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No es solo cultivar: el sector agroalimentario aporta el 13% del valor añadido del país
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UN IMPORTANTE EFECTO TRACTOR

No es solo cultivar: el sector agroalimentario aporta el 13% del valor añadido del país

Un estudio de la Cámara de España constata que, por cada euro de VAB de las actividades primarias y de transformación de alimentos, se generan 1,4 en el resto de la economía

Foto: Viñedos en Novelda, Alicante. (EFE/Morell)
Viñedos en Novelda, Alicante. (EFE/Morell)
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Podría sonar a juego de palabras, pero es una constatación empírica. El sector agroalimentario genera un importantísimo efecto tractor en España. Por cada euro de valor añadido bruto (VAB, un indicador similar al PIB) que aportan las actividades primarias y de transformación, se generan 1,4 en el resto de la economía nacional. En total, la incidencia es del 13% del VAB. Así lo corrobora un estudio de la Cámara de Comercio de España, que ha investigado las relaciones entre este sector y los demás; es decir, de su impacto hacia delante (forward linkages) y hacia atrás (backward linkages).

En una economía como la actual, las diferentes ramas de la actividad no actúan aisladamente, sino que requieren de insumos de otras, y también producen bienes intermedios que les sirven a las demás para desarrollar su producción. De ahí la importancia de cuantificar exactamente cuál es la incidencia indirecta de cada sector, más allá de los datos que se suelen dar, donde se entiende a cada uno de ellos de forma encapsulada. Ambas métricas arrojan cifras muy diferentes, que pueden condicionar el debate público. En el caso del sector agroalimentario, que está en el centro de todas las conversaciones por la oleada de protestas de los agricultores, la percepción de su importancia cambia por completo.

Si solo se tiene en cuenta la incidencia directa, este ámbito aportó en 2021 el 8,8% del valor total de la producción en España (cerca de 200.000 millones de euros), el 5,4% del VAB (casi 60.000 millones) y el 6,1% del empleo (más de 1,1 millones de puestos de trabajo). Unas cifras relevantes, pero que no reflejan la importancia real del sector, formado por las actividades primarias (agricultura, ganadería, pesca y silvicultura) y las secundarias (la industria de la alimentación, las bebidas y el tabaco).

En el supuesto de que desapareciese, el impacto en la economía sería mucho mayor: teniendo en cuenta también su efecto indirecto, se perderían más de 370.000 millones de euros de producción (un 16,4% del total), casi 150.000 millones de VAB (algo más del 13%) y, lo que incluso es más importante, cerca de tres millones de empleos, un 15,4% de los que hay en la economía española. Son los datos más recientes de los cuatro períodos que recoge el estudio: 2016, 2019, 2020 y 2021.

Foto: Protesta de los agricultores franceses en Chilly-Mazarin. (EFE/Edgar Sapiña Manchado)

Pese a las pequeñas oscilaciones, las cifras resultan similares a lo largo del tiempo, con una relevancia del sector en el conjunto de la economía que, en todo caso, se ha ido incrementando con los años. Los investigadores remarcan que se trata de estadísticas estructurales, donde lo importante no es tanto estudiar las variaciones temporales, sino contrastar una realidad que se mantiene de forma muy sólida: el sector agroalimentario es uno de los motores del país.

Esto es posible, destacan desde la Cámara de España, por el "importante efecto multiplicador que ejerce sobre otros sectores productivos". De hecho, por cada euro de VAB generado por el sector agroalimentario, se producen al menos 1,4 euros de VAB en el resto de la economía. "Adicionalmente, por cada puesto de trabajo equivalente a tiempo completo existente en el sector agroalimentario, se generaron al menos 1,5 puestos de trabajo adicionales en otras ramas productivas del país", añaden.

La industria alimentaria dinamiza más el resto de la economía que las actividades primarias

En otras palabras: relativizar la importancia del sector, que perdió peso aceleradamente durante los últimos años del franquismo y los primeros años de la democracia debido al proceso de terciarización de la economía, se antoja un error, precisamente por el hecho de que numerosos servicios utilizan los imputs que genera, como recogen las detalladísimas tablas del estudio. El caso de la rama de actividad denominada servicios de alojamiento y de comidas y bebidas es el más evidente: casi un cuarto de su producción está vinculada al sector agroalimentario, entre 25.000 y 30.000 millones de euros al año. Para poner un chuletón en la mesa de un restaurante, antes alguien lo ha tenido que producir.

Las relaciones hacia delante, sin embargo, no son las más importantes. En total, representaron algo más de 20.000 millones de euros de VAB en 2021, frente a los cerca de 65.000 de las relaciones hacia atrás. Esto es debido a que el sector agroalimentario también demanda imputs —en forma de maquinaria o energía, por ejemplo—, casi el triple de los que ofrece. La producción de los insumos que necesita supone más de 1,2 millones de puestos de trabajo indirectos. Todas estas cifras se obtienen usando modelos econométricos que aíslan el sistema España del resto del mundo, por lo que eliminan el efecto de las exportaciones e importaciones y se centran en las relaciones dentro de la economía nacional.

El efecto tractor de la industria

Los efectos cruzados tienen diferente importancia en función de qué rama del sector se analice. No son lo mismo las actividades primarias, de carácter extractivo, que las secundarias, que implican una transformación. Estas últimas, destacan los investigadores, son las que aportan un mayor valor añadido, por lo que demandan más imputs y aportan más bienes intermedios al conjunto de la economía que la agricultura o la ganadería. Tienen, por tanto, un reflejo mucho más intenso en términos de producción o de puestos de trabajo indirectos. Al final, la industria agroalimentaria no deja de ser eso, una industria, con el efecto tractor que supone, tantas veces demandado para conducir el modelo productivo español hacia las actividades de elevado valor añadido y los empleos de calidad.

De hecho, el peso de la transformación resulta cada vez mayor, en una de las pocas tendencias claras que arroja el estudio para el período. Si en 2016 casi el 78% del valor de la producción de la industria agroalimentaria dependía de la producción del sector primario, un lustro después esta cifra se había reducido 10 puntos. Según los investigadores, esto se puede deber a una mayor tecnificación y eficiencia en los procesos, pero también a la mayor incidencia de la economía circular, que reduce el uso de insumos procedentes del campo. Una tercera parte de la producción primaria depende, a su vez, de la relación con la industria agroalimentaria, principalmente a través de piensos y otros productos manufactureros necesarios para la las actividades ganaderas.

El sector primario y la industria de transformación de alimentos no se entienden el uno sin el otro. El segundo dinamiza mucho más la actividad que el primero: genera, por ejemplo, más de cuatro puestos de trabajo indirectos por cada empleo directo, o dos euros de VAB en el resto de la economía por cada euro que aporta, mientras que las actividades del campo tienen un efecto multiplicador más reducido. Sin embargo, ambos constituyen un sector, el agroalimentario, con un peso específico más elevado del que habitualmente se le otorga, gracias a las relaciones hacia delante y hacia atrás que constata el estudio. "Es una pieza clave en nuestra economía", concluyen los investigadores de la Cámara de España.

Podría sonar a juego de palabras, pero es una constatación empírica. El sector agroalimentario genera un importantísimo efecto tractor en España. Por cada euro de valor añadido bruto (VAB, un indicador similar al PIB) que aportan las actividades primarias y de transformación, se generan 1,4 en el resto de la economía nacional. En total, la incidencia es del 13% del VAB. Así lo corrobora un estudio de la Cámara de Comercio de España, que ha investigado las relaciones entre este sector y los demás; es decir, de su impacto hacia delante (forward linkages) y hacia atrás (backward linkages).

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