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Españolizar la mochila austriaca: una respuesta a un mercado laboral disfuncional
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Propuesta del Banco de España

Españolizar la mochila austriaca: una respuesta a un mercado laboral disfuncional

El debate reabierto por el Banco de España vuelve a subrayar las evidentes ineficiencias del mercado laboral nacional, a las que aún no se ha dado una solución efectiva

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El Banco de España ha vuelto a agitar el debate sobre el mercado laboral español. Unos pocos párrafos en su 'Informe anual de 2020', publicado este mismo jueves, han sido suficiente para volver a sacar a la palestra la cuestión, la posibilidad tantas veces planteada de aplicar en España un modelo de indemnizaciones por despido consistente en la creación de un fondo de capitalización para cada asalariado, al estilo del sistema usualmente denominado 'mochila austriaca' y que viene rigiendo en la república centroeuropea desde 2003.

Este modelo ha sido enarbolado de forma repetida a lo largo de la última década como la posible solución a varias de las más gravosas deficiencias del mercado de trabajo español, una visión que la institución que dirige Pablo Hernández de Cos viene a respaldar en su informe.

Foto: El candidato de Podemos, Pablo Iglesias, en un acto en Las Palmas de Gran Canaria. (EFE) Opinión
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En esencia y en su expresión más pura, la mochila austriaca vendría a suponer un sustitutivo del actual modelo de indemnizaciones por despido, en el que las cantidades que tiene derecho a percibir el trabajador dependen de su tipo de contrato y de su tiempo de permanencia en la empresa, evaporándose en el caso de que decida abandonar la compañía 'motu proprio'. Frente a esto, el sistema austriaco supondría la creación de un fondo asociado a cada trabajador, al que el empresario iría aportando periódicamente, y que se iría incrementando a lo largo de toda su carrera laboral, sin verse afectado por la movilidad del trabajador de una empresa a otra. Las cantidades acumuladas en su cuenta estarían disponibles en el caso de verse afectado por una situación de despido o, una vez jubilado, como posible complemento a la pensión.

Este sistema resolvería en gran medida la dualidad del mercado en España

Para defender este modelo, el Banco de España se agarra a argumentos que han sido insistentemente repetidos por los defensores de esta opción a lo largo de los años. "Entre los méritos de este esquema, cabe destacar un mejor alineamiento entre las decisiones de despido de la empresa y la productividad individual de cada empleado, ya que se reducen las diferencias en la cuantía de la indemnización pagada por la empresa, en el momento del despido, en función del tipo de contrato o de la antigüedad del trabajador", recoge el documento.

Poco debate puede existir ante la afirmación de que la dualidad del mercado laboral español es una de sus grandes deficiencias, ante la que la sucesión de reformas laborales aplicadas durante las últimas décadas han resultado ineficaces. La elevada tasa de temporalidad de los empleos en España es un reflejo de los distintos costes que conllevan los distintos tipos de contratos, temporales o indefinidos, y genera una brecha entre unos y otros trabajadores que ha dado lugar a que entre las empresas españolas, a la hora de llevar a cabo reducciones de plantilla, se imponga la llamada regla LIFO, consistente en que los últimos trabajadores en incorporarse son los primeros en salir, ya que sus indemnizaciones por despido resultan mucho más baratas.

Frente a esta tendencia, el sistema de la mochila austriaca facilitaría que el empresario que opte por reducir su plantilla lo haga en función de la productividad de los trabajadores afectados y no tanto basándose en los costes que conllevaría la salida de uno u otro trabajador.

Foto: El gobernador del Banco de España, Pablo Hernández de Cos. (EFE)

Asimismo, también existe evidencia de que a medida que aumenta la antigüedad de un trabajador en una empresa menor es su propensión al cambio, ya que con él perdería los derechos de indemnización acumulados en su puesto de trabajo y se encontraría desprotegido frente al despido en su nueva ocupación. Y este desincentivo a la movilidad es una cuestión que resulta especialmente preocupante en un momento como el actual, en que los ambiciosos planes de reforma del modelo productivo español deben generar crecientes necesidades de reasignación de recursos laborales.

Al mismo tiempo, y como señalaba un documento elaborado el pasado mes de abril por AFI —de donde, precisamente, proviene el flamante secretario de Estado de Economía, Gonzalo García—, este sistema tendría efectos beneficiosos para las empresas, al reducir la incertidumbre en torno a los costes de despido, evitando que sus posibilidades de ajuste, en momentos de dificultad, se vean limitadas por los elevados costes asociados a cualquier reestructuración de plantilla. "Al realizarse las aportaciones de forma continua y eliminarse la indemnización a desembolsar en el momento del despido, se mejora la situación financiera de las empresas y su capacidad de absorción de perturbaciones", corrobora un documento de Fedea firmado, ya en 2011, por los profesores José Ignacio Conde-Ruiz, José Ignacio García Pérez y Florentino Felgueroso.

En su versión más pura, podría alentar a las empresas a recurrir en mayor medida al despido

Pero tampoco puede perderse de vista que si con tan claras ventajas este modelo nunca ha sido implementado, es porque también son perceptibles una serie de desventajas que generan recelos tanto entre empresarios como entre los representantes de los trabajadores (amén de partidos como Unidas Podemos). Si los unos ven el riesgo de que se traduzca en mayores costes (especialmente durante el periodo de transición que sería preciso abrir, en el que deberían convivir el modelo actual de indemnización con el sistema austriaco), los otros temen con sobrada lógica que el nuevo sistema, al eliminar los costes asociados al despido, derive en un uso más recurrente por parte de las empresas de esta fórmula y que acabe suponiendo, 'de facto', una reducción de las indemnizaciones que podrían percibir los trabajadores despedidos.

Foto: La ministra de Economía, Nadia Calviño, en una imagen de archivo. (EFE)

Cabe señalar, no obstante, que frente a estas posibles objeciones son muchos los economistas que llevan años trabajando en opciones para perfeccionar el modelo, considerando, entre otras posibilidades, su aplicación en un sistema mixto, en el que las cuentas individuales de cada empleado convivieran con las indemnizaciones, tal y como planteó hace casi un año el responsable de Análisis Económico de BBVA Research, Rafael Doménech, en una comparecencia en el Congreso de los Diputados.

Es evidente que son muchas las cuestiones que conviene perfilar en torno a un modelo de este tipo para asegurar que su implantación arroje más ganadores que perdedores. Pero lo que resulta indiscutible es que si una vez más, ahora a causa del Banco de España, esta opción vuelve a estar sobre la mesa, es porque los problemas a los que se espera que dé solución siguen tan presentes como hace una década. En un momento en que el país se está planteando abordar las transformaciones necesarias para dar un nuevo vigor a la economía nacional, dejando atrás los lastres del pasado, tal vez sea oportuno no ignorar esta insistente promesa de mejorar el mercado de trabajo.

El Banco de España ha vuelto a agitar el debate sobre el mercado laboral español. Unos pocos párrafos en su 'Informe anual de 2020', publicado este mismo jueves, han sido suficiente para volver a sacar a la palestra la cuestión, la posibilidad tantas veces planteada de aplicar en España un modelo de indemnizaciones por despido consistente en la creación de un fondo de capitalización para cada asalariado, al estilo del sistema usualmente denominado 'mochila austriaca' y que viene rigiendo en la república centroeuropea desde 2003.

Pablo Hernández de Cos Banco de España
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