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Carta de un padre al presunto asesino de su hijo: "Eres un cobarde"
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Segundo aniversario del fallecimiento

Carta de un padre al presunto asesino de su hijo: "Eres un cobarde"

"Aquella bala rompió en mil pedazos mi alma. Espero que cada día cuando cierres los ojos al irte a dormir veas su cara"

Foto: El legionario fallecido Alejandro Jiménez Cruz.
El legionario fallecido Alejandro Jiménez Cruz.

Alejandro Jiménez Cruz cumplió su sueño a los 21 años. A esa edad logró convertirse en Caballero Legionario. El verde era su color, no había nada más en la vida. Nació legionario y murió legionario. Apenas cinco meses después de entrar en el Ejército, durante un ejercicio de tiro con fuego real en Alicante, recibió un impacto en el corazón y murió. El grupo de homicidios de la Guardia Civil del lugar luchó contra las mentiras, medias verdades y ocultaciones y logró resolver el caso: están convencidos de que el sargento Saúl Guil Pérez, quien dirigía el ejercicio y no debía llevar arma, disparó de forma imprudente y temeraria y mató a Alejandro. Las pesquisas, además, descubrieron muchas irregularidades. Han pasado dos años y todavía no se ha celebrado el juicio y a su padre se le va muriendo el alma cada día, a pedacitos.

Esta es la carta que escribió al responsable de la muerte de su hijo justo al cumplirse el segundo aniversario del fallecimiento: “Tal día como hoy, 25 de marzo, hace dos años un proyectil que salió del fusil que tú mantenías en tus cobardes manos segó la vida de mi hijo. Solo tenía 21 años. No solo lo mataste a él, también a mí, que camino por este mundo pero vivo en las sombras; pero claro, eso a ti te da lo mismo. Ni lo tienes presente como yo cada segundo que pasa”.

Foto: El legionario fallecido, Alejandro Jiménez Cruz

La carta continúa descarnada: “Durante estos 2 malditos años te has dedicado a mentir para ocultar tu cobardía, un Caballero Legionario es un hombre recto, que lleva la honestidad por bandera y que sabe afrontar con sinceridad y valentía sus acciones. Tú no cumples ninguno de estos parámetros ni te enfrentas a los actos de los que fuiste responsable, pero para que no te olvides de lo que hiciste te voy a refrescar la memoria: realizabas junto a mi hijo un ejercicio de tiro en el que no debías participar salvo para instruir y corregir. No debías abrir fuego. Te dio lo mismo, hiciste uso de tu fusil de asalto sin que el teniente que había detrás de ti siquiera te llamase la atención. Disparaste en abanico hacia la posición de mi hijo.

Él estaba rodilla en tierra y uno de los proyectiles que disparaste de manera tan irresponsable acabó con su vida casi de manera instantánea. Aquella bala rompió en mil pedazos mi alma. Espero que cada día cuando cierres los ojos al irte a dormir veas su cara. Gracias a la Guardia Civil, al juez instructor y a las personas que se han empeñado en descubrir la verdad, puedo decir que tengo una imagen muy aproximada de cómo perdí a mi hijo. Nada que ver con el montón de mentiras que me contaste, nada que ver con el falso dolor, con los falsos abrazos que me diste. Si serás cobarde que hasta escoltaste su ataúd con su gorrillo legionario durante el funeral que se celebró en Almería. Se olvidó Dios de ponerte alma el día que te creó, seguro.

"Él estaba rodilla en tierra y uno de los proyectiles que disparaste de manera tan irresponsable acabó con su vida"

Cuando llegué al tanatorio me contasteis que había muerto “por una bala rebotada, con tan mala suerte que le ha entrado por la axila”; dentro del dolor que sentía en el aquel momento ni me planteé que me estuvieses engañando; mucho corriste tú y tus encubridores para esconderle tu fusil a los investigadores de la Guardia Civil, pero os salió mal, lo localizaron. Los peritos aseguran rotundamente que el proyectil salió de tu fusil y que diste a mi hijo un tiro a bocajarro y le destrozaste el pecho, nada de axila ni de rebote. Te cagaste al ver lo que habías hecho y trataste de ocultarlo todo. No supisteis ser fieles a vuestro credo legionario. Me repugna pensar que lo último que viese mi hijo antes de fallecer fuese tu cara y la de los tres oficiales que te encubrieron. Si sigo luchando es porque te quiero ver entrar en la cárcel”.

Alejandro Jiménez Cruz cumplió su sueño a los 21 años. A esa edad logró convertirse en Caballero Legionario. El verde era su color, no había nada más en la vida. Nació legionario y murió legionario. Apenas cinco meses después de entrar en el Ejército, durante un ejercicio de tiro con fuego real en Alicante, recibió un impacto en el corazón y murió. El grupo de homicidios de la Guardia Civil del lugar luchó contra las mentiras, medias verdades y ocultaciones y logró resolver el caso: están convencidos de que el sargento Saúl Guil Pérez, quien dirigía el ejercicio y no debía llevar arma, disparó de forma imprudente y temeraria y mató a Alejandro. Las pesquisas, además, descubrieron muchas irregularidades. Han pasado dos años y todavía no se ha celebrado el juicio y a su padre se le va muriendo el alma cada día, a pedacitos.

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