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La crisis energética reduce la demanda eléctrica a niveles del confinamiento
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EL CLIMA NO SIRVE COMO EXPLICACIÓN

La crisis energética reduce la demanda eléctrica a niveles del confinamiento

Los elevados precios y las medidas de ahorro cambian el comportamiento de familias y empresas: España crecerá más de un 5% en 2022, con un 2,3% menos de consumo de luz

Foto: Torreta de alta tensión en Oviedo. (EFE/Eloy Alonso)
Torreta de alta tensión en Oviedo. (EFE/Eloy Alonso)
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La crisis energética ha llevado la demanda eléctrica en España a niveles del confinamiento. Las cifras dadas a conocer este miércoles por Red Eléctrica confirman una tendencia que se lleva observando todo el año: el consumo cae sin freno debido a los elevados precios, y dibuja una curva descendente que se ha agudizado desde finales del verano por la entrada en vigor de las medidas de ahorro energético y la ralentización de la economía. España gasta la misma electricidad que a principios de siglo y rompe con la tendencia habitual que asocia el crecimiento del PIB con el incremento del consumo.

Es una buena noticia. En línea con lo que ocurre en el conjunto de la Unión Europea, nuestro país está sabiendo mantener la vitalidad económica gracias a un uso más eficiente de los recursos energéticos. Más con menos, como quiere la Comisión. Este miércoles, los indicadores adelantados de actividad (PMI) registraron la mejor lectura de los últimos cinco meses e indican que la recesión que prevén los principales organismos para la eurozona será más suave de lo esperado. España se salvará gracias a su menor dependencia del gas ruso, pero eso no ha impedido una sustancial reducción del consumo.

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En un año, 2022, en que el PIB crecerá más de un 5% —según prevén la mayoría de los analistas tras la última revisión al alza del Instituto Nacional de Estadística (INE)—, la demanda nacional de electricidad cayó un 2,3%. No es la primera vez que la economía crece y el PIB baja (ya ocurrió en 2014 y 2019), pero la magnitud de esta diferencia convierte el dato del año pasado en excepcional. La brecha podría superar los siete puntos, mientras que el año anterior, cuando la subida del precio de la luz ya se dejaba sentir con fuerza, solo fue de 2,7. Únicamente durante 2020 se produjo un diferencial comparable: 5,8 puntos. Pero entonces fue la economía la que cayó más que el consumo eléctrico.

Los 250,59 teravatios hora (TWh) de 2022 devuelven España a los niveles del primer año de la pandemia, pese a que en aquel momento el registro quedó alterado por un confinamiento de tres meses —las fábricas incluso llegaron a parar durante dos semanas— que provocó un desplome del PIB de dos dígitos. De hecho, el consumo en 2022 solo fue superior al de dos años atrás en cuatro de los 12 meses del año, que coinciden con el primer estado de alarma, que se prolongó desde el 14 de marzo al 21 de junio de 2020. Antes del covid, no se producía un registro anual tan bajo desde 2004.

El consumo de electricidad retrocedió dos décadas ante la mayor escalada de precios que se recuerda, y no por otras causas ajenas al mercado eléctrico. Pese a que 2022 fue el año más cálido desde que se tienen registros, las condiciones climáticas no constituyeron una variable relevante a la hora de explicar la caída de la demanda. De hecho, esta se profundiza otras nueve décimas respecto al año pasado, hasta el -3,2%, si se corrige el efecto de los factores coyunturales, como el clima y la laboralidad —es decir, la distribución de los festivos—. Las temperaturas suaves doparon el ahorro durante el otoño y el invierno, es cierto, pero lo contrario ocurrió durante la primavera y el verano, cuando las olas de calor hicieron crecer más la demanda de lo que correspondería. En el caso de junio y julio, hasta la llevaron al terreno positivo.

Pese a empujar hacia arriba el consumo de electricidad, el clima no ha podido contrarrestar el esfuerzo de los ciudadanos, las empresas y las instituciones para adaptarse a la nueva situación, que tiene su origen en el verano de 2021 y se profundizó a raíz de la guerra en Ucrania. La creciente concienciación sobre el ahorro y la eficiencia energética, que ha recibido miles de millones de euros de fondos públicos, es el principal factor de la caída del consumo. No hay más que ver el gráfico de la demanda mensual: desde que el 10 de agosto entró en vigor el paquete de ahorro energético impulsado por el Gobierno a instancias de Bruselas, la reducción del uso de la electricidad no ha hecho más que profundizarse, en paralelo con la ralentización económica que caracterizó a la segunda mitad del año.

Las medidas, como el apagado de los escaparates y los edificios públicos a partir de las 10 de la noche, son mucho menos ambiciosas que las que han tomado otros países europeos, por lo que es poco probable que, por sí mismas, hayan generado semejante ahorro. En su primer día en vigor, la demanda de luz cayó un 5,3%, pero la propia ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, ha reconocido que resulta imposible cuantificar el impacto. Sin embargo, los datos constatan que han supuesto un antes y un después en el comportamiento de la demanda, agudizado a partir de octubre, cuando se aprobó el Plan Más Seguridad Energética. Este recoge nuevas ayudas para la eficiencia energética, la extensión de los planes de ahorro del Estado al conjunto de administraciones o la puesta en marcha de campañas de concienciación.

Lo cierto es que las mayores caídas de demanda del año se consiguieron en noviembre y diciembre, con ahorros del 10,2% y el 7,2%, respectivamente. El Gobierno presume de esas cifras en las ruedas de prensa que convoca mensualmente para hacer seguimiento del plan. Sin embargo, otro indicador de Red Eléctrica matiza la euforia. El índice IRE, que mide el consumo de las empresas con una potencia contratada superior a 450 kilovatios (kW), lleva todo el año con caídas, que superan el 10% en el segundo semestre, en paralelo a la ralentización de la producción industrial que constata el INE. En otras palabras: una parte de la reducción de la demanda se debe a la atonía del sector secundario.

La polémica del gas

No es la única tacha del balance gubernamental. La caída del consumo de gas de que presume el Gobierno, en el entorno del 20%, no coincide con la que ofrece la oficina estadística de la Comisión Europea (Eurostat), que la reduce a un 8%. El esfuerzo de los hogares está siendo arruinado por las centrales de ciclo combinado, que queman el hidrocarburo como si no hubiese un mañana para exportar electricidad a Francia.

España es el segundo país comunitario donde menos descendió el uso de gas entre agosto y noviembre de 2022 en relación con los cinco años previos, y se arriesga a incumplir el compromiso adquirido con Bruselas, que sitúa el ahorro en un 15%. Esa fue, precisamente, la justificación que motivó las medidas que entraron en vigor el 10 de agosto. No se debe olvidar que el dato de la demanda de luz que ofrece Red Eléctrica tampoco tiene en cuenta las exportaciones, que batieron récords el año pasado ante el parón nuclear en el país vecino.

Más allá de los matices, lo cierto es que el nuevo clima social, en medio de la mayor crisis inflacionista que se recuerda, una creciente conciencia medioambiental y el impacto psicológico de una guerra a las puertas de Europa, está cambiando los hábitos de consumo de energía. El uso de combustibles de automoción, por ejemplo, cayó en noviembre por debajo de los niveles previos a la pandemia, pese a que en el conjunto del año todavía se incrementó, según la Corporación de Reservas de Productos Petrolíferos (Cores). En una economía cada vez más limpia, donde las calderas y motores de combustión sucumben lentamente ante las bombas de calor y los coches enchufables, la demanda de electricidad también baja. La energía no se crea ni se destruye, solamente se ahorra.

La crisis energética ha llevado la demanda eléctrica en España a niveles del confinamiento. Las cifras dadas a conocer este miércoles por Red Eléctrica confirman una tendencia que se lleva observando todo el año: el consumo cae sin freno debido a los elevados precios, y dibuja una curva descendente que se ha agudizado desde finales del verano por la entrada en vigor de las medidas de ahorro energético y la ralentización de la economía. España gasta la misma electricidad que a principios de siglo y rompe con la tendencia habitual que asocia el crecimiento del PIB con el incremento del consumo.

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