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¿Es racista la mayor organización LGTB de Estados Unidos?
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¿Es racista la mayor organización LGTB de Estados Unidos?

Una espiral de acusaciones tiene en vilo a Human Rights Campaign (HRC) tras el despido de Alphonso David, su primer presidente negro

Foto: Manifestación bajo el lema 'Black Lives Matter'. (EFE/EPA/Pelle Rink)
Manifestación bajo el lema 'Black Lives Matter'. (EFE/EPA/Pelle Rink)

Las olimpiadas de la opresión en Estados Unidos son muy divertidas vistas desde la distancia. Aquí somos unos aficionados, la verdad, por más que se esfuercen algunos. Las guerras culturales americanas producen culebrones muy superiores en emoción a los de HBO y los de la televisión venezolana. Leo en 'The Washington Post', por ejemplo, el cirio que se ha montado alrededor de la organización de defensa del colectivo LGTB más grande del país. La crónica es muy seria, pero parece una de las parodias de Tintania McGrath. Hay de todo: racismo, acoso sexual, nepotismo y paranoia.

Trataré de explicarlo. Una espiral de acusaciones tiene en vilo a Human Rights Campaign (HRC) tras el despido de Alphonso David, el primer presidente negro de su historia. La inmensa y millonaria organización de la minoría LGTB, con tentáculos en las administraciones y contactos del más alto nivel político, y aires de 'lobby', se oscurece ahora bajo la sombra del racismo. Compuesta (en principio) por estadounidenses progresistas y comprometidos a tope con los derechos humanos, ve cómo se desata en su seno una caza de brujas entre la parte negra y la parte blanca.

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La culpa de todo la tiene, de rebote, Satanás. Me refiero al exgobernador demócrata del Estado de Nueva York, Andrew Cuomo, sátiro caído en desgracia tras un montón de acusaciones de acoso sexual probadas en una comisión. El caso de Cuomo es fantástico porque ha puesto a un buen montón de intachables demócratas ante el espejo de su propia hipocresía. Muchos han tratado de ayudarlo —por lo bajini— a aplastar a las mujeres que lo denunciaban sin quitarse en ningún momento las chapas de apoyo al #MeToo que lucían en las chaquetas. ¡Ha sido magnífico!

¿Cómo salpica esto a HRC? Cuomo era 'uno di noi', y resulta que Alphonso David, el presidente negro de organización, había trabajado con él en el pasado reciente. Cuando Cuomo se vio envuelto por la primera acometida de acusaciones, intentó librarse. Tiró de todos los hilos de la piñata, llamó a toda su agenda —que no es poca— y contactó con su antiguo colaborador para que lo asesorase. El presidente de HRC aceptó. Envió a Cuomo información reservada, le ayudó en la redacción de una carta conjunta para recoger firmas y todo esto sentó como un tiro a las bases de la organización.

En Estados Unidos se es racista en cuanto te acusan de serlo

La temperatura fue aumentando y la junta directiva de HRC terminó suplicando a David que dimitiera. El señor no quiso hacerlo, así que en septiembre de 2021 lo echaron. Ahora David va diciendo por ahí que lo han echado por ser negro. No para de dar entrevistas para describir el infierno racista en el que ha tenido que desenvolverse en esa organización… ¡a cuya presidencia exige ser readmitido de inmediato! Si no lo entendéis, estáis mentalmente sanos.

* Nota importante para lo que viene a continuación: en Estados Unidos no se es racista por albergar sentimientos de hostilidad o desprecio hacia gente de otras razas. En Estados Unidos se es racista en cuanto te acusan de serlo.

El increíble progresismo racista

¿Es HRC una organización regida por la supremacía blanca? ¿Son los homosexuales blancos unos cabrones con los homosexuales negros? Después de su despido, Alphonso David ha dicho que le pagaban menos que los antiguos presidentes blancos de la organización, que le exigían que no pusiera tanto énfasis en que es negro cuando daba discursos, y que trataban de boicotear su trabajo. Su abogado ha presentado una demanda millonaria.

Joni Madison, quien lo ha sucedido en el cargo, lo niega todo. ¿Pero cómo vamos a ser racistas, si somos demócratas? Recalca que el motivo del despido es que no se puede asesorar a un depredador sexual y presidir una organización comprometida contra el acoso, y se pregunta por qué, si había tanto racismo, David permaneció dos años como presidente y no ha dicho nada hasta que lo han echado a la calle.

La pregunta que se hacen en el 'Washington Post' es si realmente despidieron a David por ser negro, y a mí me parece bastante dudoso

Pero la cosa se complica más y más. Michael Vázquez, activista afrolatino, ha levantado la voz para disparar en todas direcciones. Dice: "No creo que Alphonso se equivoque al decir que existe una cultura de racismo y supremacía blanca, así como desigualdades salariales generalizadas, pero informamos de muchos de estos problemas a Alphonso, a Recursos Humanos y al Consejo General mientras él presidía la organización, y nada parecía cambiar".

La pregunta que se hacen en el 'Washington Post' es si realmente despidieron a David por ser negro, y desde el Mediterráneo, ajenos a la histeria, parece bastante dudoso. Lo que sí queda claro es que lo eligieron para el cargo por ser negro. Salpicada por la sospecha de no prestar suficiente en apoyo de la comunidad afroamericana, la organización HRC acabó tirando de la manga de David. Lo que sucedió a continuación fue una lección de cómo el ensimismamiento identitario esclerotiza todo lo que toca.

Sensaciones

Espigo algunas de las anécdotas que nos brinda el 'Post' en esta parodia involuntaria. En 2019, con la ebullición de Black Lives Matter, HRC decidió nombrar como presidente a un activista negro y eligieron a David para lavar la cara de la organización. Esto, lejos de aliviar la tensión racial, echó más gasolina al fuego. El ambiente de suspicacia y rivalidad en el 'lobby' era radiactivo en este momento, y después se convirtió en Chernóbil.

Algunos ejemplos: en 2015, una investigación interna sobre el ambiente laboral en HRC recogió los comentarios de algunos trabajadores negros y latinos, que decían tener la sensación de que estaban en un "club de hombres homosexuales blancos". Subraye usted la palabra "sensación", porque va a cobrar una importancia descomunal en los tres próximos párrafos.

En 2018, un alto cargo tuvo que dimitir por una polémica que aquí podrá sonar exagerada, pero que en Estados Unidos es el pan nuestro de cada día. Resulta que este directivo había usado "la palabra n" ('nigger': tabú absoluto) en una conversación informal con otros empleados. En aquel país, mencionar esta palabra, ni que sea en 'petit comité', se considera una prueba de racismo innegable. Las palabras del directivo causaron una profunda sensación de inquietud.

Foto: Joe Rogan durante un episodio de su podcast. (PowerfulJRE)

Ahora, tras el despido del presidente David, otro extrabajador negro ha escrito una carta donde explica que, cuando se anunció su contratación, las "expresiones faciales" y el "lenguaje corporal" de sus colegas blancos "sugerían desaprobación". "Sin embargo, no me sorprendió, pues durante décadas y sobre todo en los últimos años, HRC ha tenido problemas para abordar el racismo interno del personal".

Por su parte Richard Brookshire, también negro, dice que cuando él entró en la organización se le acercó el personal "no blanco" para aconsejarle: "no te fíes de nadie", como dándole a entender que en esta organización aparentemente progresista había mucho Ku Klux Klan. Y reflexiona: "mucho racismo en las organizaciones progresistas está en lo que no se dice, en lo que no se hace… Puedes sentir eso. Puedes sentir cuando estás siendo excluido".

Sentir, sentir, sentir. Pocas ocasiones tenemos de observar una panorámica tan precisa de lo que pasa cuando alimentas la suspicacia hasta convertirla en un tambor de batalla. El racismo en la izquierda estadounidense es una cuestión subjetiva. Si alguien piensa que lo eres, por algo será, y no hay mucho más que añadir. Así es como naufraga en polémicas inanes una poderosa organización.

Uno se pregunta si la mayor amenaza para sus intereses es el auténtico supremacismo nacionalpopulista, o ellos mismos.

Las olimpiadas de la opresión en Estados Unidos son muy divertidas vistas desde la distancia. Aquí somos unos aficionados, la verdad, por más que se esfuercen algunos. Las guerras culturales americanas producen culebrones muy superiores en emoción a los de HBO y los de la televisión venezolana. Leo en 'The Washington Post', por ejemplo, el cirio que se ha montado alrededor de la organización de defensa del colectivo LGTB más grande del país. La crónica es muy seria, pero parece una de las parodias de Tintania McGrath. Hay de todo: racismo, acoso sexual, nepotismo y paranoia.

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