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La productividad de la economía vuelve a niveles del siglo pasado
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INFORME DE LA FUNDACIÓN BBVA E IVIE

La productividad de la economía vuelve a niveles del siglo pasado

La economía no consigue superar un problema estructural. Hay que remontarse a finales del siglo pasado para encontrar unos niveles de productividad inferiores a los actuales. Lo dice un informe de la Fundación BBVA y el IVIE

Foto: Un trabajador limpia cristales. (Europa Press/Eduardo Parra)
Un trabajador limpia cristales. (Europa Press/Eduardo Parra)
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Vuelve uno de los viejos fantasmas de la economía española: los pobres avances en productividad. Un informe elaborado por los economistas de la Fundación BBVA y el IVIE revela que desde que comenzó el siglo la productividad de la economía española —medida por la utilización del trabajo y del capital disponible— ha retrocedido un 7,3%. La noticia buena es que desde 2019 se observa una ligera remontada, con un crecimiento del 1,2%, pero aun así insuficiente para converger con Europa.

La consecuencia, como sostiene el informe, es que se resiente el crecimiento del producto interior bruto (PIB) y, por lo tanto, su distribución per cápita, lo que explica, entre otras razones, que España se haya alejado desde hace dos décadas de los niveles de riqueza relativa de Europa. De hecho, el pobre comportamiento de la productividad está detrás de que la distancia entre España y el conjunto de la UE en renta por habitante haya pasado del 2,4% en el año 2000 al 14,4% en 2022. Entre otras razones, porque en ese periodo la población ha crecido de forma intensa. Nada menos que un 18,1% entre 1995 y 2022.

Lo que han detectado los analistas de ambas instituciones es que mientras la productividad por hora trabajada avanza débilmente, apenas un 0,2% durante las últimas dos décadas, la productividad del capital acumulado retrocede un 1,2%. En ello, todavía pesan de forma relevante las heridas que dejó el estallido de la burbuja inmobiliaria. Los autores del estudio hablan, incluso, de que habría que retroceder a los años setenta y ochenta —los de las crisis energéticas y la transición política— para encontrar resultados tan malos. "Por consiguiente", sostienen, "no debería sorprender" que su impacto no solo sea económico, sino también político y social.

No solo ha sido un problema de mala utilización del capital, es decir, de las inversiones, también del factor trabajo, que es la otra variable fundamental para explicar los avances en productividad. Y lo que refleja el estudio es que en el conjunto del periodo analizado (1995-2022) la productividad por empleado aumentó un 8,7%, mientras que la productividad por hora trabajada creció un 14,3%, lo que indica que el número medio de horas trabajadas se ha reducido un 5,6%.

Cambio de signo insuficiente

Lo más preocupante, sin embargo, es la evolución de la productividad del capital, con tasas de variación claramente negativas. Tras unos primeros años en los que se mantuvo estable, recuerda el estudio, desde principios de este siglo presenta descensos muy pronunciados, hasta el año 2013, al comienzo de la recuperación. Esa tendencia cambia de signo a partir de 2014 y las tasas de variación de la productividad del capital son positivas entre ese año y 2022, con la única excepción de 2020, el año de la pandemia, en el que la utilización de la capacidad productiva resultó fuertemente mermada.

Pese a esa recuperación, lo cierto es que los actuales niveles de productividad del capital siguen estando muy por debajo de los de finales del siglo XX, lo que plantea una pregunta a los autores del estudio: ¿en qué medida se debe la caída de la productividad del capital a que el progreso técnico induce una sustitución de trabajo por capital en los procesos productivos para ganar en eficiencia y en cuánto se debe a que se invierte en activos que se consideran rentables a corto plazo, pero que generan capacidad que no es plenamente utilizada, porque los bienes y servicios producidos no son absorbidos por la demanda?

Este es el caso de la enorme inversión que se hizo durante los primeros años del siglo en actividades inmobiliarias y de construcción. Muchas de esas inversiones acabaron sin venderse, con obras paralizadas y sin futuro, que 15 años después siguen sin venderse.

No es de extrañar, por eso, que uno de los sectores que más han contribuido a los malos datos en productividad (junto a la hostelería) sea la construcción, que llegó a representar en los años de la burbuja más del 10% del PIB. Estos dos sectores registran caídas anuales superiores al 2%. Otros tres también presentan variaciones negativas de la PTF (suministro de energía eléctrica y gas, actividades profesionales, científicas y técnicas y transporte) que superan el -1%.

En este grupo de actividades que destacan por su negativa evolución se combinan algunas que han experimentado una negativa evolución de la demanda (construcción, hostelería) con otras con importantes tasas de crecimiento del VAB (valor añadido bruto) que van acompañadas de intensos aumentos del capital y/o del trabajo (energía, actividades profesionales, científicas y técnicas, transporte).

Los excesos de capacidad, continúa el informe, también se acumularon en otras actividades, aunque en menor medida —industrias extractivas, actividades financieras y de seguros, alimentación, bebidas y tabaco, suministro de agua y saneamiento o industria química—, y se revelaron ineficientes cuando se produjo la caída de la demanda a causa de la crisis.

Un indicador de eficiencia

Hay que tener en cuenta que la llamada PTF (productividad total de los factores) es la suma ponderada (en función de su peso en la renta nacional) de la productividad del trabajo y del capital, lo que hace que se trate de un indicador de la eficiencia conjunta de los recursos disponibles. Las tasas de variación, lógicamente, indican si se logran mejoras de eficiencia o no.

"Son resultados, obviamente, preocupantes" dice el estudio, "porque indican que la economía española no logra ganancias de productividad total de los factores regulares desde hace más de 25 años". O expresado de otra forma, el crecimiento del PIB desde hace un cuarto de siglo se apoya en el volumen de empleo, mientras que no se aprovecha suficientemente el capital.

Los problemas de productividad, sin embargo, no son homogéneos en términos territoriales

Los problemas de productividad, sin embargo, no son nada homogéneos en términos territoriales. Dependen, como acredita el trabajo de la Fundación BBVA y el IVIE, del patrón de crecimiento de cada región, y las más castigadas fueron, precisamente, las expuestas a la construcción y la hostelería. Como dicen los autores, los problemas de mejora de la eficiencia que padece España a lo largo de las primeras décadas del siglo XXI los han sufrido la mayoría de las regiones, pero no con la misma intensidad. Los acusan más las comunidades que en los años del boom inmobiliario ya los padecieron, sobre todo las regiones costeras con una fuerte actividad turística, intenso crecimiento demográfico y fuertes inversiones en construcción. También la Comunidad de Madrid.

Lo que sucedió al llegar la Gran Recesión es que las caídas de la productividad total se generalizan en el conjunto del territorio porque el retroceso de la demanda afectó a todas las CCAA, al generar automáticamente excesos de capacidad, y eso, lógicamente, es un factor de ineficiencia y, por lo tanto, de menos productividad.

En comparación con Europa, la productividad por hora trabajada se sitúa en España a un nivel similar al del conjunto de la EU-27 y del Reino Unido, y algo por debajo del nivel de Italia, sostiene el informe, aunque recientemente empieza a converger con esta economía Sin embargo, la productividad del trabajo de España es muy inferior a la de Francia y Alemania y representa apenas el 50% del nivel de EEUU.

Vuelve uno de los viejos fantasmas de la economía española: los pobres avances en productividad. Un informe elaborado por los economistas de la Fundación BBVA y el IVIE revela que desde que comenzó el siglo la productividad de la economía española —medida por la utilización del trabajo y del capital disponible— ha retrocedido un 7,3%. La noticia buena es que desde 2019 se observa una ligera remontada, con un crecimiento del 1,2%, pero aun así insuficiente para converger con Europa.

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