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La recuperación está aumentando la presión fiscal sobre los ricos y aliviando a los pobres
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La progresividad mejora gracias al ciclo

La recuperación está aumentando la presión fiscal sobre los ricos y aliviando a los pobres

El incremento de la masa salarial hace que gane peso la recaudación por IRFP y reduce la incidencia de los impuestos indirectos, lo que mejora la progresividad del sistema fiscal

Foto: Fachada de una oficina de la Agencia Tributaria.
Fachada de una oficina de la Agencia Tributaria.

La 'justicia' del sistema fiscal volverá a ser uno de los caballos de batalla de la campaña electoral que está a punto de empezar. El eterno debate de la justicia fiscal, que los políticos invocan frecuentemente sin datos que respalden su discurso. La recuperación de la economía, iniciada en el año 2013, está permitiendo a España mejorar la progresividad del sistema fiscal sin necesidad de realizar cambios normativos. Se trata de un avance reducido, ya que para que se produzcan cambios significativos sería necesaria una reforma fiscal, pero sirve para mejorar la redistribución del sistema fiscal y reducir la desigualdad.

El secreto detrás de este cambio no es otro que el aumento de la masa salarial de los últimos años, que ha permitido actuar al IRPF como motor de la recaudación fiscal. Este tributo es uno de los más progresivos que existen y el que más reduce la desigualdad, ya que apenas incide sobre las rentas más bajas y tiene tipos marginales crecientes para elevar el esfuerzo fiscal de los más pudientes. Es, por tanto, el tributo con más capacidad redistributiva. Al aumentar el peso de los salarios sobre las rentas de los hogares, mejora automáticamente la progresividad del sistema.

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El resultado es que la presión fiscal que soporta el 20% de los hogares con menos ingresos se ha reducido desde el 29,4% de 2013 hasta el 25,3% de 2017, cuatro puntos menos. Por el contrario, el 1% más rico ha pasado de pagar un 33,3% a un 35,3% de su renta bruta, dos puntos más. Así se desprende de los cálculos realizados por los investigadores de Fedea Julio López Laborda, Carmen Martín González y Jorge Onrubia, que vienen analizando desde 2013 el impacto de los impuestos y las prestaciones monetarias de las administraciones públicas sobre la renta de los hogares.

Esta mejora de la progresividad supone que la presión fiscal se ha reducido para los hogares situados en los dos primeros quintiles de renta (el 40% con menos ingresos), mientras que ha aumentado para el resto, las clases medias y altas, de forma creciente con los ingresos. Este cambio se produce en paralelo a un aumento de la recaudación, lo que eleva la capacidad de las administraciones públicas para redistribuir sus recursos. No conviene olvidar que la principal fuente de reducción de las desigualdades no son los impuestos sino las transferencias a los hogares, especialmente las monetarias (pensiones, subsidios por desempleo, ayudas a los hogares con dependientes...).

En el caso de los hogares más pobres, la mejora de su renta ha sido clave para reducir el tipo efectivo del IVA que soportan. Y este cambio sí que es importante. Las familias con menos ingresos se ven obligadas a gastar prácticamente todo su dinero para sobrevivir, esto es, no tienen capacidad de ahorro. Como toda su renta va al consumo, significa que está gravada íntegramente por el IVA, algo que no ocurre en el caso de los contribuyentes que sí pueden ahorrar. En otras palabras: el tipo efectivo del IVA sobre la renta bruta es inverso a la capacidad de ahorro, lo que convierte este tributo en el más regresivo.

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De esta forma, el tipo efectivo del IVA y el ITP y AJD (impuesto a la compra de vivienda) que soporta el 20% de los hogares más pobres fue del 15,3% en 2017; por el contrario, en el caso del 10% con más renta, no llegó al 6%, menos de la mitad. Sin embargo, para los hogares pobres se trata de la menor presión fiscal del tributo de todos los años de la recuperación y, por el contrario, para las rentas altas es el tipo efectivo más elevado. De hecho, este comportamiento regresivo de los impuestos indirectos es el que provoca que los hogares con las rentas más bajas soporten una presión fiscal superior a las rentas medias. Lo mismo ocurre con los impuestos especiales, que gravan básicamente los hidrocarburos, el alcohol y el tabaco.

Es de esperar que esta tendencia de mejora de la distribución se prolongue en los próximos años para las rentas bajas y también las medias. La explicación es que desde 2018 la masa salarial no solo aumenta por la creación de puestos de trabajo, sino también por la subida de las retribuciones. Como la propensión marginal al consumo de las subidas salariales es inferior (aumenta el ahorro), es de esperar que los tipos efectivos del IVA también vayan reduciéndose. Además, en 2018 entró en vigor la rebaja del IRPF a las clases bajas pactada por el Gobierno de Mariano Rajoy y Ciudadanos, de modo que el IRPF aumentará su progresividad.

¿Redistribuir con ingresos?

El comportamiento regresivo de los impuestos indirectos hace que algunos partidos políticos propongan reducir el IVA y subir los tipos marginales del IRPF, de modo que el sistema fiscal sea más progresivo y ayude a combatir la desigualdad. Este camino es viable, pero poco eficaz, ya que la verdadera redistribución se hace por la vía del gasto, no de los ingresos. "La redistribución mediante impuestos no representa más que una parte muy pequeña del efecto redistributivo logrado por la intervención pública a través de flujos monetarios", señalan los autores.

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En concreto, la acción de las administraciones públicas reduce la desigualdad de la renta algo más de un 30% (un 31,2% en 2017), y de esta cuantía, más del 90% se debe a las transferencias monetarias. La eficiencia del gasto es muy superior a la de los impuestos para reducir las desigualdades. Eso significa que la mejor forma de ayudar a los hogares con menos recursos no pasa por bajar los impuestos, ni siquiera los indirectos, sino por mejorar los recursos públicos.

Más del 90% de la reducción de la desigualdad provocada por la intervención del sector público se debe a las transferencias monetarias

Por ejemplo, en el caso del IVA, las rentas altas soportan una presión fiscal inferior a la de los hogares pobres, pero como consumen más, su aportación total es muy superior. Recortar los tipos de este tributo reduciría el esfuerzo que tienen que hacer las rentas bajas, pero en cifras totales, el ahorro sería muy superior para las rentas altas. Y esos recursos que se pierden hubiesen ido, en su mayoría, a los hogares pobres.

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El saldo neto de impuestos y transferencias a los hogares es claramente redistributivo. En los hogares situados en el 20% más pobre, supone un incremento total de su renta de casi el 40%, por el contrario, en el primer centil (el 1% más rico), ve disminuida su renta en casi un 30%. El saldo neto de la acción del sector público es positivo tanto para los hogares pobres como para las clases medias. El quintil cuarto, que se corresponde con los hogares situados entre el 60%-80% con más ingresos, consiguió un saldo neto del 1%. Mínimamente positivo, pero positivo al fin y al cabo. Esto significa que los contribuyentes netos son el 20% que tiene mayor renta, el resto son beneficiarios.

La 'justicia' del sistema fiscal volverá a ser uno de los caballos de batalla de la campaña electoral que está a punto de empezar. El eterno debate de la justicia fiscal, que los políticos invocan frecuentemente sin datos que respalden su discurso. La recuperación de la economía, iniciada en el año 2013, está permitiendo a España mejorar la progresividad del sistema fiscal sin necesidad de realizar cambios normativos. Se trata de un avance reducido, ya que para que se produzcan cambios significativos sería necesaria una reforma fiscal, pero sirve para mejorar la redistribución del sistema fiscal y reducir la desigualdad.

IRPF Ministerio de Hacienda
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