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Los pioneros españoles de la Gran Dimisión son excepción: "La renuncia es mi privilegio"
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LAS DOS FORMAS DE RENUNCIAR

Los pioneros españoles de la Gran Dimisión son excepción: "La renuncia es mi privilegio"

Hablamos con tres personas de sectores en auge que lo dejaron todo para emprender una nueva vida. Pero no son lo habitual en nuestro país, donde la gente lo deja por precariedad

Foto: Pioneros en España de la Gran Dimisión. (EC)
Pioneros en España de la Gran Dimisión. (EC)

Hace casi una década, cuando el término aún no se había puesto de moda, Ana Illueca emprendió su propia Gran Dimisión. Era la directora creativa de una de las grandes agencias creativas de España y entre sus clientes se contaban marcas como Ikea o Banco Sabadell. Se encontraba en un gran momento profesional, en el empleo de sus sueños, pero a veces el estrés la enfermaba. Llegó un momento en que se le acabaron los retos y decidió cambiar a algo que la relajase: la cerámica, a lo que se dedica hoy.

“No estaba mal en la empresa, no estaba mal con mis compañeros, pero dije ‘voy a parar, voy a descansar”, explica a El Confidencial. No tenía claro qué iba a hacer cuando lo dejó. “Fue en ese impasse en el que se me ocurrieron otras cosas, porque es cuando paras cuando te das cuenta de lo que quieres”, añade. Así, lo que empezó como un hobby fue haciéndose cada vez más grande hasta convertirse en un futuro alternativo que la Ana de unos años atrás no había imaginado. Para Illueca, fue esencial dar el salto “cuando estaba arriba y tenía buena reputación”.

Si no coge el teléfono, sus clientes saben que está haciendo surf

Una historia semejante fue la de Pablo Esteve, con más de un cuarto de siglo de experiencia a sus espaldas en puestos como director creativo de marcas como Coca-Cola y Adidas o consultor para Sony Music, así como profesor en varias escuelas de negocio. Esteve decidió marcharse de Madrid para emprender un proyecto en solitario y pillar unas cuantas olas (literales). “Yo no abandoné, yo renuncié a algunas cosas para recuperar el equilibrio, tanto profesional como personal”, explica. Sus clientes saben que cuando llaman a su teléfono y no lo coge, es muy probable que esté haciendo surf aprovechando las olas del Levante valenciano, donde vive.

Una vida al lado del mar, lejos de ese desgaste ligado con su responsabilidad. “Esa renuncia se ha convertido en un privilegio”, añade. “Renuncié a trabajar con grandes proyectos de grandes marcas que pueden alimentar tu currículo, pero eso ya lo tenía, así que tomé la decisión de centrarme en lo que quería trabajar”. Cambió Madrid por Valencia, gracias a la deslocalización que se ha implantado poco a poco en sectores como el de la comunicación, y se reúne con sus clientes ocasionalmente. No necesita más, ni él ni ellos. “A mí me gusta el surf, y eso en Madrid lo tenía complicado”.

placeholder Pablo Esteve, surfeando en La Albufera. (Foto cedida)
Pablo Esteve, surfeando en La Albufera. (Foto cedida)

Unos cuantos años menos tiene Sara Qiu, que a sus 31 abandonó su puesto en una gran tecnológica para dedicarse a viajar por Asia. No como un año sabático, sino como una manera de ganarse la vida. Como ocurrió con tanta gente, fue la pandemia lo que le hizo replantearse su vida. “No me veía en la tesitura de pasar 40 o 50 años de mi vida trabajando en la misma empresa, y siempre he tenido ganas de montar mi propio proyecto”, explica. Qiu tenía cinco años de experiencia antes de lanzarse a probar suerte con Journey from the Road, donde ha relatado la primera parte de su viaje hacia Turquía. “Lo que me gustaría hacer es centrarme en la producción de contenido, quizá más adelante podría publicar un libro”, añade.

Qiu acaba de lanzar una campaña de Go Fund Me con el objetivo de recaudar 50.000 euros para las víctimas del terremoto de Siria y Turquía, que destinará a dos ONG locales. La zaragozana de origen chino hizo su última parada de viaje en Gaziantep, a 30 kilómetros del epicentro del terremoto. “Me he involucrado tanto que pensé en ayudarles, y era recaudando fondos y compartiendo historias”, añade. Lo que tiene claro es que “no volvería a un trabajo tradicional de oficina”.

No es oro todo lo que renuncia

Estas historias son la excepción, no la regla en la Gran Dimisión española. Un fenómeno que están empezando a identificar agencias de empleo como Adecco, pero que, por las circunstancias actuales de la economía española y de su mercado laboral, no encajan tanto en las historias de éxito como en las de precariedad. En dejarlo todo cuando no tienes nada que perder, porque tienes muy poco.

La mentalidad es "me da igual estar que no estar, así que voy a buscar otra cosa"

“Empieza a haber un repunte de esa actitud de ‘oiga, aquí estoy ganando muy poco y el coste de abandonar el puesto no es muy caro o incluso sale barato, porque para pagar a alguien que cuide de mi madre o de mis hijos, lo hago yo”, explica Javier Blasco, director de The Adecco Group Institute. “La fenomenología más habitual tiene que ver con ese reseteo de mentalidad que tiene que ver con la precariedad: me da igual estar que no estar, así que voy a buscar otra cosa. La gente en categorías con menor salario y menos antigüedad cobra el paro un par de años, se forma y se recualifica para dedicarse a las cosas que más le gustan”.

Es el otro lado del espectro de los pioneros de la Gran Dimisión a la española, que también existen cualitativamente, pero no tanto cuantitativamente. Ese segundo perfil, explica Blasco, es el del profesional de cierto nivel que ha cumplido sus objetivos, ha conseguido ahorrar una cierta cantidad de dinero y que, en un momento de su vida, decide cambiar el ritmo y probar algo nuevo porque puede permitírselo. La gente que “puede marcharse porque sabe que en cuanto llame a la puerta de cualquier empresa de su sector, le van a coger”. En sectores en ebullición como tecnología o ingeniería, es fácil marcharse porque no resulta tan complicado volver.

La propia Illueca reconoce la ventaja competitiva que supone su experiencia pasada, a pesar de que el campo en el que ha probado suerte sea el de la cerámica. “Estoy muy agradecida al lugar de donde vengo, porque aprendes latín y te da cultura general, ya que tienes que aprender de cerveza, de decoración, de banca”, explica. “Es verdad que los contactos y las amistades son muy importantes, porque te obligan a estar a la última. Claro que me ha facilitado venir de donde vengo”.

Como se muestra de acuerdo Blasco: “Hay gente que se va al paro y como hay poco asesoramiento y poco apoyo a su carrera, no saben qué hacer, y mientras tanto hay unos pocos afortunados que tienen su network y que saben lo que tienen que hacer ese año que están fuera para volver de manera mucho más fuerte”. No es solo el dinero, no es solo el conocimiento y los contactos, sino que hay sectores que facilitan mucho más el reciclaje profesional y personal que otros… o la reincorporación en caso de que las cosas salgan mal dadas.

Un paso atrás

Toda historia de éxito tiene sus lecciones y Esteve, que tiene claro que no volvería a su vida de antes ni por todo el dinero del mundo, ha extraído las suyas. Para empezar, que “no te tires a la piscina si no está medio llena”. “Ni se te ocurra hacerlo y tirarte al precipicio, debes tener presente que tienes que renunciar a muchas cosas”, explica. “Renunciar, que no abandonar, necesita una gran preparación y una toma de conciencia que implica otras cuestiones”.

"Habría sido fácil dar marcha atrás, así que quemé todas las naves para evitarlo"

Por eso para algunos de estos ejemplos de Gran Dimisión es esencial quemar sus puentes para evitar la tentación de volver atrás, especialmente si es un trabajo bien remunerado que te entusiasmaba, como le ocurría a Illueca. “Como tenía la capacidad de seguir manteniendo mi oficio, habría sido muy fácil para mí dar marcha atrás, así que cerré todas las puertas y quemé todas las naves para no poder hacerlo”, explica. “La cerámica es muy técnica y dura, así que podía quedarse en un hobby. No permití que ocurriese eso: me formé en el estudio de un ceramista y monté mi propio taller con las dimensiones suficientes como para que no pudiese ocurrir”.

En otras palabras, hizo una apuesta económica tan importante que la única alternativa era seguir adelante. Illueca compatibiliza su trabajo como artista con la consultoría y su rol como directora de ADN Cerámico, más relacionado con su formación tradicional. “Con tantos años de experiencia en este sector, ¿qué haces, los tiras a la basura?”, reflexiona. “Pensé qué era lo que más me gustaba de mi trabajo, así que lo reconvertí en consultorías y mentorías para acompañar a creativos. Solté el timing de la entrega de proyectos o los nervios de la noche de antes, todo lo que no me gustaba, y me quedé con lo que mejor se me daba”.

Algo semejante ocurre con Qiu, que lo apostó todo por su proyecto: “He tenido varios cambios en mi carrera profesional, ya sea porque el trabajo no me llegó a convencer o porque se me hacía aburrido”, concede. “No creo que tampoco sea fácil para mí encontrar trabajo: tenía que asumir riesgos y cuanto más joven, mejor”. Por ahora, tira del dinero que consiguió ahorrar. “El trabajo convencional lo veo como regalar tu tiempo y tu vida”, concluye. “Si algún día vuelvo a tener un trabajo tradicional, tendría que ser en una empresa social. Sector privado no, al 100%”.

Para Blasco, no tiene sentido utilizar el término Gran Dimisión en el mismo sentido que en Estados Unidos, donde las barreras para dejar los trabajos son mucho más bajas. “Al no haber una mochila austriaca, la gente tiene mucha más facilidad para abandonar su puesto”, concluye. “En nuestro país, hay poca cultura de rotación deseada. A la gente le da mucho vértigo salir. Si te pones a analizar los regímenes de extinción contractual país por país, no hay países como el nuestro ni similares. Te puedes encontrar modelos con indemnizaciones elevadas, como Francia, Brasil o Argentina, pero ninguno alcanza el nivel de España”. Gran Dimisión, o como se dice en España, aquí se marcha el que puede (o al que no le queda otra).

Hace casi una década, cuando el término aún no se había puesto de moda, Ana Illueca emprendió su propia Gran Dimisión. Era la directora creativa de una de las grandes agencias creativas de España y entre sus clientes se contaban marcas como Ikea o Banco Sabadell. Se encontraba en un gran momento profesional, en el empleo de sus sueños, pero a veces el estrés la enfermaba. Llegó un momento en que se le acabaron los retos y decidió cambiar a algo que la relajase: la cerámica, a lo que se dedica hoy.

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