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"Es terrorífico que el emérito sea amigo de los monarcas que más vulneran a las mujeres"
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"Es terrorífico que el emérito sea amigo de los monarcas que más vulneran a las mujeres"

Noor Ammar Lamarty dice en esta entrevista a El Confidencial que es incómoda y que no se calla. No le gusta Vox, Irene Montero la ha decepcionado y se remueve en el asiento cuando escucha que el velo empodera a la mujer

Foto: Entrevista a Noor Ammar Lamarty. (Ana Beltrán)
Entrevista a Noor Ammar Lamarty. (Ana Beltrán)

Noor Ammar Lamarty acaba de cumplir 24 años. Llega a la librería Mujeres, cercana a la Plaza Mayor, acompañada de su madre. Con ella se irá cuando acabe la entrevista a tomarse un chocolate con churros a San Ginés. Nacida y criada en Marruecos, podría haberse dedicado al diseño de moda y hoy estaría cortando patrones en un estudio. Pero optó por guerrear a su manera. Vino a vivir a España y decidió dar voz a mujeres como ella, procedentes de contextos islámicos, que sufren desigualdad, maltrato y silencio. "Si no lo hacemos nosotras, las que podemos decir lo que queremos, ¿quién va a hacerlo?", dice.

Está a punto de acabar Derecho y es fundadora de la revista 'Women by women'. Con ella trabajan otras once mujeres que escriben artículos pero también promueven campañas, como esa con la que arrancaron el proyecto para hablar de las presas saudíes; ahora están con otra para gestionar solicitudes de evacuación de las afganas que son perseguidas por el régimen talibán.

Dice que es incómoda y que no se calla. No le gusta Vox, Irene Montero la ha decepcionado y se remueve en el asiento cuando escucha que el velo empodera a la mujer. "Es reírse del sufrimiento de muchas que no han tenido otra opción que ponérselo", afirma. Lo difícil, añade, es quitárselo.

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Foto: Ana Beltrán.

PREGUNTA. Se define como activista y feminista. Habrá gente que deje de leer desde este mismo momento.

RESPUESTA. Me siento cómoda con esas etiquetas porque hay que llamar a las cosas por su nombre. No sé exactamente en qué momento me hice activista, pero es una forma de decir que haces algo por una causa, que en mi caso es denunciar la opresión que viven las mujeres en el mundo árabe. Si tiene peso aquí la palabra activista, imagina lo que implica allí. Somos tildadas como las locas que defienden las causas perdidas y eso está muy bien.

En cuanto al feminismo, te digo lo mismo. Se quiere convertir la palabra en algo nocivo y equipararlo con un supremacismo de la mujer frente al hombre cuando ni siquiera estamos cerca de la igualdad real. Vengo de un mundo donde esa discriminación, además, es legal. No tengo miedo a lo que me puedan llamar. Cuanta más violencia recibes más te acostumbras a aceptar que es tu papel. Si es el precio a pagar, lo pagas y punto.

P. Detrás de usted hay imágenes de otras a las que llamaron locas. Virginia Woolf, Sylvia Plath, Frida Kahlo, Clara Campoamor. A ver si al final va a ser un piropo.

R. En el fondo es porque hablar del feminismo supone cuestionar todo el sistema, desmontarlo y pedir respuestas. Eso molesta e incomoda incluso a las que ya están cómodamente posicionadas abajo. El machismo tiene grandes cómplices y hay muchas mujeres que permiten que se siga perpetuando porque les da miedo replantearse cosas.

Lo primero que han hecho las revoluciones en el mundo árabe es acabar con el único aliento que tenían las mujeres. La iraní de los años 70 encarceló a todas las que defendían un modelo laico y de emancipación y eso es lo que pasa ahora en Afganistán. Quizá es el momento de preguntarse por qué somos las primeras víctimas cada vez que alguien quiere establecer un orden autoritario. La igualdad es una cuestión de justicia.

Foto: Ebabba Hameida. (Saâd Jebbour)

P. Hemos empezado la charla un poco sin anestesia. Cuéntenos su recorrido vital y profesional hasta el punto en el que se encuentra ahora, por favor…

R. Me fui de Tánger con 18 años, cuando acabé segundo de bachillerato. Estudiaba en un colegio español, así que puede decirse que me he criado un poco entre dos mundos. Gracias a mi familia he tenido la suerte de estudiar en un sitio en el que se nos abrían muchas ventanas mientras que fuera estaba el mundo real. Era un puro dilema. En un sitio éramos iguales hombres y mujeres y en el otro te insultaban por cómo ibas vestida o por el mero hecho de ser mujer.

Vine a España y estuve viviendo un año en Granada. Luego vine a Madrid porque quería hacer la carrera de Derecho, estudios en los que aún sigo. Me puse a colaborar con medios de comunicación y me especialicé en zona MENA (siglas en inglés de Oriente Próximo y Norte de África) y género e infancia. Escribí sobre el atentado de Charlie Hebdo, la prohibición del burkini en las playas de Francia… Pero me sentí bastante censurada aquí, la verdad.

P. ¿Qué clase de censura?

R. Bueno, frases tipo: "En Marruecos no os apalean mucho. Estáis mal, pero no tanto". Y siempre, claro, desde una mirada masculina. Acabé agotada, muy harta. ¿Qué pasa, que si escribo sobre las mujeres en Irán está mal porque entonces no os darán la mano cuando vayáis a la embajada? Sinceramente, no les apetecía que contara la verdad.

Cuando llegó la pandemia decidí montar mi propia revista ('Women by women') porque no quería que le pasara a otras mujeres lo mismo que a mí. No es un medio grande, somos doce mujeres, pero damos voz a lo que otras sufren. Empezamos con una campaña que hablaba de las presas en Arabia Saudí y para ello creamos un equipo que habla varios idiomas para comunicarnos con las saudíes, las yemeníes, las egipcias, las sirias... Había que contar esas historias.

En aquel momento también trabajaba en Women’s Link, que es una organización que trabaja con mujeres y niñas y usa el Derecho para mejorar sus vidas. Ahí conocí lo que hacen las jornaleras en Huelva, por ejemplo, y supe que quería enfocar mi medio a lo jurídico. Que no sea algo ajeno a la gente. Que sepan que sirve para algo, que nos hace falta. Ahora, por ejemplo, estamos ayudando con las solicitudes de evacuación de las mujeres afganas que están perseguidas.

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Foto: Ana Beltrán.

P. El Rey emérito sigue en Abu Dabi…

R. Me salen sarpullidos con este tema. Y me parece terrorífico cómo no es una vergüenza para España que esté en ese país y sea amigo de los monarcas que más vulneran los derechos de las mujeres. No salgo de mi asombro.

P. ¿Cuántas veces le han pedido que se cambie a un trabajo más tranquilo?

R. Creo que mi madre estaría encantada (se ríe), pero ya está acostumbrada. Me han dicho muchas veces que no me complique, que en el fondo yo estoy bien, que no he sufrido un matrimonio forzoso… pero es lo que digo siempre: si no somos nosotras, las que hemos podido estudiar y trabajar y decimos lo que pensamos, ¿quién lo hará? Yo estaría muy feliz en un estudio cortando patrones y me dedicaría al diseño de moda, pero estoy muy segura de lo que estoy haciendo.

P. Hablemos de prejuicios. Le planteo algunos supuestos: por ser mujer, por su procedencia, que hayan cuestionado sus planteamientos por su edad, por ciertos privilegios de los que han carecido otras mujeres… ¿Ha sentido algo parecido?

R. Digamos que he sentido que para tener voz tenía que cumplir con determinados estándares.

"Si no somos nosotras, las que hemos podido estudiar y trabajar y decimos lo que pensamos, ¿quién lo hará?"

P. ¿Cuáles?

R. El hecho de que por ser una mujer que no lleva velo sea más libre. Mira que sobre el velo yo tengo una opinión bastante sesgada, pero se da por hecho que si no lo llevas ya estás emancipada, como si en nuestros países de origen no hubiera mujeres sin velo que sufren.

Por la edad también he sentido ciertos prejuicios, como si el hecho de ser joven me impidiera saber cómo es la vida. Tengo 24 años, pero a lo mejor muchos no saben lo que he vivido…

Y soy marroquí, así que se me ha tildado de todo. Me han llamado mora de mierda y también me han dicho que fomento mucho el racismo. Puro equilibrio (sonríe).

P. ¿Cuál es esa opinión sesgada que tiene sobre el velo?

R. No considero que sea un símbolo de libertad, y no lo consideraré jamás. No se puede gritar en honor al feminismo y a la libertad de las mujeres con un velo en la mano mientras siga asfixiando a miles de mujeres que no tienen la opción de no llevarlo.

"Por la edad también he sentido ciertos prejuicios, como si el hecho de ser joven me impidiera saber cómo es la vida"

P. ¿A cuánta gente ha decepcionado por esa opinión?

R. A mucha. A la gente que me conoce y que sabe que no es un discurso de odio, sino un puro posicionamiento político como feminista, no. Saben desde donde lo digo porque sé lo que implica y lo que simboliza. Que estando en España me vengan a hablar de que el velo empodera, me duele. Pero me duele por ellas.

P. ¿Cuál es su reacción cuando lo oye?

R. Cuento hasta diez y escucho mucho.

P. Hace tres años decía en una entrevista que una cosa es ponérselo y otra quitárselo. ¿Lo mantiene?

R. Por supuesto. Incluso se trata de manera diferente a las mujeres según lo lleven o no. Hay hasta límites físicos, porque no las tocas igual. Es algo que vivo cuando comparto tiempo con algunas de mi comunidad de origen y negarlo es mentir. También conozco mujeres con velo que son libres y son las primeras en partirse la cara por otras. Viven en España, Afganistán o Egipto.

"También conozco mujeres con velo que son libres y son las primeras en partirse la cara por otras. Viven en España, Afganistán o Egipto"

P. El uso de esta prenda en los colegios ha sido tema de debate en España…

R. Yo lo limitaría hasta secundaria como mínimo. Si educas a una mujer desde pequeña diciéndole que su cuerpo es pecaminoso y que no debe aceptar su biología natural porque provoca reacciones en los hombres, cargas de culpa a esa niña. Le estás diciendo que va a tener que llevar una vida diferente a la de su hermano varón. Eso es intervenir en el desarrollo de un menor. Es adoctrinamiento en estado puro.

P. ¿Ha hablado de esto con alguien del Ministerio de Igualdad?

R. Políticamente soy muy crítica con la ministra. No es nada personal, por supuesto, pero creo que se deja a muchas mujeres por el camino. Al principio me encantaba. Una mujer joven, de izquierdas, con perspectiva, y de repente…

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Foto: Ana Beltrán.

P. ¿A quiénes se deja por el camino?

R. A las migrantes, a las menores extranjeras no acompañadas de las que nadie habla y están más expuestas que ellos. No me han sorprendido las últimas noticias acerca de ellas. Que por cierto no basta con publicarlas porque da mucho morbo, hay que estar en contacto con ellas, entender sus contextos de origen. ¿Y qué se hace con ellas? Nada.

También se ha abandonado a las mujeres en contextos islámicos que están expuestas a maltrato y viven encerradas. Muchas de ellas son obligadas a casarse a los 17 años y por tanto víctimas de violaciones conyugales, cargadas de hijos que no quieren tener y con traumas que se trasladan a los niños. Pero algunas tienen miedo de que las llamen racistas, porque está más de moda ser un relativista cultural.

P. Si le decepciona el Ministerio de Igualdad del supuestamente gobierno más progresista de la historia, ¿qué piensa acerca de un posible gobierno liderado por PP y Vox?

R. Pues creo que estaríamos en el principio de la decadencia de España. Un partido que sea capaz de negociar con otro que no cree en la igualdad efectiva entre hombres y mujeres como Vox… No podemos hablar de democracia si no creemos en la igualdad, y Vox tiene mujeres que están convencidas de que no existe ningún problema estructural en la sociedad. Dios mío, cómo puedes negar el sufrimiento de tantas por tu posición política… pero no me extraña, porque hay mujeres en el mundo árabes muy parecidas, como las cercanas a los Hermanos Musulmanes en Egipto, en Marruecos, en Argelia, que creen fervientemente en el estatus de inferioridad de las mujeres frente a los hombres.

Noor Ammar Lamarty acaba de cumplir 24 años. Llega a la librería Mujeres, cercana a la Plaza Mayor, acompañada de su madre. Con ella se irá cuando acabe la entrevista a tomarse un chocolate con churros a San Ginés. Nacida y criada en Marruecos, podría haberse dedicado al diseño de moda y hoy estaría cortando patrones en un estudio. Pero optó por guerrear a su manera. Vino a vivir a España y decidió dar voz a mujeres como ella, procedentes de contextos islámicos, que sufren desigualdad, maltrato y silencio. "Si no lo hacemos nosotras, las que podemos decir lo que queremos, ¿quién va a hacerlo?", dice.

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