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Josué, el niño desaparecido al que todos hemos olvidado
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Se sospecha del padre

Josué, el niño desaparecido al que todos hemos olvidado

Isabel, su madre, lleva sin ver a su hijo desde 2006, son quince largos años, y para cubrir esa ausencia llenó hace tiempo la casa de fotografías suyas

Foto: Un coche de la Guardia Civil. (EFE)
Un coche de la Guardia Civil. (EFE)

La historia de este país es también la de sus crímenes y desaparecidos. Hay casos más famosos que generan una enorme ola de solidaridad, manifestaciones en las calles y miles de minutos en televisión, líneas en los periódicos y horas de radio. Otros, nadie sabe por qué, pasan más desapercibidos, aunque a los padres de las víctimas les une un sentimiento idéntico: el dolor por la ausencia y la necesidad de saber. Uno de estos casos humildes, que no han calado en demasía en la opinión pública, es el de Josué Monge. Desapareció en Dos Hermanas, Sevilla, la tarde del 10 de abril de 2006, cuando tenía solo 13 años. Isabel, su madre, lleva sin ver a su hijo desde entonces, son quince largos años, y para cubrir esa ausencia llenó hace tiempo la casa de fotografías suyas.

"Yo he sido una mujer maltratada durante 22 años", explica Isabel en alguna de las entrevistas que ha dado a lo largo de los años. "Tanto psicológicamente como físicamente". Acusa a Antonio, el que fuera su marido y padre de Josué. "Él me pegaba cuando el mayor de mis tres hijos de 18 años se iba de casa, pero los que sí estaban eran Josué y el pequeño, Andrés. En 2004 acudí al Instituto de la Mujer a pedir ayuda, porque el padre de mis hijos hijos no paraba de amenazarme: "¡Te voy a matar!". Aguanté hasta el 2006 y después de darle muchas vueltas le pedí la separación. Se lo comuniqué en el mes de marzo y mira lo que ocurrió". Se refiere al lunes 10 de abril. Aquella tarde Josué le pidió permiso a su madre para irse con la bicicleta a ver a Robert, un amigo y quedarse a dormir con él. Ella le dio permiso.

Foto: El legionario fallecido Alejandro Jiménez Cruz.

"Esa misma tarde mi marido estuvo fuera de casa unas cinco horas y cuando llegó venía con una ropa diferente a la que llevaba cuando se fue", explica Isabel. Aún sin saber todavía que su hijo ya estaba desaparecido, le preguntó a su esposo la razón del cambio. Antonio respondió que había estado en la iglesia buscando una tienda de campaña y vino a sugerir que se había roto o ensuciado la ropa y por eso se había mudado. Tiempo después "los policías comprobaron que era una mentira, no había tienda ni nada", recuerda la madre de Josué.

La noche en la que el pequeño en teoría se había ido a dormir a casa de su amigo, Isabel durmió mal: "Tuve una premonición. Soñé con que desaparecía", pero no le dio más importancia hasta que al día siguiente, a las diez y media de la mañana, a la hora a la que habían quedado que él regresara para comprar ropa, no se presentó. Isabel llamó a casa de Robert, pero su familia le respondió que Josué no había pasado la noche allí y que no tenían ni idea de su paradero.

Los pasos siguientes fueron los habituales en estos casos. Acudir a la comisaría de policía, desesperados a pedir ayuda. Al principio los agentes pensaron que se trataba de una fuga voluntaria. El menor había desaparecido con una bicicleta, 30 euros, llevaba una mochila y en el ambiente flotaba la noticia de los ocho suspensos que había tenido en la última evaluación. Quizá se perdió un tiempo precioso, porque hasta el viernes siguiente, el 14 de abril, los investigadores no llamaron a su presencia a los padres. Uno acudió por la mañana, el otro por la tarde.

Foto: Foto de archivo de los padres de Marta del Castillo y el abuelo. (EFE)

Desde el principio, Antonio, el esposo, estuvo en el foco de las sospechas. A los malos tratos se unía su comportamiento extraño. Horas después de presentar la denuncia, dos amigas de Isabel acudieron a casa a estar con ella y darle consuelo. "Me preguntaron dónde estaba Antonio y les respondí la verdad, que estaba durmiendo porque decía que al día siguiente tenía que trabajar". ¿Quién puede conciliar el sueño con un hijo de 13 años desaparecido? ¿Por qué no participó en ninguna búsqueda? Aquellos datos despertaron los recelos de los investigadores, pero, desgraciadamente no le hicieron ningún seguimiento ni hubo autorización para balizarle el coche.

"Una de las frases que me dijo en aquellos días fue: "Yo me quiero morir. Me voy a quitar la vida para encontrarlo en el cielo"'. ¿Cómo sabía él que Josué estaba muerto?". Isabel fue acumulando sospechas hasta que un día se enfrentó a él y le acusó de estar detrás de la desaparición de su hijo. Que por favor le dijera dónde estaba. Antonio lo negó, pero al día siguiente, trece días después de que a Josué se le tragara la tierra, despareció con su furgoneta blanca.

Desde entonces nadie ha vuelto a saber de ninguno de los dos, ni tampoco se ha encontrado el coche ni la bicicleta. Los investigadores creen que el padre se llevó al niño, lo mató y luego se suicidó. Para justificar la ausencia del coche especulan con que se pudo tirar por algún acantilado al mar. ¡Quién lo sabe! Otras teorías apuntan a que se fue del país con el pequeño que ahora tendría 28 años. "Una hombre avisó a la policía de que aquel verano había visto a Antonio con una mujer, mi hijo y otros niños en un mercadillo. Iban diciendo que pertenecían a una ONG y pidiendo dinero para viajar a África", recuerda Isabel, pero aquella pista se quedó en nada. Quince años después, las dudas, la necesidad de saber y el dolor siguen caminando de la mano.

La historia de este país es también la de sus crímenes y desaparecidos. Hay casos más famosos que generan una enorme ola de solidaridad, manifestaciones en las calles y miles de minutos en televisión, líneas en los periódicos y horas de radio. Otros, nadie sabe por qué, pasan más desapercibidos, aunque a los padres de las víctimas les une un sentimiento idéntico: el dolor por la ausencia y la necesidad de saber. Uno de estos casos humildes, que no han calado en demasía en la opinión pública, es el de Josué Monge. Desapareció en Dos Hermanas, Sevilla, la tarde del 10 de abril de 2006, cuando tenía solo 13 años. Isabel, su madre, lleva sin ver a su hijo desde entonces, son quince largos años, y para cubrir esa ausencia llenó hace tiempo la casa de fotografías suyas.

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