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Pásame el MDMA y quédate el 'speed': por qué España resiste a la epidemia de anfetaminas
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PERO SEGUIMOS DÁNDOLE FUERTE A LA COCA

Pásame el MDMA y quédate el 'speed': por qué España resiste a la epidemia de anfetaminas

Se mantienen altas tasas de consumo de hachís, cocaína y MDMA, pero nuestro país se libra del incremento de consumo de anfetaminas, un problema acuciante en EEUU, Australia o Alemania

Foto: Pastillas de MDMA. (Getty/Universal History Archive/Universal Images Group)
Pastillas de MDMA. (Getty/Universal History Archive/Universal Images Group)

Un español, cuando ve a alguien esnifando polvo blanco, da por hecho que se trata de cocaína. Sin embargo, esta percepción no es igual para algunos de nuestros vecinos del norte: ante la misma escena, un sueco o un finés creerán que la persona está esnifando anfetaminas.

Las anfetaminas, también conocidas como speed, avanzan con fuerza en el corazón de Europa. Así lo demuestra un estudio reciente del Observatorio Europeo de las Drogas y las Toxicomanías (EMCDDA), basado en la presencia de los metabolitos de las drogas en las aguas residuales. Con respecto al informe del año pasado, el mayor cambio, y también el más preocupante, es el repunte en el consumo de anfetamina y metanfetamina en Escandinavia, Alemania, República Checa y los países que pertenecían a la URSS.

Antes de nada, conviene aclarar conceptos. Las anfetaminas, las metanfetaminas y el MDMA son primos hermanos a nivel químico, pero producen efectos diferentes. El sulfato de anfetamina, más conocido como speed en España, es un estimulante artificial que aumenta el rendimiento intelectual, elimina el cansancio y aporta sensación de euforia. La metanfetamina —sí, la de Breaking Bad— genera los mismos efectos, solo que con más intensidad y durante más tiempo, por su facilidad para atravesar la barrera hematoencefálica.

El MDMA es un derivado anfetamínico muy popular en conciertos y festivales de música. En España, también lo llamamos éxtasis o cristal, si bien el resto del mundo llama cristal a la metanfetamina. El MDMA causa sensaciones de desinhibición social y euforia en quien las consume, pero, a diferencia del speed, no afila el intelecto. Es por eso que se circunscribe al ámbito recreativo, mientras que cada día hay personas que se valen de anfetaminas para estudiar o ir al trabajo.

El consumo de MDMA en España ha ido parejo al de las locomotoras europeas, no así el de speed y meta, que se dispara en el norte del continente, pero apenas crece en nuestro país. ¿Por qué a los españoles no nos gustan las anfetaminas?

En primer lugar, porque no nos gusta drogarnos para ir a trabajar, como está sucediendo en Estados Unidos y Australia. “El de las anfetaminas es un caso diferente al del MDMA. Por ejemplo, el consumo de estas drogas se convierte en algo diario y habitual, no relacionado con momentos de ocio. La gente que lo toma lo hace para sobrevivir”, comenta João Matias, analista científico especializado en el consumo de drogas y uno de los responsables del estudio.

España hizo sus pinitos durante los ochenta con el Katovit, pero la sangre no llegó al río. "No tenemos constancia de que en España se usen anfetaminas para estudiar o trabajar, más allá de casos puntuales", dice Mireia Ventura, jefa de Análisis de Energy Control. "El speed siempre se ha consumido en Euskadi, normalmente mezclado con mucha cafeína, pero nunca ha llegado a extenderse por otras regiones. Ese es un patrón de consumo propio de los países de Europa del Este. En España, seguimos con los clásicos de la fiesta: cocaína y éxtasis, no nos gusta innovar. De hecho, la metanfetamina ni siquiera aparece en ámbitos recreativos. Sí hemos notado un ligero incremento del consumo de meta como sustituto del crack [base de la cocaína] entre segmentos de población desfavorecidos".

"La metanfetamina es sin duda la más peligrosa de estas tres sustancias", continúa Ventura. "Es la que más adicción produce, en parte por lo que estábamos diciendo: es una sustancia que se puede utilizar a diario y que genera sensaciones placenteras. Algo similar sucede con la anfetamina, pero no así con el MDMA, que es de consumo más ocasional".

Por otra parte, podría argumentarse que España sigue con la cocaína y el hachís por cuestiones logísticas: somos la puerta de entrada de ambas sustancias en Europa y, en consecuencia, podemos conseguirlas más baratas y puras que en su destino definitivo.

Muerte por anfetamina

Desde su popularización en la Segunda Guerra Mundial, Centroeuropa vive un idilio con las anfetaminas. Mientras que países como Reino Unido, Países Bajos o Hungría lideran el consumo mundial, República Checa es la referencia en síntesis de anfetas desde la época comunista. La mayoría de las detenciones por narcotráfico en el país se deben al comercio con metanfetaminas, e incluso se han detectado peces adictos en los ríos de Praga.

El problema es que se está extendiendo. “Ya ha llegado al norte, como Suecia y Finlandia, e incluso algo al sur, a los Balcanes. Aunque sigue siendo mucho menor que en el centro y este, ya estamos detectándolo en sus aguas residuales”, añade el investigador Matias.

Desde Energy Control, apuntan una cautela a la hora de interpretar los datos: "Recordemos que se trata de un estudio de aguas residuales. Esto significa que si un narcotraficante tira por el retrete varios kilos de droga, o si se asienta un poblado marginal en una zona, van a alterar los resultados finales. Es un estudio que nos dice cuánto se ha consumido, pero no quiénes ni por qué".

En Estados Unidos, crecen las muertes por metanfetamina un 350% en cinco años

Sea como fuere, el incremento del consumo es indiscutible y llega tras las señales de alerta de Estados Unidos, que ha llegado al punto de cerrar bibliotecas públicas al detectar metanfetamina en los conductos del agua. La oleada de anfetaminas se ha unido a la de los opioides, presentes por todo el país a precios ridículos, formando un cóctel fatal para los consumidores: anfetaminas para estimular el organismo y opioides para relajarlo.

Según datos del Gobierno estadounidense, en 2021, alrededor de 33.400 muertes involucraron psicoestimulantes como la metanfetamina, un 340% más que cinco años antes. En el mismo periodo de tiempo, las muertes por opioides sintéticos como el fentanilo aumentaron aproximadamente un 270%, alrededor de 72.000, mientras que las muertes totales por sustancias se quedan en un 71%, espoleadas por las anfetaminas. Grandes medios como The Wall Street Journal llevan tiempo denunciando la falta de control sobre la meta, ya que desde Washington se están concentrando los esfuerzos en atajar el caso de los opioides.

Los investigadores europeos ven una cuestión estructural de fondo, no relacionada con el consumo recreativo, sino con problemas mentales o situaciones extremas que llevan al consumo continuado de sustancias peligrosas. Meta para poder sobrevivir. Muchas de las muertes que se dan en EEUU, por ejemplo, son entre personas sintecho de regiones frías como Colorado. Allí, aseguran medios como Axios, toman metanfetamina para permanecer despiertos y así no morir congelados. Además, la tienen disponible en cualquier esquina y el precio se ha derrumbado en los últimos años. España, por ahora, vive una situación muy diferente.

Un español, cuando ve a alguien esnifando polvo blanco, da por hecho que se trata de cocaína. Sin embargo, esta percepción no es igual para algunos de nuestros vecinos del norte: ante la misma escena, un sueco o un finés creerán que la persona está esnifando anfetaminas.

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