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Generación Katovit: así pasamos 20 años estudiando con pastillas para ancianos
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UN FENÓMENO ÚNICO ENTRE LOS ADOLESCENTES

Generación Katovit: así pasamos 20 años estudiando con pastillas para ancianos

Unas pastillas milagrosas que te permitían pasar días sin dormir. Así recuerdan los que fueron jóvenes en los ochenta y noventa el Katovit, un complejo vitamínico con derivado de anfetamina

Foto: Montaje: EC.
Montaje: EC.

Haga la prueba. Pregunte a cualquier persona que pasó por el instituto o completó los estudios superiores en los años ochenta y noventa si recuerda el Katovit. Muchos soltarán un suspiro y sonreirán con nostalgia, a otros se les pondrán los ojos como platos. "Me hice la carrera entera con el Katovit", "aquello era magia, me pasaba la noche estudiando sin distraerme con nada, no he probado nada igual", “te pasabas una semana entera sin dormir pero luego el bajón era brutal”, "toda mi clase estaba enganchada a eso", "una amiga, al saber que iban a prohibirlo, encargó un montón de cajas a Inglaterra para poder terminar la carrera". Y así, una larga serie de anécdotas, todas parecidas: el Katovit era una especie de maná estudiantil que te quitaba la fatiga y te mantenía concentrado durante días enteros sin dormir, y todo a precio de saldo. Solo había que acercarse a la farmacia más cercana y pagar algo más de 200 pesetas por una caja de 20 grageas. Se administraba con receta, pero en casi todas las farmacias había barra libre. Es la generación Katovit. No ha vuelto a haber un fenómeno igual.

"Aquello se fue de las manos y lo terminaron suspendiendo. El Ministerio de Sanidad se dio cuenta de que los estudiantes lo usaban de forma indiscriminada y la marca lo retiró porque le creaba mala imagen", recuerda Juan Carlos Ruiz Franco, filósofo y autor del libro 'Drogas inteligentes, plantas, nutrientes y fármacos para potenciar el intelecto' (Editorial Paidotribo). Katovit, distribuido por laboratorios FEHR (hoy propiedad de Boehringer Ingelheim), se hizo famoso entre los estudiantes porque contenía un derivado anfetamínico en su composición, el clohidrato de prolintano. Por eso te mantenía estimulado física y mentalmente tantas horas como fuera necesario, aunque hay disparidad de opiniones sobre esto. Los estudiantes de los años ochenta y noventa se abalanzaron sobre estas grageas porque era lo más parecido a tomar drogas sintéticas con la bula de tu farmacéutico. Una tentación difícil de contener. De ahí el 'boom', que se prolongó durante muchísimos años, y el posterior veto administrativo.

placeholder Estudiantes, en una prueba de selectividad. (EFE)
Estudiantes, en una prueba de selectividad. (EFE)

Así justificó la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios su retirada: "El prolintano es un estimulante central derivado de dexanfetamina, que se encontraba comercializado en España asociado a un complejo vitamínico, con indicaciones como 'trastornos de la senectud y agotamiento por diversas causas', entre otras. Con motivo de las notificaciones que se recibieron en el Sistema Español de Farmacovigilancia (SEFV) de casos de tolerancia y dependencia, su balance beneficio/riesgo fue revisado en noviembre de 2001, proponiéndose la suspensión de comercialización como estimulante central. Finalmente, se anuló el registro de acuerdo con el laboratorio titular".

¿Cómo es posible que el Ministerio de Sanidad permitiese durante 34 años, desde su alta en el registro en 1967 hasta su baja en 2001, que miles de estudiantes se echaran en brazos de un derivado anfetamínico diseñado para ancianos? "La verdad es que lo del Katovit es un caso único. No se entiende que tardaran tantos años en retirar un medicamento cuyo uso claramente se había desviado. Estaba indicado para personas mayores con demencia, o para convalecencias tras una intervención quirúrgica, no para estudiantes en apuros", explica Celia Prat, responsable de formación de la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD).

Una ayuda química

"Los jóvenes hoy siguen buscando ayudas químicas para mejorar su rendimiento, pero no se ha producido otro caso similar al del Katovit", prosigue Prat. "El problema es que desde su retirada hemos perdido la percepción de lo que implica consumir sustancias estimulantes para mejorar el rendimiento escolar. Y eso es peligroso. Hoy, el lugar del Katovit lo ocupan las bebidas energéticas, que también son muy baratas y fáciles de conseguir, y los complejos vitamínicos. Pero también hay estudiantes que siguen usando medicamentos que solo se dan con receta, algunos también derivados de las anfetaminas".

Hoy, el lugar del Katovit lo ocupan las bebidas energéticas, que también son muy baratas y fáciles de conseguir

Sobre el poder mágico del Katovit hay discrepancias incluso hoy. Óscar López, vocal del Colegio de Farmacéuticos de Madrid, afirma que el prolintano "es una amina muy sintetizada" que casi guarda más parentesco con la cafeína que con las anfetaminas. "En el Katovit había mucho efecto placebo, creer que tomabas anfetaminas cuando en realidad era un estimulante a base de vitaminas y un mínimo de principio activo de la anfetamina. Había gente que se los tomaba de dos en dos y por eso sentían ese efecto más potente". Ruiz Franco es de la misma opinión: "Tenía efectos estimulantes, pero entraba mucho en juego la autosugestión. Hubo mucha confusión sobre sus efectos".

placeholder Bote de pastillas de prolintano, promocionado como suplemento para mejorar la concentración. (eBay)
Bote de pastillas de prolintano, promocionado como suplemento para mejorar la concentración. (eBay)

Esto explicaría en parte por qué el Ministerio de Sanidad tardó tanto tiempo en retirarlo del mercado. Y respondería también a la incógnita de por qué los farmacéuticos lo distribuían a mansalva y sin receta si te veían cara de estudiante. La anfetamina estaba tan diluida que o bien el farmacéutico sabía que eso en realidad no era anfetamina, o bien directamente desconocía su presencia y lo suministraba a los adolescentes como un complejo vitamínico más. Diversos estudios realizados poco antes de su desaparición no encontraron relación alguna entre su consumo y una mejora en la capacidad de aprendizaje.

Pastillas para el TDAH

El medicamento más parecido hoy al Katovit es el Rubifen, indicado para el tratamiento del trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) en los niños y adolescentes. Goza de cierta popularidad entre los jóvenes aficionados a los químicos, aunque a años luz de lo que fue el fenómeno Katovit. El Rubifen contiene metilfenidato, un psicoestimulante que tiene una estructura similar a la de la anfetamina, más potente incluso que el prolintano del Katovit. El Colegio de Farmacéuticos de Barcelona (CFB) confirma que muchas farmacias les contactan debido al número de jóvenes que acuden a comprar Rubifen, algunos incluso con recetas manipuladas.

Las farmacias advierten del elevado número de jóvenes que acuden a comprar Rubifen, algunos incluso con recetas manipuladas

"Todos aprendimos del fenómeno del Katovit y hoy es mucho más complicado que una farmacia te dé un medicamento con receta si no la tienes. Por eso el metilfenidato y otras sustancias opuestas como la benzodiazepina [un ansiolítico presente en Trankimazin, Orfidal y Lexatin, entre otros] no se distribuyen masivamente entre los jóvenes, como sí ocurrió con el prolintano hasta el año 2001. Aunque algunas personas los siguen obteniendo a través de sus familiares o en el mercado negro", apunta María Perelló, responsable del Centro de Información del Medicamento del CFB.

Prat, experta en drogodependencia de la FAD, confirma que el Rubifen y otras marcas de metilfenidato han tomado el testigo del Katovit a menor escala. "Los médicos tienen demasiada manga ancha a la hora de diagnosticar a un joven con TDAH, y para un joven es bastante sencillo simular hiperactividad si sabe, a través de sus amigos, que de esa forma tendrá acceso al Rubifen. No hay que alarmar a la gente, pero hay que estar atentos a este abuso de derivados anfetamínicos". Entre otros efectos secundarios, las anfetaminas perjudican el sistema circulatorio y el cardiovascular. Taquicardias y subidas de presión sanguínea son sus principales efectos.

placeholder Estudiantes concentrados durante un examen. (EFE)
Estudiantes concentrados durante un examen. (EFE)

¿Un adolescente que simula hiperactividad para hacerse con un medicamento para estudiar más? Puede ocurrir, pero probablemente lo que quiera es un potenciador para sus noches de fiesta. Es lo mismo que pasó con el Katovit. La alarma sanitaria no cundió porque miles de universitarios pasaban las noches en vela gracias a un derivado de anfetaminas, que también, sino porque muchos se llevaban un puñado de grageas en el bolsillo en sus noches de fiesta. Euforia y cero fatiga hasta el amanecer. ¿O tal vez efecto placebo?

Muchos jóvenes se llevaban unas cuantas grageas de Katovit para potenciar noches de fiesta

Óscar López, del Colegio de Farmacéuticos de Madrid, niega que exista cierto descontrol con los medicamentos para los TDAH. "Al contrario, el trastorno de déficit de atención está infradiagnosticado. Se ha mejorado mucho la composición de estos medicamentos y casi ninguno suelta la dosis de golpe sino que la va dosificando, por lo que no sirven para estar sobreestimulados o conseguir un subidón. Solo el Rubifen, que entrega la dosis de una sola vez, podría estar en el punto de mira".

Todos los expertos coinciden: los derivados de anfetamina pueden producir dependencia si se consumen en dosis elevadas. Es una incógnita cuántos de esos miles de jóvenes que en los ochenta y noventa popularizaron el consumo de Katovit luego se pasaron a drogas más duras, o si generó hábitos anfetamínicos en esos adolescentes. Lo que sí sabemos es que con su prohibición terminó la época dorada de las anfetaminas. En la 'Encuesta sobre uso de drogas en enseñanzas secundarias en España' (Estudes) del año 2002, un 5,5% de los estudiantes de entre 14 y 18 años consultados admitió haber tomado anfetaminas alguna vez. En la última encuesta de 2016, la cifra era del 1,7%. Un elevado 82,6% de los menores encuestados admite tomar estimulantes para mejorar su rendimiento académico, especialmente en época de exámenes. Desde bebidas energéticas a Durvitan, unas cápsulas que descargan 300 miligramos de cafeína en el organismo de forma prolongada, y que también estarían en el punto de mira.

"Hoy existen complejos vitamínicos más naturales y menos agresivos que hace 20 años. Recuperar el Katovit, que no dejaba de ser un complejo vitamínico, no tendría sentido", concluye Ruiz Franco. Compuestos como el deanol, el heptaminol o la sulbutiamina u otros estimulantes naturales como el ginseng no precisan receta y ayudan a estimular el sistema nervioso central sin el riesgo de generar hábitos de drogodependencia.

Haga la prueba. Pregunte a cualquier persona que pasó por el instituto o completó los estudios superiores en los años ochenta y noventa si recuerda el Katovit. Muchos soltarán un suspiro y sonreirán con nostalgia, a otros se les pondrán los ojos como platos. "Me hice la carrera entera con el Katovit", "aquello era magia, me pasaba la noche estudiando sin distraerme con nada, no he probado nada igual", “te pasabas una semana entera sin dormir pero luego el bajón era brutal”, "toda mi clase estaba enganchada a eso", "una amiga, al saber que iban a prohibirlo, encargó un montón de cajas a Inglaterra para poder terminar la carrera". Y así, una larga serie de anécdotas, todas parecidas: el Katovit era una especie de maná estudiantil que te quitaba la fatiga y te mantenía concentrado durante días enteros sin dormir, y todo a precio de saldo. Solo había que acercarse a la farmacia más cercana y pagar algo más de 200 pesetas por una caja de 20 grageas. Se administraba con receta, pero en casi todas las farmacias había barra libre. Es la generación Katovit. No ha vuelto a haber un fenómeno igual.

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