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Abascal y el freno de los aristogatos. ¿Están los rojos de Vallecas votando a Vox?
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¿Tiene límite la extrema derecha?

Abascal y el freno de los aristogatos. ¿Están los rojos de Vallecas votando a Vox?

El partido de ultraderecha gana voto en varios barrios populares. ¿Está pescando ya en los caladeros obreros al modo de Le Pen o Salvini?

Foto: Cierre de campaña de Vox en Madrid (EFE)
Cierre de campaña de Vox en Madrid (EFE)

Una mancha verde en mitad de un mar rojo. El gran símbolo del presunto obrerismo naciente de Vox sería un pequeño sector de Vallecas donde fue el más votado en las elecciones generales: el PAU del Ensanche. ¿Ha metido Vox por fin el pie en las zonas obreras? ¿Ha dejado de ser el partido de las clases pudientes cabreadas? ¿Están funcionando sus nuevos guiños al populismo derechista más social? Sí y no.

Matices. Las secciones censales del nuevo Vallecas donde triunfa Vox no son las tradicionales zonas obreras del barrio: Ciudadanos ya fue el partido más votado en las anteriores generales. El trasvase de votos de Ciudadanos a Vox se repite en otras zonas populares del sur de Madrid donde Vox ha subido hasta superar a Podemos -ciudades como Parla y Fuenlabrada o barrios como Carabanchel y San Blas- en los que, no obstante, el PSOE sigue siendo el partido más votado y dobla los votos del partido de Santiago Abascal.

Es difícil, por tanto, sacar conclusiones tajantes sobre la obrerización del voto a Vox. Sobre todo por la excepcionalidad de unas elecciones situadas tras la sentencia contra el procés y los disturbios en Cataluña, que han distorsionado la campaña, sobredimensionado el conflicto territorial y elevando a Vox hasta niveles no previstos en ninguna encuesta previa al calentón catalán.

Es cierto que Santiago Abascal lanzó algunos ganchos sociales en el debate electoral televisivo, como si quisiera arrimarse al populismo derechista de Le Pen o Salvini, cinta incluida al falangista Ramiro Ledesma: “Solo los ricos se pueden permitir el lujo de no tener patria”.

¿Significa esto que vamos hacia un Vox más proteccionista y lanzado a los grandes caladeros obreros para desbordar al PP? ¿Es la hora del tercerismo? Ahora mismo es difícil verlo, dado que Vox bascula aún entre lo liberal y lo ultraliberal en lo económico: no solo sigue prometiendo fabulosas bajadas de impuestos, sino que Rocio Monasterio apostó por privatizar una parte del sistema nacional de pensiones durante el debate electoral (en efecto, no parece la mejor idea para convencer a los rojos de que te voten). Tampoco parece lo que propondría un partido antisistema. “Vox sigue siendo un partido muy de régimen, muy sistémico, no tiene aún el atrevimiento de ciertos populismos europeos de derechas, sigue siendo un sector radicalizado del PP”, cuenta el historiador Emmanuel Rodríguez, autor de ‘La política en el ocaso de la clase media’ (Traficantes de sueños).

A Abascal le falta de todo para ser Salvini

“Lo que me sorprende de los resultados de Vox no es el voto de los barrios obreros tradicionales -en los que, por otro lado, siempre ha habido voto derechista- sino su éxito en lugares como Murcia, donde ya existía el fenómeno popular de los Kikos, los neocatecumenales y la Universidad Católica, especie de evangelismo con tirón que podría explicar en parte el auge de Vox. También me llama la atención su crecimiento en la periferia metropolitana de Madrid. No me refiero a las zonas consolidadas de población obrera como Getafe, sino a emplazamientos de nuevo cuño: del Corredor del Henares (Algete, Meco) a Ocaña (Toledo). Lugares en los que viven inmigrantes que trabajan en las obras, antiguos agricultores dedicados a la construcción, pequeñas fortunillas, militares, guardias civiles o personas expulsadas de los viejos barrios obreros... un pequeño Far West popular, pero sin tradición obrera o izquierdista alguna. Es decir, Vox no gana ni en Getafe, ni en Alcorcón, ni en Móstoles, pero en esos sitios sí”, aclara Rodríguez.

Foto:  Dos personas eligen sus papeletas. EFE

El caso francés

¿Y la vía Le Pen? Guillermo Fernández-Vázquez ha publicado el ensayo ‘Qué hacer con la extrema derecha’(Lengua de Trapo/Ctxt), estudio sobre el ascenso del Frente Nacional francés útil para entender hasta dónde puede llegar Vox tocando la tecla social. Hablamos con él.

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PREGUNTA. ¿Está Vox moviéndose hacia la vía social de Le Pen y Salvini?

RESPUESTA. Lo más llamativo de sus celebraciones electorales es que repitieron mucho: “Somos una fuerza patriótica y social”. También he escuchado a Abascal una frase típica de Marine Le Pen: “Vox es la voz de los que no tienen voz”. Llama la atención porque sigue habiendo mucha distancia entre esta retórica y el programa, que es el mismo de siempre. Lo novedoso de estas elecciones es que han introducido ganchos de contenido social. ¿Por qué? Creo que en septiembre hicieron la lectura de que hay miedo a otra recesión económica, y probaron a introducir este tipo de innovaciones comunicativas. También son conscientes de que estos ganchos sociales retóricos han funcionado muy bien en Italia y en Francia, pero también en Alemania.

P. ¿Se refiere a AfD (Alternativa por Alemania)?

R. Es que yo creo que hay que comparar a Vox con AfD. Son partidos recientes, surgidos en países donde había mucho rechazo a la extrema derecha, que se articulan en torno al conflicto territorial (en Alemania: el este contra el oeste; en España: el interior centralista contra las periferias nacionalistas) y liberales en lo económico, pero que poco a poco introducen retóricas sociales, a imitación de otros partidos europeos, porque saben que así amplían su base.

P. ¿Y el modelo francés?

R. El modelo ideológico de Vox no es Marine Le Pen, sino Marion Maréchal Le Pen, sobrina de Marine Le Pen y nieta de Jean-Marie Le Pen, con una posición más conservadora en lo moral, tipo Rocío Monasterio, y liberal en lo económico.

P. ¿Están todos en Vox de acuerdo con ese enfoque?

Una solución de compromiso para Vox sería la de Marion Maréchal Le Pen: un programa liberal, pero con pequeños ganchos en política social

R. En Vox hay corrientes, como en todos los partidos. Hay una posición ligeramente más inclinada a lo social, o no tan radicalmente contraria al Estado del bienestar, y otra claramente alineada con el neoliberalismo, encabezada por Monasterio y Espinosa de los Monteros. Así que una solución de compromiso para Vox sería la de Marion Maréchal Le Pen: mantener un programa liberal, pero con pequeños ganchos en política social: ayudas a la natalidad u otras ayudas sociales… limitadas a los ciudadanos nacionales, vía por la que optó Jean-Marie Le Pen entre 1995 y 2011. Su sucesora e hija Marine llevaría luego ese discurso social mucho más lejos.

En los ochenta, el Frente Nacional tenía un discurso muy parecido al que tenía Vox hasta hace poco, pero en 1995 sacaron un gran resultado electoral y descubrieron que tenían mucho más electorado obrero del que creían. Pero Jean-Marie Le Pen no creía en las políticas sociales, se limitó a introducir pequeñas medidas para atraer a su nuevo electorado popular, que convivía con su tradicional electorado aristocrático.

P. Si se deja en guiños retóricos, no parece difícil de mantener, pero agudizar la vía social manteniendo el programa liberal no parece tan sencillo…

R. Es difícil salvo que tengas algo que lo cubra todo por encima: en el caso de Francia, la inmigración; en el de España, el conflicto territorial/tema nacional.

P. Con Cataluña en primer plano es más fácil que las contradicciones queden enterradillas…

R. Eso es. Si el Frente Nacional mueve mucho voto por la inmigración, Vox lo hace con sus críticas a los independentistas catalanes y el Estado de las autonomías. Pero recordemos que Vox no está aún haciendo grandes equilibrios entre lo liberal y lo social.

P. De hecho, ni han dicho nunca que haya que nacionalizar una industria estratégica ni está claro que lo vayan a hacer alguna vez.

R. Exacto. Pueden pedir ayudas a la maternidad, a los hijos, a los agricultores, o confrontar con Europa por marginar a nuestros agricultores… En todo caso: el gran problema ahora mismo son las tensiones entre el centro y la periferia a cuenta del Estado de las autonomías. Hasta que no se aborde la cuestión territorial -asunto que va más allá de Cataluña- va a ser difícil que haya estabilidad política en España. Y los puntos de partida son muy alejados.

El caso Salvini

Cada vez se deja más la política en manos de los asesores de comunicación, todo parece ya de laboratorio, de ahí que se nos olvide que las biografías/trayectorias políticas siguen siendo importantes. Matteo Pucciarelli ha escrito un artículo fascinante sobre Matteo Salvini en la 'New Left Review' que rastrea sus orígenes para entender mejor su capacidad para maniobrar en varios estratos sociales a la vez. Merece la pena reproducir algunas partes:

1) “A los 24 ya era concejal de la Lega Lombarda. En esos días frecuentaba Leoncavallo, el centro social más importante de la ciudad, un enclave de activismo alternativo y lugar de reunión de varias corrientes de la izquierda metropolitana, donde bebía cerveza, disfrutaba de los espectáculos y cultivaba su pasión por el cantautor anarquista Fabrizio De André. Como concejal defendió el centro en contra del alcalde del momento, Marco Formentini –también militante de la Lega– que deseaba desalojar el lugar y provocó violentos choques callejeros…. Salvini se convirtió en el líder de los ‘Comunistas padanos’, una lista engalanada con la hoz y el martillo y en la que las chapas del Che Guevara, las barbas, los pendientes y las botas para el desierto se convirtieron en normales. ‘Estamos asumiendo los temas clásicos de la izquierda, desde la defensa de un Estado fuerte y activo hasta la liberalización de las drogas blandas’, aseguraba. La Lega hacía uso de esta corriente para abrirse a la izquierda. Como explicaría más tarde Salvini: ‘La Lega estaba ganando votos en todos los ámbitos, en la derecha y en la izquierda, entre ateos y católicos. Era necesario organizarse en consonancia’.

2) “Las tácticas de Salvini, en parte calculadas, en parte fruto espontáneo de su turbulento instinto político, iban dirigidas a hacer tropezar a los oponentes con repentinos cambios de rumbo, arreglándoselas para dirigirse a todo el mundo y especialmente a sus bajos instintos. Así que, por un lado, daba una nota resueltamente plebeya en una de sus primeras intervenciones en el ayuntamiento diciendo que ‘confío en que llevar corbata no sea obligatorio. Puedo llevar una camisa formal en vez de una camiseta, pero que no se me pida más’. También acompañaría a sindicalistas para hablar con los trabajadores en huelga en una gran planta industrial a las afueras de la ciudad. Al mismo tiempo, su puesto en el gobierno municipal le ofrecía un trampolín para lanzar proclamas sobre ‘romaníes musulmanes’ y temas de seguridad. A Salvini siempre se le veía al lado de algún padre de familia que había disparado a un ladrón”.

3) “Como el antiguo Partido Comunista, la Lega era una organización presente en todos los campos, desplegando a sus militantes en un amplio abanico de actividades allí donde sus particulares habilidades fueran necesarias. Salvini, un periodista y un político que nunca dejó de atacar a ‘gacetilleros’ y ‘políticos de poca monta’, era una criatura del partido de pies a cabeza, que interpretaba el estado de ánimo de los militantes de base, construía una red de relaciones y de viejos amigos, que se reposicionaba siempre a tiempo y sin perder nunca el favor de sus seguidores. Esa flexibilidad supondría espectaculares cambios de rumbo: Salvini comprendió que el pragmatismo perdona todo”.

placeholder Matteo Salvini y Santiago Abascal. (Twitter)
Matteo Salvini y Santiago Abascal. (Twitter)


¿Qué le falta a Abascal para ser Salvini? “Yo creo que le falta todo. El PSOE está todavía muy bien integrado en esos barrios, donde Podemos nunca ha podido dar el sorpasso. A Podemos le votan más en los distritos madrileños con clase creativa precaria, como en el centro, o en las zonas más pudientes de Vallecas tipo Palomeras, porque en las demás gana el PSOE siempre. Hay ahí una memoria que no es fácil que Vox desbanque”, cuenta Rodríguez.

A Vox le sigue costando moverse con la flexibilidad obrera de un Mateo Salvini, que viene de donde viene, al igual que algunos dirigentes de Vox vienen de donde vienen. “Jiménez Losantos ha captado muy bien la esencia de Iván Espinosa de los Monteros y Rocío Monasterio: les llama los aristogatos por el rollo pijo que tienen. Es su genética. Para llegar mejor a ciertos barrios tendrían que contar con figuras bregadas como Melissa Domínguez, la del Hogar Social de Madrid”, zanja Rodríguez.

¿Es Vox una fuerza patriótica y social? Ya veremos.

Una mancha verde en mitad de un mar rojo. El gran símbolo del presunto obrerismo naciente de Vox sería un pequeño sector de Vallecas donde fue el más votado en las elecciones generales: el PAU del Ensanche. ¿Ha metido Vox por fin el pie en las zonas obreras? ¿Ha dejado de ser el partido de las clases pudientes cabreadas? ¿Están funcionando sus nuevos guiños al populismo derechista más social? Sí y no.

Santiago Abascal