algunos de quienes lo acompañaron en aquella primera fase, argumentando que habría perdido su arma más importante: "La audacia". Menos osado y más a lo seguro, Sánchez prioriza el papel de presidente convencional, afrontando la recta final de la legislatura con el piloto automático de los fondos de recuperación, su perfil internacional y en ser la cara de la tan apreciada estabilidad en tiempos de crisis, tanto social como económica. Tanto en la Moncloa como en Ferraz, defienden esta imagen para ofrecer certezas. Paz social, reducción de la inflación y alejar el fantasma de la recesión son elementos que se ponen en valor "pese al contexto de extraordinaria complejidad".

Este escenario de estabilidad casa más con la imagen de un presidente convencional y desde la Moncloa dicen ser conscientes de que las elecciones no se ganan tanto por lo que se ha hecho como por la visión de futuro para el país: "Lo que hace ganar o perder las elecciones es la prospectiva, el futuro".

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Andreu Dalmau) Opinión

Una opción que deja un campo libre por el que pretende transitar a su izquierda la vicepresidenta segunda, quien durante la puesta de largo de su candidatura apeló a que "Sumar no es de nadie". Como aquel PSOE que reconquistó Pedro Sánchez con la fuerza de los militantes frente a la estructura. Yolanda Díaz también explotó el carácter de superheroína, con el que el presidente del Gobierno se quiso vestir en su momento, situándose por encima de las "tutelas". El título del libro autobiográfico de Sánchez, Manual de resistencia, daba buena cuenta de estas intenciones y la pretensión de mostrarse casi como un personaje invencible, salido de un cómic.

La reciente apuesta por humanizar a Sánchez y el resultado fallido de esta estrategia evidencian la transformación del perfil del presidente del Gobierno cinco años después de haber llegado a la Moncloa contra todo pronóstico. Al menos su percepción pública, al dejar de ser "creíble" el protagonista de Manual de resistencia al evolucionar a un presidente más clásico y predecible, con menos arrojo.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Mauricio Dueñas Castañeda) Opinión
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Frente al desgaste de la marca Sánchez, desde la Moncloa se activó un plan para redoblar su presencia a pie de calle. Cine, partidos de baloncesto, cafés, conciertos, compra de libros, salir a correr... Actividades cotidianas y encuentros con pequeños grupos sectoriales a los que explicar de tú a tú las medidas impulsadas por su Gobierno y tratar de mostrar el lado más humano del presidente. Sonrisas, selfis y explicación distendida y pedagógica de sus reformas. Como cuando detalló la subida de las pensiones a un grupo de jubilados mientras jugaba con ellos a la petanca, en lo que fue, según el propio Sánchez, "un rato entrañable". El recurso a las distancias cortas para revalorizar la marca Sánchez y a mostrar aficiones para generar empatía. Desde el "placer" de "perderse en una librería" a "empezar el día haciendo un poco de deporte" o disfrutando del cine español.

Una agenda de proximidad que acercase más al presidente a la calle y a la gente corriente, cuando se asumía el diagnóstico de que generaba antipatía entre sectores nada desdeñables del electorado. Según el CIS de enero, el previo a lanzarse esta estrategia, el 67,2% de los encuestados aseguraba que le ofrece poca o ninguna confianza. El último barómetro, de marzo, arroja unos resultados similares, pese a la campaña de humanización: el 66,5% sigue asegurando que le ofrece poca o ninguna confianza.

Foto: Pedro Sánchez, ante una intervención de Feijóo en el Senado. (EFE/Fernando Alvarado) Opinión

El repliegue al aparato o la vuelta al PSOE desde lo que se dio en llamar sanchismo viene produciéndose algo antes de que la legislatura llegase a su ecuador. La última remodelación del Ejecutivo, en la que se optó por perfiles con carné del partido y evitar los riesgos, como habían demandado dirigentes socialistas, es solo una muestra más de un giro que viene produciéndose oficialmente desde el último congreso federal del PSOE, apodado "el congreso de la unidad". La reapertura del acuñado como sanchismo a la vieja guardia, que cuatro meses antes tuvo su expresión en la Moncloa con el primer intercambio de piezas tras la amplia remodelación del Gobierno y del gabinete del presidente. El movimiento ha ido mutando hasta dejar atrás a buena parte de su primer núcleo duro, al mismo tiempo que han ido recuperando terreno e influencia los territorios.

El peso de los barones ha ido creciendo, espoleados por el contexto preelectoral, para preparar los comicios municipales y autonómicos y tratar de engranar los distintos intereses de un 28-M que se lee en clave de primera vuelta de las generales. La intención de Sánchez de recoser la relación con la estructura que no lo apoyó en las primarias contra Susana Díaz viene de atrás y tuvo su gran impulso con la destitución de su exjefe de gabinete en la Moncloa Iván Redondo por Óscar López. Un outsider sin carné del partido, pero que lo había acompañado desde los inicios de aquella campaña interna en la que recuperó contra todo pronóstico la secretaría general, por un pata negra del partido. Y detrás de este recambio se encuentra en gran medida el cambio de manual de Sánchez, sin variar el diagnóstico, pero sí las soluciones.

Pedro Sánchez se estrenó en la Moncloa en junio de 2018 sorprendiendo con lo que se acabó denominando "Gobierno bonito". El secretario general del PSOE, que venció al aparato de su partido tras la crisis de 2016 y se convirtió en presidente tras la primera y única moción de censura exitosa desde la vuelta de la democracia, se ganó el reconocimiento de audaz por propios y extraños. Desde aquel Ejecutivo que rompía moldes con más mujeres que hombres y perfiles poco convencionales, como el del astronauta Pedro Duque o el del televisivo Máximo Huerta, combinados con los de profesionales cualificados, el efecto sorpresa se acabó convirtiendo en la norma y en una de sus bazas más explotadas. Muchas de estas decisiones, incluida la repetición electoral de 2019, se atribuyeron a su también poco convencional jefe de gabinete, Iván Redondo. Lo cierto es que desde su salida, tras la remodelación amplia del Ejecutivo en julio de 2021, Sánchez ha ido optando por replegarse en el aparato y aparcar los giros de guion.

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