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La presión de las encuestas lleva a Merkel a lanzar un ambicioso paquete 'verde'
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medidas por valor de 54.000 millones

La presión de las encuestas lleva a Merkel a lanzar un ambicioso paquete 'verde'

El programa trata también de revivir a la coalición en los sondeos y cumplimentar la última línea del legado político de la canciller, que trata de contener la división en su Ejecutivo

Foto: La canciller alemana, Angela Merkel, ante la prensa. (Reuters)
La canciller alemana, Angela Merkel, ante la prensa. (Reuters)

Alemania acaba de presentar sus credenciales para volver a los puestos de cabeza de la lucha contra el cambio climático. La gran coalición de la canciller Angela Merkel ha presentado un paquete de 70 medidas con un coste de 54.000 millones de euros para los próximos cuatro años. El objetivo: meter en vereda las emisiones de CO2 y lograr reducirlas en un 55% (con respecto a 1990) para el año 2030. El plan, presentado a bombo y platillo, pretende responder a la creciente demanda social por un crecimiento sostenible. Aunque es evidente que la canciller está mirando de reojo a las encuestas. Y, probablemente, pensando en su legado político. Solo queda ver si será suficiente para lograr esta carambola ecológica, política y partidista.

La medida clave, la más espinosa durante las negociaciones internas de la gran coalición de conservadores y socialdemócratas y de la que dependerá en gran medida el éxito de este paquete es la controvertida introducción de una tasa para las emisiones de CO2. La tonelada de carbono tendrá a partir de 2021 un sobrecargo de 10 euros, una cantidad que se aumentará progresivamente hasta 2025, cuando el precio alcanzará los 35 euros. Esa tasa la abonarán los productores y distribuidores de energía para los sectores del transporte y la climatización (los demás están excluidos) y, evidentemente, tendrá repercusiones en los consumidores finales. Subirán la gasolina, el diésel, el gasóleo para calefacción y el gas natural. Es difícil estimar cuánto.

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A partir de 2025 el Gobierno alemán empezará a poner en marcha los rudimentos de un mercado nacional de derechos de emisiones. Al principio vigilará para que la tonelada no caiga por debajo de los 35 euros, pero que tampoco exceda los 60, para no perjudicar a los consumidores. Progresivamente se irán dando los siguientes pasos con el objetivo de hacer de este sistema un auténtico "mecanismo de mercado", aunque convenientemente regulado.

Pero el plan va mucho más allá. El billete de tren bajará, pues su IVA pasará de ser el 19% normal al 7% del tipo reducido. La Deutsche Bahn, la 'Renfe alemana', recibirá hasta 11.000 millones de euros, según distintos medios. Mientras tanto, volar se va a encarecer, previsiblemente solo en los vuelos nacionales. Además se va a prohibir la instalación de nuevas calefacciones de gasóleo a partir de 2026 y se va a favorecer financieramente el cambio a otras menos contaminantes. También se quieren fomentar las energías renovables, con ayudas a la instalación de placas de solar fotovoltaica e incentivos para los municipios que monten campos de molinos eólicos.

Evitar los "chalecos amarillos"

Para evitar quizá un contagio de los "chalecos amarillos" franceses, algo que preocupa en Berlín, el Gobierno alemán se ha propuesto de forma paralela bajar el coste de la luz y aumentar la desgravación por la ruta diaria al trabajo, para compensar el potencial repunte de los carburantes. También habrá una comisión independiente que supervisará los avances de estas medidas, de cara a lograr la reducción de las emisiones que se pretende para 2030, pero también para limitar su coste social.

Las medidas se anunciaron tras una ronda final de negociación de 18 horas y mientras hasta 300.000 personas, según los organizadores de "viernes para el futuro", se manifestaban en las calles de Berlín para exigir de los políticos una acción más decidida contra la crisis climática. En total se habían convocado para este viernes más de 500 acciones de protesta en todo el país por este motivo. Se estima que cientos de miles de personas protestaron por toda Alemania, principalmente en las grandes ciudades.

placeholder Manifestación por el cambio climático en Washington. (EFE)
Manifestación por el cambio climático en Washington. (EFE)


Alemania es el sexto mayor contaminante del mundo, por detrás solo de China, Estados Unidos, India, Rusia y Japón. Y pese a tener un halo "verde" en el ámbito internacional por haber contribuido, por ejemplo, al éxito del Acuerdo de París, tiene mucha tarea pendiente en casa. Según distintas estimaciones, con las medidas que tenía aprobadas hasta el momento no iba a alcanzar hasta 2028 los objetivos de reducción del 40% a que fijó la Comisión Europea para el año que viene. Con ocho años de retraso. Y los de 2030, ese recorte del 55%, no antes de 2046. Merkel, que fue ministra de Medioambiente en los años 90, no podía permitirse eso.

Las encuestas y el legado

El paquete va mucho más allá de lo medioambiental. Conservadores y socialdemócratas en el Gobierno alemán están mirando de reojo a los sondeos al aprobar estas medidas. Es quizá su última opción de revitalizar sus tasas de apoyo. Los cristianodemócratas se encuentran entre el 26 y el 28% (lejos del 32,9% de 2017 y del 41,5% de 2013); y el SPD, entre el 13 y el 16% (frente al 20,5% de 2017 y el 25,7% de 2013). Viendo que Los Verdes son el único partido -aparte de la ultraderecha- que está remontando en las encuestas, la apuesta de la gran coalición por la ecología y la lucha contra el cambio climático entra también dentro de la lógica partidista.

Merkel también puede tener en mente que esta puede ser la última gran apuesta que defina sus cuatro legislaturas al frente del Gobierno Alemán


Merkel también puede tener en mente que esta puede ser la última gran apuesta que defina sus cuatro legislaturas al frente del Gobierno Alemán. Que tratar de resituar a Alemania como pionero en la lucha contra el cambio climático puede convertirse en otra de las piedras angulares de su legado, junto con la austeridad, el encaje del "déficit cero" en los presupuestos federales y la decisión de mantener las fronteras abiertas en 2015 a la masiva llegada de refugiados. No es casualidad que la propia canciller vaya a viajar este fin de semana a Nueva York para presentar este lunes en persona su nuevo plan de choque contra el cambio climático en la cumbre extraordinaria convocada por António Guterres, secretario general de la ONU, para instar a los países a incrementar su ambición en la lucha contra el calentamiento global.

Paquete anticíclico

Luego está la economía. Una cuestión en absoluto menor, tanto para Berlín como para el conjunto de Europa, que mira con recelo el constipado que parece que está agarrando la mayor economía europea. El Producto Interior Bruto (PIB) alemán se contrajo un 0,1% en el segundo trimestre y una creciente mayoría de expertos da por descontado que el tercero acabe también en rojo, con el que técnicamente el país entraría en recesión. Con la guerra comercial y el Brexit amenazando con desarbolar los poderosos sectores exterior e industrial de Alemania, una gran inyección de dinero público podría contribuir a suavizar el valle del ciclo económico.

Berlín sabe que se lo puede permitir. El Gobierno alemán ha cerrado los últimos cinco ejercicios con un leve superávit (lo que en la jerga política alemana se llama "cero negro"). Y esto a la vez que reducía de forma notable su deuda pública hasta casi el equivalente al 60 por ciento de su PIB. Pese a los intensos rumores de los últimos días el Ejecutivo pretende acometer este plan sin incurrir en nuevas deudas. La propia canciller reiteró su compromiso con la "estabilidad presupuestaria". Berlín tampoco va a recurrir a algunas de las medidas que se habían planteado en los últimos días para esquivar las restricciones del "freno de la deuda" como la emisión de "bonos verdes" o el establecimiento de una fundación que se endeudase sin que eso afectase al presupuesto federal.

placeholder Activistas por el cambio climático protestan en Berlín. (EFE)
Activistas por el cambio climático protestan en Berlín. (EFE)

No obstante, muchas voces de la oposición política y de la economía académica están exigiendo al gobierno un giro de 180 grados, un cambio radical para afrontar la crisis climática. Que Berlín deje de lado el dogma del "déficit cero" y se endeude aprovechando que en la actualidad todos sus bonos hasta los de un período de maduración en 30 años tienen rentabilidad negativa. Esto es, que los tenedores están pagando por conservar la deuda alemana, que se entiende como un activo refugio en un mundo financiero plagado de incertidumbres. Es lo que algunos han llamado pasar del "cero negro" al "cero verde", una economía sin emisiones netas de gases contaminantes.

Alemania acaba de presentar sus credenciales para volver a los puestos de cabeza de la lucha contra el cambio climático. La gran coalición de la canciller Angela Merkel ha presentado un paquete de 70 medidas con un coste de 54.000 millones de euros para los próximos cuatro años. El objetivo: meter en vereda las emisiones de CO2 y lograr reducirlas en un 55% (con respecto a 1990) para el año 2030. El plan, presentado a bombo y platillo, pretende responder a la creciente demanda social por un crecimiento sostenible. Aunque es evidente que la canciller está mirando de reojo a las encuestas. Y, probablemente, pensando en su legado político. Solo queda ver si será suficiente para lograr esta carambola ecológica, política y partidista.

La medida clave, la más espinosa durante las negociaciones internas de la gran coalición de conservadores y socialdemócratas y de la que dependerá en gran medida el éxito de este paquete es la controvertida introducción de una tasa para las emisiones de CO2. La tonelada de carbono tendrá a partir de 2021 un sobrecargo de 10 euros, una cantidad que se aumentará progresivamente hasta 2025, cuando el precio alcanzará los 35 euros. Esa tasa la abonarán los productores y distribuidores de energía para los sectores del transporte y la climatización (los demás están excluidos) y, evidentemente, tendrá repercusiones en los consumidores finales. Subirán la gasolina, el diésel, el gasóleo para calefacción y el gas natural. Es difícil estimar cuánto.

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