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La clave del crecimiento de la economía española está en el reparto de la renta
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Con menos salarios genera más consumo

La clave del crecimiento de la economía española está en el reparto de la renta

La masa salarial de la economía ha crecido mucho menos que en el resto de Europa, pero su distribución hacia los desempleados ha elevado el consumo a costa de la tasa de ahorro

Foto: Colas delante de una tienda de Apple (Efe)
Colas delante de una tienda de Apple (Efe)

España suma ya cuatro años con un crecimiento superior al del conjunto de la eurozona. Esta brecha incluso se amplió en 2018, ya que Europa sufrió un grave frenazo de su economía como consecuencia del deterioro del comercio mundial. España también sintió los efectos negativos de la ralentización de las exportaciones, pero el país consiguió resistir mejor su impacto, mientras que Italia entró en recesión y Alemania se quedó a las puertas.

La diferencia entre España y las principales economías europeas radica en la fortaleza de la demanda interna, esto es en el consumo y la inversión de los agentes domésticos. Y por extraño que parezca, las rentas salariales han crecido sistemáticamente a un ritmo inferior al PIB desde 2015. Sin embargo, el matiz está en cómo se ha repartido esa renta entre la sociedad.

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En España, el crecimiento de los salarios estuvo estancado hasta prácticamente la segunda mitad de 2018, cuando finalmente se ha apreciado un repunte. De hecho, el ritmo de revalorización de las retribuciones apenas ha servido para compensar la inflación y evitar así pérdidas de poder adquisitivo.

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La realidad es que la mayor parte del incremento de las rentas salariales se ha producido por la creación de empleo. La entrada en la ocupación de alrededor de medio millón de trabajadores al año es lo que ha permitido que la masa salarial se haya incrementado durante la recuperación. Si bien es cierto que la masa de salarios ha crecido menos que el PIB, y por tanto, ha perdido peso en la economía, también lo es que se ha logrado un reparto más distributivo. Es así porque quienes han accedido al empleo estaban en el paro, esta es, sin duda, la mejor receta contra la desigualdad.

Y es esta la clave de por qué España está creciendo mucho más rápido que Europa. La distribución de la renta ha permitido que el consumo de los hogares haya crecido con fuerza durante todos estos años de recuperación a pesar de que los salarios han mostrado un pobre comportamiento.

La propensión marginal al consumo es superior en la creación de empleo que en la subida salarial. ¿Esto qué significa? En realidad, es sencillo. Si un trabajador recibe un euro extra de subida de su remuneración, hay altas probabilidades de que lo ahorre; sin embargo, si va a un parado que ha encontrado un trabajo, es muy probable que lo consuma.

La propensión marginal al consumo es superior en la creación de empleo que en la subida salarial

Lo es por tres motivos. El primero es porque su confianza sobre la evolución de su economía aumenta, de modo que está más proclive a gastar. Segundo, porque la renta de un parado que encuentra un empleo suele entrar con un salario inferior a la media, de modo que tiene menos margen para ahorrar. Y tercero, porque las familias posponen decisiones de gasto cuando no tienen confianza, lo que genera una demanda embalsada que se satisface inmediatamente cuando recuperan el optimismo. Por ejemplo, durante la crisis se redujo significativamente la venta de coches o de electrodomésticos, pero posteriormente repuntaron durante la recuperación.

De ahí que la diferencia en el reparto de la masa salarial tenga tanta influencia en el consumo y, por tanto, en el crecimiento económico. En España, la mayor parte de la nueva renta salarial se ha destinado a contratar a nuevos trabajadores, no a subir los salarios. Esto explica por qué el consumo interno crece más que en otros países a pesar de que la masa salarial vaya más retrasada.

El consumo de los hogares creció un 4% en 2018 y un 4,2% en 2017, más del doble que el conjunto de la eurozona. Esta fortaleza del consumo explica por qué la demanda interna ha permitido mantener un ritmo de crecimiento muy alto en la segunda mitad del año a pesar de la ralentización del resto de Europa. En 2018, el consumo aportó el 90% del crecimiento del PIB, desplazando a la inversión y a las exportaciones.

¿Buenas noticias?

El dinamismo del consumo es una noticia muy positiva para España, ya que el incremento de la demanda genera más empleos que retroalimentan el mayor gasto. Sin embargo, el hecho de que los hogares destinen casi toda su renta al consumo genera un crecimiento desequilibrado, como ya ocurrió durante la burbuja financiera.

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La tasa de ahorro de los hogares se ha hundido hasta el 4,7% en 2018, lo que significa el dato más bajo de la serie histórica. En la eurozona, el ahorro de los hogares asciende hasta el 12,1%, esto es, casi el triple que en España. Si bien es cierto que una tasa de ahorro muy elevada puede generar problemas de demanda, también genera unas reservas en el país que garantizan el crecimiento futuro.

España se encuentra en esta fase de salida de la crisis con un mayor reparto de la renta hacia algunos grupos sociales, pero con un nivel de ahorro muy bajo. De hecho, la concesión de créditos al consumo (no hipotecarios) está creciendo con fuerza en los últimos trimestres y el Banco de España ya ha alertado a las entidades sobre su avance insostenible.

Esta tasa de ahorro tan bajo no se podrá mantener en el tiempo. A pesar de la elevada propensión al consumo de las familias españolas, lo que está claro es que los hogares tendrán que empezar a controlar su gasto en los próximos años. Una de las vías para mejorar este indicador es, precisamente, revalorizar la transferencia de rentas a los hogares, que se realiza básicamente con salarios y pensiones.

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Los incrementos de la renta disponible en hogares que ya tienen ingresos suficientes permite elevar su nivel de ahorro. Las familias no elevan su ritmo de vida rápidamente si mejoran un poco sus ingresos, por lo que es de esperar que su tasa de ahorro aumente. En este sentido, la revalorización de los sueldos de los trabajadores públicos y las pensiones supone un paso clave para lograr un crecimiento más saludable.

La renta disponible de los hogares empezó a crecer con fuerza en 2018, pero especialmente a partir del verano, con un avance interanual del 3,9%, el más alto en cuatro años. Y eso a pesar de la ligera desaceleración de la creación de empleo. En definitiva, que la renta de los hogares no se incrementa únicamente por la creación de empleo, sino por la subida de los salarios y las pensiones.

Este cambio de tendencia coincidió en el tiempo con dos factores clave: la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado para 2018, que incluían la subida de salarios y pensiones y la aprobación del IV AENC (Acuerdo para el Empleo y la Negociación Colectiva) entre sindicatos y patronal, que dio un impulso decisivo a la mejora de los convenios.

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Mientras la subida salarial sea compatible con la creación de empleo, esto es, España no pierda la competitividad de precios que ha logrado durante la crisis, el país puede seguir creciendo gracias a la demanda interna. Esto es, actualmente España es una de las economías más inmunes a la ralentización del comercio mundial. Eso no significa que el país no tenga desequilibrios que corregir, pero serán casi imperceptibles mientras no se propague una nueva crisis.

España suma ya cuatro años con un crecimiento superior al del conjunto de la eurozona. Esta brecha incluso se amplió en 2018, ya que Europa sufrió un grave frenazo de su economía como consecuencia del deterioro del comercio mundial. España también sintió los efectos negativos de la ralentización de las exportaciones, pero el país consiguió resistir mejor su impacto, mientras que Italia entró en recesión y Alemania se quedó a las puertas.

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