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La guerra electoralista entre el PSOE y Podemos irá a más y ya desmoviliza al feminismo
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Manifestación del 8-M

La guerra electoralista entre el PSOE y Podemos irá a más y ya desmoviliza al feminismo

Moncloa asume una escalada de las tensiones con los morados en lo que queda de legislatura. Pese al desgaste de ambos socios, se descarta una ruptura antes de las generales

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Chema Moya)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Chema Moya)
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Rebajar la tensión, pasar página e intentar recoser la coalición para limitar el desgaste. Esta era la actitud que expresaban diferentes ministros socialistas en un 8-M marcado por la ruptura de puentes con sus socios como resultado de la reforma de la ley del solo sí es sí. En la Moncloa, han evitado la autocrítica por cómo se han dado los debates feministas, con el trasfondo de una batalla por capitalizar electoralmente el movimiento, pero lo cierto es que ya tienen asumido que la escalada irá a más en los próximos meses. Las consecuencias de la bronca en el Ejecutivo son más que evidentes y este miércoles ya hubo una desmovilización importante en las calles de Madrid, que se presenta como un termómetro de hasta qué punto el escenario es muy delicado. Hubo una baja reseñable en el número de manifestantes con respecto a años anteriores, sin lograr sacudirse del todo la influencia del marco electoral instalado en el Congreso. Un clima que imponía el falso dilema de acudir a una marcha como rechazo al PSOE y apoyo a Podemos, o viceversa. En la capital se concentraron, según los datos oficiales de la Delegación del Gobierno, 27.000 personas sumando las dos convocatorias.

La escalada verbal entre socialistas y morados, no obstante, no tuvo eco directo en las calles. Aunque acusó su desmovilización, no hubo contagio ni en forma de pitidos, ni de lemas ofensivos contra partidos o dirigentes que protagonizaran las marchas. Y mucho menos de altercados u otras sorpresas desagradables. Algo que anticiparon que podría ocurrir algún tertuliano, titulares de prensa e, incluso, expolíticos como Pablo Iglesias. El exvicepresidente y exlíder de Podemos cargó el pasado domingo contra el PSOE por impulsar la reforma de la ley del solo sí es sí, en contra del criterio del Ministerio de Igualdad, y se preguntó retóricamente "a ver qué se encuentran en la manifestación del 8-M". Todo quedó en las instituciones, sin salir a la calle.

El Ejecutivo ya trató antes de las manifestaciones de buscar una salida a la fractura interna. La orden de Pedro Sánchez de apaciguar las tensiones, tras elevarse el cruce de acusaciones desde la misma tribuna del Congreso en el debate de la reforma, se centró en "no entrar en provocaciones" y practicar "la templanza". El análisis de la situación, sin embargo, es más pesimista y desde la Moncloa se asume con resignación que habrá una escalada de las tensiones en lo que queda de legislatura. Los llamados "minutos de la basura" entre los grupos más cercanos al Ejecutivo, en referencia al parón legislativo por el contagio del clima preelectoral, se convierten así en los minutos de la confrontación.

La cercanía de las elecciones está detrás de este aumento de las hostilidades, según la lectura que comparten fuentes de la cúpula de Ferraz. Por tanto, no solo entienden que difícilmente cesarán, sino que podrán ir a más. El tono en las declaraciones este miércoles de la ministra de Igualdad, Irene Montero, tampoco invita al optimismo. Montero volvía a calificar en los pasillos del Congreso como "una mala noticia para los mujeres de este país que el PSOE se haya dado la mano con el PP para iniciar un camino que puede llevarnos a volver al Código Penal de la violencia y la intimidación", lo que llamó "el Código Penal de la Manada". Solo unas horas antes de la manifestación por el 8-M, acusaba a los socialistas de "faltar a la conquista que las mujeres han hecho en la calle".

Foto: La ministra de Igualdad, Irene Montero, este martes, antes de la votación en el Congreso sobre la reforma de la ley del solo sí es sí. (EFE/Mariscal)

Los socialistas aseguran que no contribuirán a esta esperada escalada y que pondrán de su parte para "mejorar el clima". En esta línea, un ministro socialista concluía que "cada uno se pone en su sitio hablando". Su conclusión es que estos choques no los capitaliza ningún partido de la coalición, pero deslizaba que los más penalizados por los "excesos verbales" serán los morados. "¿Cómo queda Irene [Montero]?", se preguntaba retóricamente, al tiempo que también reconocía el "papelón" para la líder del espacio de Unidas Podemos, Yolanda Díaz.

Unas conclusiones que refuerza un sondeo de Metroscopia sobre "el feminismo en la España de 2023". El 60% de los consultados califica como mala o muy mala la gestión del actual Ministerio de Igualdad y solo el 27% la considera buena o muy buena. Solo aprobaría entre el electorado de Unidas Podemos, con el 77%, mientras que entre los socialistas se limitan al 45% quienes la evalúan positivamente. Eso sí, se ve a Unidas Podemos como el partido que más apoya la igualdad.

Las negociaciones dentro de este espacio para formar una candidatura conjunta que evite su división en dos, con Podemos por un lado y Yolanda Díaz y el resto de aliados (PCE, IU y comunes) por otro, han sido el principal pegamento para no romperse internamente en la votación sobre la reforma. Este escenario hubiera precipitado también la ruptura de las negociaciones para articularse bajo una misma lista electoral. Fuentes de la dirección de Unidas Podemos subrayan que el espacio está unido, aunque reconocen "criterios distintos" a la hora de posicionarse en la reforma impulsada por los socialistas para evitar las rebajas de penas a agresores sexuales, que superan ya las 700. Otros miembros del espacio que no forman parte de Podemos entienden que en el debate "sobraron" algunas acusaciones "por parte de ambos". "Obviamente, no fue constructivo", sentencia otro diputado, dejando entrever las diferencias en lo que respecta a la decisión de no frenar la escalada verbal contra sus socios.

El diagnóstico compartido tanto por PSOE como por los diferentes actores que conforman Unidas Podemos es que no van a romper la coalición tras esta crisis. Ni Pedro Sánchez tiene intención de cesar a la ministra de Igualdad, pese a la desautorización de facto que supone forzar la reforma de una ley estrella de su departamento con su rechazo, ni tampoco creen en las filas socialistas que Irene Montero o la otra dirigente de Podemos en el Gobierno, Ione Belarra, vayan a dimitir. La propia titular de Igualdad insistía este miércoles en que "lo que está en riesgo en este momento no es el Gobierno de coalición, son los derechos de las mujeres". No habrá ruptura, aunque el estado de la coalición quedaba reflejado con la decisión de Pedro Sánchez de no acudir al acto institucional por el 8-M que organiza el Ministerio de Igualdad, como sí hizo en los dos últimos años, y por apartar a este departamento de la ley sobre paridad aprobada este martes en el Consejo de Ministros.

En público y en privado, desde el ala socialista del Ejecutivo se afanaban en negar una ruptura de la coalición tras consumarse esta fractura, con la lucha por capitalizar la bandera feminista de fondo. El ministro de la Presidencia, Félix Bolaños, vaticinaba que "hay Gobierno para rato" y confiaba en mejorar el clima dentro de la coalición, mientras que la titular de Hacienda, María Jesús Montero, apuntaba que "queda camino por recorrer y vamos a agotar la legislatura". "Nos une más de lo que nos separa", concluía la también vicesecretaria general de los socialistas. El 8-M, precedido por la fractura en la reforma de la ley del solo sí es sí, ha marcado un punto de inflexión entre los socios. Y según asumen en la parte socialista, el contexto electoral no facilitará su desescalada.

Rebajar la tensión, pasar página e intentar recoser la coalición para limitar el desgaste. Esta era la actitud que expresaban diferentes ministros socialistas en un 8-M marcado por la ruptura de puentes con sus socios como resultado de la reforma de la ley del solo sí es sí. En la Moncloa, han evitado la autocrítica por cómo se han dado los debates feministas, con el trasfondo de una batalla por capitalizar electoralmente el movimiento, pero lo cierto es que ya tienen asumido que la escalada irá a más en los próximos meses. Las consecuencias de la bronca en el Ejecutivo son más que evidentes y este miércoles ya hubo una desmovilización importante en las calles de Madrid, que se presenta como un termómetro de hasta qué punto el escenario es muy delicado. Hubo una baja reseñable en el número de manifestantes con respecto a años anteriores, sin lograr sacudirse del todo la influencia del marco electoral instalado en el Congreso. Un clima que imponía el falso dilema de acudir a una marcha como rechazo al PSOE y apoyo a Podemos, o viceversa. En la capital se concentraron, según los datos oficiales de la Delegación del Gobierno, 27.000 personas sumando las dos convocatorias.

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