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Sudáfrica, Mercosur y, ahora, Trump: el año negro de la naranja española
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CIERRE DEFINITIVO DEL MERCADO AMERICANO

Sudáfrica, Mercosur y, ahora, Trump: el año negro de la naranja española

Los nuevos aranceles cierran definitivamente el mercado americano a los cítricos. Pese a la desastrosa campaña pasada, el sector sigue atrayendo a fondos de inversión. 2020 será un buen año

Foto: Mandarinas y clementinas
Mandarinas y clementinas

Hubo un tiempo en que el sector exportador español creyó que podría colocar en el mercado de Estados Unidos hasta 125.000 toneladas de cítricos, fundamentalmente clementinas. La industria naranjera española, concentrada en especial en la Comunidad Valenciana y Andalucía, lleva años tratando de abrir nuevos territorios que sirvan de antídoto a la eurodependencia. El 90% de la producción tiene como destino países de la Unión y Estados Unidos, pese a la distancia, se percibía a finales del siglo pasado como una de las alternativas. Rusia era la otra gran esperanza blanca.

El año pasado, las ventas al cliente americano apenas alcanzaron las 17.000 toneladas sobre una producción de tres millones de toneladas. Casi todo salió de Castellón, en forma de cajas de clemenules de muy alta calidad con un costoso sistema de transporte por barco en frío. Las exigencias de Estados Unidos en materia de protocolos sanitarios y de conservación son tan altas que muy pocas variedades superan el filtro en costes. En el sector siempre se ha interpretado la ofensiva protocolaria, surgida a raíz del hallazgo de una larva de 'ceratitis capitata' (mosca de la fruta) en un barco en 2001, como una presión de la potente industria naranjera de California para cerrar el paso a la competencia europea. Solo Marruecos disfruta de ventajas por su privilegiada relación con la Administración federal.

Foto: Un hombre sostiene una rama de olivo durante la manifestación bajo el lema "Precios justos para un olivar vivo" que se celebró este jueves en Madrid. (EFE)

La decisión del Gobierno de Donald Trump de incluir a las naranjas, mandarinas y limones en el listado de productos agroalimentarios españoles a los que aplicará un arancel del 25% no tendrá un impacto de calado en el sector citrícola, pero sí ha sido interpretado como el cierre definitivo del mercado de Estados Unidos. Con los recargos impuestos impactarán en los precios y se da por hecho que las exportaciones a aquel país se reducirán a cifras testimoniales.

placeholder Aplicación de pesticidas en un campo de naranjos de Valencia. (APIADS)
Aplicación de pesticidas en un campo de naranjos de Valencia. (APIADS)

Con el castigo de Trump, derivado de la resolución impuesta por la Organización Mundial de Comercio tras considerar irregulares las ayudas públicas a Airbus por parte de Alemania, Francia Reino Unido y España, se repite un esquema similar al del denominado 'veto ruso'. En 2014, tras la ocupación de Rusia de la península de Crimea, hasta entonces bajo soberanía de Ucrania, Vladimir Putin impuso el cierre a productos agroalimentarios europeos como respuesta a las sanciones de la UE. La industria naranjera volvió a caer en el lado malo y perdió de golpe un mercado, no todavía excesivamente jugoso, pero sí muy prometedor.

Sin Rusia y Estados Unidos, la producción citrícola española es mucho más vulnerable. Se trata de un sector con una cadena comercial muy desequilibrada en la que miles de productores, muchos de ellos explotaciones familiares, dependen de unos pocos centenares de almacenistas, que a su vez venden el grueso de las cosechas a las grandes cadenas de distribución europea [Carrefour, Tesco, Casino, Mercadona, Lidl...], no más de una docena. Estas son las que marcan los precios.

La entrada de Miura, primero, y ahora de Atitlán en el negocio naranjero indica que los inversores sí ven rentabilidades si se ajusta el modelo de producción

La pasada temporada, con un exceso de producción y cosechas de peor calidad, las tarifas se derrumbaron, especialmente en los meses en los que se solapan los cítricos españoles con las variedades tardías que cada vez más están plantando otros grandes productores como Sudáfrica, Argentina o Brasil. En el caso del país africano, la mejora de las condiciones de entrada por su acuerdo comercial que entró en vigor en 2016, tienen en pie de guerra a los productores, que denuncian, además, que Sudáfrica emplea productos fitosanitarios prohibidos en la Unión. La negociación el acuerdo con Mercosur, que busca facilitar la entrada de productos industriales y manufacturados europeos en los países de Latinoamérica a cambio de limitar los aranceles a sus frescos, es otro de los caballos de batalla de las organizaciones agrícolas. Sienten que el sector primario siempre termina siendo moneda de cambio en los grandes pactos comerciales.

La buena noticia a corto plazo para los productores es que esta temporada citrícola que acaba de empezar pinta mucho mejor que la anterior. La producción es entre un 20% y un 30% inferior y la calidad y tamaño mejores. "La principal característica es que la fruta si no ocurre nada va a ser de extraordinaria calidad. No va a haber problemas de abastecimiento y esperamos que esa situación se refleje en el precio al productor, que sigue siendo el más débil. De momento, las primeras operaciones reflejan un repunte de precios", señala a El Confidencial Francisco Martínez Mulero, secretario autonómico de Agricultura de la Generalitat valenciana.

Los aranceles de Trump han cerrado en la práctica el mercado de Estados Unidos, antaño uno de los más prometedores junto a Rusia, también vetada

Que la naranja y la mandarina siguen siendo un negocio lo atestiguan las operaciones que algunos fondos de inversión están ejecutando en un sector tradicionalmente atomizado. La última de las compras ha sido la protagonizada por Atitlán Grupo Empresarial, el 'holding' inversor de Roberto Centeno y Aritza Rodero, que acaba de hacerse con el 100% de la murciana Frutas Romu. El movimiento de Atitlán es una señal a tener en cuenta, porque suele entrar en mercados antes que otros fondos más grandes para dimensionar las empresas, tanto creciendo como ajustando, y muchas veces revender a inversores de mayor tamaño. Es lo que hizo con la azulejera Saloni, que ha terminado en manos de la británica Victoria PLC.

Atitlán tiene experiencia en el sector primario. Comparte con Sovena la propiedad de Elaia, uno de los mayores productores de aceite de oliva del mundo. Su modelo está basado en la concentración y mecanización de cultivos, precisamente uno de los déficits de los que adolece el segmento citrícola, especialmente en la Comunidad Valenciana. Aquí, aunque hay grandes almacenistas con campos propios, los productores se cuentan por miles y no bien coordinados en materia de variedades o planificación de campañas. Experiencias como la que Miura está ensayando con los valencianos Martinavarro, sumando al proyecto a empresas medianas como la onubense Río Tinto, van en la línea de crear estructuras productivas y de integración más grandes y eficientes, lo que se traduce en mejoras de las rentabilidades. No sería extraño ver a medio plazo nuevas operaciones de inversión de actores normalmente ajenos al universo de la naranja.

Hubo un tiempo en que el sector exportador español creyó que podría colocar en el mercado de Estados Unidos hasta 125.000 toneladas de cítricos, fundamentalmente clementinas. La industria naranjera española, concentrada en especial en la Comunidad Valenciana y Andalucía, lleva años tratando de abrir nuevos territorios que sirvan de antídoto a la eurodependencia. El 90% de la producción tiene como destino países de la Unión y Estados Unidos, pese a la distancia, se percibía a finales del siglo pasado como una de las alternativas. Rusia era la otra gran esperanza blanca.

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