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El enigma Fernando Simón: ¿por qué un técnico ha enamorado a la izquierda?
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PATERNALISMO, TECNOCRACIA Y BUENAS FORMAS

El enigma Fernando Simón: ¿por qué un técnico ha enamorado a la izquierda?

Ascendió a director del CCAES bajo el gobierno del PP y fue su cara visible durante la crisis del ébola, pero Simón ha evolucionado a icono pop de cierta izquierda española. ¿Por qué?

Foto: Ilustración: El Herrero
Ilustración: El Herrero

De todos los sorprendentes prodigios que hemos presenciado durante los últimos meses, quizá pocos se puedan comparar al fenómeno Fernando Simón. El director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, nombrado en 2012 durante el gobierno de Mariano Rajoy, se ha convertido en uno de esos enigmas político-sociales que obsesiona a politólogos, sociólogos y demóscopos. No se trata únicamente de que se hagan camisetas, grafitis o canciones con su cara y sus palabras. El que descifre la piedra Rosetta de Simón se llevará el Santo Grial de la politología.

Un fenómeno del que el propio Simón se hizo eco la pasada semana con su ya célebre respuesta: "Me gustaría que, si se puede, y ya que mi imagen está ahí, donaran un pequeño porcentaje a ONG, si les viene bien". Como el momento en el que Frankenstein toma conciencia de sí mismo al ver su reflejo en el agua, el científico, por primera vez, hacía referencia explícita a su impacto social y cultural. En concreto, entre los jóvenes, y más en concreto, entre los jóvenes de izquierdas.

Las crisis desgastan. Menos a Fernando Simón, que fue condenado por un sector de la población desde el principio mientras que otro le reforzaba cada vez más. ¿Qué tiene este epidemiólogo de familia del Opus para que Alberto Garzón lo defienda como "un científico con trayectoria impecable que ha asumido una responsabilidad enorme para proteger a nuestro pueblo en los momentos más duros"? Aunque quizá la clave se encuentre en las dos palabras que abrían el tuit: "Persona honesta".

El secundario de 'The Wire'

placeholder El técnico detrás del político.
El técnico detrás del político.

Los que conozcan la obra de David Simon pueden reconocer en Simón un perfil habitual entre sus personajes: el gestor técnico que, como el teniente Cedric Daniels, se ve envuelto en tormentas perfectas cuyas implicaciones políticas le son ajenas. En un entorno dominado por políticos, la declinación de Simón como profesional en principio desideologizado —el principal recuerdo que teníamos de él era la gestión de la epidemia del ébola con el partido popular— le convierte en un verso suelto, no contaminado por un poder político que le da igual.

"La figura del profesor o el médico reducen la sensación de que en política todo es pelea: frente al caos, te van a cuidar, no te van a engañar"

" A bote pronto, la opinión pública recibe mejor a toda persona que no sea un 'apparatchik'", explica José Andrés Fernández Leost, profesor de Teoría Política de la Universidad Complutense de Madrid. El resto de su explicación apunta por qué la oposición lo ha asimilado al rol del gobierno. "Pero cuando un 'outsider' se integra en la clase política, en poco tiempo pasa a verse como 'otro más'. 'Todos son iguales'". La mala imagen de la política, añade Leost, proviene del rechazo general que suscita la 'realpolitik' y del olvido de que "todos estamos interpelados por la cosa pública": "Nadie es ajeno a la política. Esto no significa politizarlo todo, sino de lo contrario: que gracias a nuestro discernimiento público no nos politicen".

"Es como un cable a tierra en un instante en el que mucha gente tiene la sensación de que vivimos en un mundo loco e incomprensible", valora Guillermo Fernández-Vázquez, sociólogo y autor de 'Qué hacer con la extrema derecha en Europa: el caso del Frente Nacional'. "Las figuras de tipo social, como los profesores, los médicos o los trabajadores bancarios reducen la sensación de que hay cosas que nos escapan y que el dominio de la política es todo pelea; frente a ese caos son figuras graníticas, muy íntegras, que no tienen doble fondo y no te van engañar. Eso tranquiliza, da confianza".

El monitor de campamento del 0,7%

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Acampada por el 0,7%. (EFE/Kote Rodrigo)

Sin embargo, eso no resuelve la gran pregunta: ¿el apasionamiento de la izquierda 'centennial' por Simón se debe a simple asimilación con el partido de gobierno, es una mera pulsión pop o desvela alguna tendencia inconsciente en la izquierda española actual? Desde luego, Simón se parece en poco a Pablo Iglesias o Pedro Sánchez, y tal vez ahí esté la clave.

"En la izquierda hay una especie de fascinación hacia los santos laicos como Carmena, a los que resulta más difícil de criticar que a Pablo Iglesias"

"En la izquierda hay dos pulsiones", explica Jorge Tamames, jefe de redacción en 'Política Exterior' y que pronto publicará 'For the People. Left Populism in Spain and the US'. "Está por un lado la idea de 'tenemos la razón, por lo que deseamos un debate sosegado porque las ideas están de nuestra parte', y por otra, la de combatir las ideas dominantes, repolitizar el dolor o ser la voz de quien no tiene voz". Figuras de consenso contra figuras destituyentes. El momento republicano contra el momento populista. En definitiva, Carmena (y Fernando Simón) contra el Pablo Iglesias más duro.

Así visto, Simón encaja en esa encarnación de la reciente izquierda que puede contar entre sus filas a Manuela Carmena —la exjueza reconvertida en abuela entrañable— o a Ángel Gabilondo —el filósofo torpón pero de vasta cultura—. Una izquierda cercana a la moderación de Más Madrid que Esteban Hernández describió en El Confidencial como "la opción política de la burguesía bohemia: moderada, diversa, creativa, empática, ecologista, feminista y dialogante". Una de las apariciones que más se reprochan de Simón es la del 4 de marzo, cuando deseó un "gran éxito" a la manifestación feminista que se celebraría ocho días más tarde. En todo este tiempo, además, tan solo ha dado una entrevista, a la revista de montañismo ‘Desnivel’.

Foto: Fernando Simón, director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias. (Víctor Lerena / EFE)

En ese sentido, Simón evoca otro arquetipo, como recuerda Fernández: "El monitor de campamento de los años 90 que en su día podría haber combatido por el 0,7%". La propia biografía del científico, que pasó gran parte de aquella década en Mozambique o Burundi como parte de Medicus Mundi, avala la comparación. "Hay una fascinación con esta especie de 'buenotes', de santos laicos como Carmena, que parecía una extraterrestre en el mundo político".

Un perfil político útil en momentos de crisis, ya que hace difícil la crítica: "Es más fácil criticar a Pablo Iglesias que a uno de estos buenotes como Carmena, a la que le decían 'de tan buena que es, no gestiona bien', 'es que tiene colaboradores que le engañan'… una vez se crea el arquetipo resulta más difícil de criticar".

Un verdadero político nunca se atragantaría

placeholder La cercanía y el presidencialismo. (EFE  /Moncloa/Borja Puig De La Bellacasa)
La cercanía y el presidencialismo. (EFE /Moncloa/Borja Puig De La Bellacasa)

Las palabras del grafitero @J.Warx para explicar por qué había decidido alumbrar un mural valenciano con la imagen de Simón tosiendo son reveladoras. "Surge por dos motivos", explicaba a 'ABC'. "El primero, porque estaba aburrido en la cuarentena, vi este momento y decidí ilustrarlo porque me pareció gracioso, y coincide con mi línea de trabajo de trabajar con memes", explicaba. "No he pintado a nadie con un fin político, solo he querido representar un momento meme", añadía en otra entrevista. En definitiva, es una referencia política despolitizada.

El episodio de la almendra es una patada a la ortodoxia de la comunicación política, coinciden los expertos. "Después de que la política se haya estandarizado tanto y la comunicación política lo haya ocupado todo con manuales muy cerrados, las personas que se salen del manual siendo ellos mismos son las que fascinan a la izquierda", prosigue Fernández. Es, añade, un 'outsider' como Trump "pero no como malote que fustiga al sistema, sino en buenazo".

"Ese tono tan paternalista, como de monitor de campamento, ha conectado positivamente en un momento en el que estamos asustados"

En muchos casos, esa aparente bondad, manifestada a través de los ademanes sobrios de Simón y su tono de voz rugoso pero calmado —"si Fernando Simón crea un canal de ASMR solo con su voz llega al millón de suscriptores en una semana"—, "hipotenso pero poco impostado" en palabra de Tamames, suena casi paternal. ¿Necesita figuras paternales la izquierda? "Ese tono tan paternalista, como de monitor de campamento, se agradece en un momento en el que estamos asustados", prosigue el politólogo. "Bien que no estuvo perfecto, que se tardó en responder, pero una vez llegado a este punto que mantuviese ese tono de calma ha sido registrado positivamente".

Una cercanía que funciona muy bien en el contexto español. "Macron puede ser el más pretencioso del mundo, pero en el contexto francés queda bien", añade Tamames. Como el poli bueno y el poli malo, Simón ha sido el enlace cotidiano frente al "presidencialismo" del que en ocasiones adolece Sánchez, en opinión del experto.

Los tecnócratas que sí nos gustan

placeholder Fauci, Trump y un invitado. (Reuters/Carlos Barria)
Fauci, Trump y un invitado. (Reuters/Carlos Barria)

En la columna anteriormente citada, Hernández hablaba de un abrazo figurado entre esos "bobos" —"bohemios burgueses"— y los tecnócratas, entre la izquierda errejoniana y la derecha de Ciudadanos que emergen de las clases medias altas urbanas. Tal vez las mismas que han acogido metafóricamente a Simón en su imaginario, y que al mismo tiempo generan un gran rechazo en ese resto de la población que critica la gestión realizada durante los meses de la pandemia.

¿No resulta sorprendente esa fascinación por una figura tecnócrata de perfil bajo, desideologizada y blanda entre la izquierda? "Es una tecnocracia distinta a un señor trajeado y engominado como podría ser Mario Monti y se parece más al trabajador de una sucursal de BBVA que explica las cosas a una persona mayor para que las entienda bien", prosigue Fernández-Vázquez. En todo caso, apostilla, es "una tecnocracia del día a día", más parecida a la de profesiones esenciales como "el profesor que no tiene problema en repetirte la lección para que la entiendas o el médico que explica al paciente con calma lo que le pasa".

"Es erróneo etiquetar ideológicamente la tecnocracia. Su origen está vinculado al pensamiento socialista de Saint Simon"

Leort recuerda que, de hecho, la reciente identificación de tecnocracia con la derecha es equivocada. "La crisis de 2007 impulsó una imagen de la tecnocracia ligada a la austeridad y los 'hombres de negro'", explica. "Sin embargo, sería erróneo etiquetar ideológicamente la tecnocracia. De hecho, en su origen está vinculada al pensamiento socialista de Henri de Saint Simon, quien defendía una estricta aplicación del método científico a la política. Literalmente, afirma: 'cuando la política haya alcanzado el rango de las ciencias de la observación, el cultivo de la misma será confiado a una clase especial de sabios que impondrá silencio a la palabrería'".

Tamames está de acuerdo al recordar que aunque recientemente se haya asociado la idea tecnócrata a la izquierda y la ortodoxia, no siempre fue así. "Los tecnócratas más técnicos eran keynesianos de centro-izquierda", añade. La tecnocracia de Simón, en todo caso, es científica en un contexto en el que la ciencia ha adquirido un renovado prestigio, y no económica o política como ocurrió tras los años de la crisis. En ese sentido, es revelador confrontar a Simón con su homólogo estadounidense, Anthony Fauci, que ha funcionado de contrapeso científico a las controvertidas opiniones científicas de Donald Trump.

Como en el caso de Simón, los gestos son lo que marcan la diferencia: la risa contenida de Fauci y su mano en la frente mientras Trump daba pábulo a las teorías de la conspiración china. La gran diferencia es que Fauci rema río arriba ante las decisiones de su gobierno y Simón, a favor de corriente. Un titular revelador: "El hombre de ciencia al que las derechas han puesto en la diana".

La calma en mitad de la crispación

placeholder (EFE/Rodrigo Jiménez)
(EFE/Rodrigo Jiménez)

Hay una razón mucho más sencilla que explica el éxito de Simón en los corazones de la izquierda: haber sido uno de los principales objetos de los ataques de la derecha durante las fases de mayor crispación de la pandemia. "El PP y Vox lo juzgaron mal, porque lo vieron como un eslabón débil y jugaron la carta de que podían forzar fácilmente su dimisión para causar una pequeña grieta en el gobierno", valora Fernández-Vázquez. "Lo que no preveían es que esa resistencia de 'outsider' se ha convertido en una carcasa que le ha permitido aguantar en su puesto con tranquilidad. Lo que parecía un hándicap se ha convertido en fortaleza".

Tamames se muestra de acuerdo en que la ternura que generan sus ademanes junto con la aparente desproporción de los ataques recibidos son el cóctel ideal para levantar simpatías imprevistas. "Simón, sin ser una figura especialmente vinculada a la izquierda, se relaciona con dos tipos de personalidades: el centrista o enemigo de la polarización como tal, casi por cuestión de gustos estéticos, así como un tipo de izquierda sociológica que a estas alturas ya viene definida por el ataque bestial de la derecha en los últimos meses", razona.

"¿Sería posible una figura similar en la derecha? No veo por qué no: no es un fenómeno de la izquierda"

"En esta crisis, absolutamente dramática, es obvio que la gente huya de la bronca. Tal y como ha afirmado Narciso Michavila: quien polariza pierde", añade Leost, que aun así matiza que se trata de un contexto temporal. "No obstante, polarizar probablemente vuelva a cotizar al alza, pasado un tiempo. La realidad política, en esencia, se conduce bajo la lógica del poder. Fue la enseñanza de Maquiavelo. La meta es adquirirlo, mantenerlo, ampliarlo. Cómo hacerlo (bien con la fuerza, a lo bruto; bien con astucia, con buenas maneras) depende del momento. Más que pretender erradicar este tacticismo de la política, convendría hacer más visible su dimensión complementaria, vinculada a la nobleza de dedicarse al servicio público".

¿Un Fernando Simón para la derecha?

Fernández, experto en la extrema derecha europea se hace otra pregunta: ¿sería posible la aparición de una figura semejante a Simón que despertase las mismas pasiones al otro lado del espectro político? "¿Triunfaría si apareciese una figura semejante, quizá no un cura o una monja, pero sí por ejemplo alguien de Caritas?", se pregunta. "No tendría por qué no hacerlo, porque no es una figura específica de la izquierda".

Es probable que si la derecha hubiese sido la encargada de gestionar esta crisis, hubiese tenido que recurrir a una figura semejante como contrapeso técnico a las decisiones políticas. ¿Quizá alguien como Fernando Simón? Es más, ¿tal vez el propio Simón? "Sí, probablemente", concluye Fernández-Vázquez entre risas. De hecho, ya lo fue en la crisis del ébola, cuando el PP se decantó por que apareciese todo lo posible ante los medios de comunicación por la tranquilidad que transmitía. El hombre que se atraganta con almendras sirve para un roto y un descosido.

De todos los sorprendentes prodigios que hemos presenciado durante los últimos meses, quizá pocos se puedan comparar al fenómeno Fernando Simón. El director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, nombrado en 2012 durante el gobierno de Mariano Rajoy, se ha convertido en uno de esos enigmas político-sociales que obsesiona a politólogos, sociólogos y demóscopos. No se trata únicamente de que se hagan camisetas, grafitis o canciones con su cara y sus palabras. El que descifre la piedra Rosetta de Simón se llevará el Santo Grial de la politología.

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