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Auge, caída y redención de Marc Márquez: así ha aprendido su mayor lección (por las malas)
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UN ENFOQUE DIFERENTE

Auge, caída y redención de Marc Márquez: así ha aprendido su mayor lección (por las malas)

El piloto español poco a poco va recuperando el tono que en su día le hizo imbatible. Ahora, sin embargo, es un piloto distinto del pasado y quizás a la larga eso le haga más fuerte aún

Foto: Marc Márquez, en el pasado GP de Australia. (EFE/EPA/Joel Carrett)
Marc Márquez, en el pasado GP de Australia. (EFE/EPA/Joel Carrett)

Ver competir a Marc Márquez en MotoGP a menudo te hacía sentir que estabas viendo a un piloto de otro planeta. Era un talento percibido como un escalón superior al resto de una parrilla ya de por sí talentosa. Su superioridad era tal, que, durante muchos años, la única opción de derrotarle era que algún piloto y moto tuvieran un día inspirado y que el de Cervera y su Honda no estuvieran al 100 por 100. Ni siquiera era una cuestión de pilotar más rápido que el resto, porque parecía que Marc estaba tocado por tal don divino que las caídas y las lesiones le respetaban mucho más a los demás. Daba la impresión que sabía incluso cómo caerse de la moto mejor que el resto de pilotos. Inolvidables fueron sus salvadas casi inexplicables de accidentes que parecían seguros. Pero tanto fue el cántaro a la fuente… que un día terminó por romperse.

Aquel fatídico mes de julio de 2020 comenzó la pesadilla del ocho veces campeón mundial que, cegado por su insaciable ansia de victoria, olvidó que él también era vulnerable. Ya es inútil buscar culpables a aquel despropósito de regresar a la competición apenas cinco días después de haber sufrido una complicada lesión en el hombro. Aparte de que es imposible retroceder en el tiempo, es que ni siquiera puede decirse que hubiera un culpable único en aquella desafortunada decisión de regresar precipitadamente a las pistas. Se equivocó el Dr. Xavier Mir que le operó, se equivocó el servicio médico de MotoGP que dio el visto bueno al regreso, se equivocó Dorna, la FIM (Federación Internacional de Motociclismo), el propio Marc Márquez y su entorno personal y técnico. El problema es que la suma de equívocos casi provoca el fin de la gloriosa carrera deportiva del piloto español.

Un 'lesiongate' que no puede repetirse

En estos días, hemos conocido que la famosa Clínica Mobile fundada por el doctor Claudio Costa no continuará formando parte del mundial de MotoGP desde el próximo año. Sin embargo, todo parece indicar que el equipo de Quirónsalud liderado por los doctores Ángel Charte y Xavier Mir sí que seguirá teniendo la voz cantante en el apartado médico del mundial de motociclismo. Esperemos que en próximas fechas Dorna vaya aclarando los pormenores de estas decisiones, pero es pertinente recordar que el doctor Costa criticó duramente en su momento las decisiones de Charte y Mir acerca de la situación de Marc Márquez. El 'lesiongate' del piloto español ha tenido mucho que ver en toda esta situación, adiós a las opiniones discrepantes en el apartado médico, tanto por parte del promotor como de la FIM.

placeholder Momento de una las espeluznantes caídas sufridas por Marc Márquez estos últimos dos años. (DAZN)
Momento de una las espeluznantes caídas sufridas por Marc Márquez estos últimos dos años. (DAZN)

El asunto no es baladí, porque desde aquel Gran Premio de Jerez de hace dos años, hemos tenido rebrotes de la diplopía (visión doble), nuevas roturas del hombro afectado, infecciones que impedían cicatrizar la herida y todo un rosario de complicaciones varias, que, quizá con otro esquema médico en el campeonato donde diagnóstico, intervención y visto bueno fueran independientes, podrían haberse evitado. Por eso es importante que Dorna de las explicaciones precisas, porque igual que no cabe dudar de la buena fe de todos los implicados, toda esta desafortunada secuencia de acontecimientos debe servir para evitar errores similares en el futuro.

La cuestión es que toda esa saga de problemas físicos poco a poco fue haciendo mella en la mente de Marc y le empezó, por primera vez en su vida, a hacerle ver que él también era vulnerable. El ilerdense empezó a asumir que de no reprogramarse mentalmente no iba a poder volver a ser campeón del mundo. Es importante matizar que el objetivo no era volver a ser el que fue, sino ser otro tipo de piloto. Un Márquez más cerebral, más prudente, más analítico y menos confiado en poner todos los huevos en la cesta de su inmenso talento.

Foto: Emilio Alzamora y Marc Marquez, en una imagen de archivo. (EFE /Manuel Bruque) Opinión

Hemos sido muchos, seguramente, los que hemos seguido con interés y preocupación a partes iguales el regreso de Marc. Es inevitable emocionarse al ver que es capaz de nuevo de ser el prodigio que siempre fue sobre la moto, pero al mismo tiempo, temer que arriesgara más de lo justo. Otra lesión que le devolviera a la casilla de salida no era una opción, porque dos años de penalidades han ya ha sido más que suficientes. Por eso, estas últimas dos carreras, al permitirnos ver a un Márquez que se ponía límites cuando era preciso ponerlos, lejos de hacernos pensar que ya no es el mismo, quizá nos muestre que ahora es mejor piloto aún.

Los comisarios deportivos han tenido quizá durante años demasiada manga ancha con Márquez, porque por mucho que sea innegable su genialidad, a menudo iba acompañada de una buena dosis de irresponsabilidad o antideportividad según la ocasión. Si el mítico Dale Earnhardt era el ‘Intimidator’ de las carreras de Nascar, la parrilla entera de MotoGP temía a Márquez, porque sabía que lo mejor que podían hacer era quitarse de en medio cuando le tenían por detrás. El catalán iba a pasarles como decía Luis Aragonés por lo civil o lo criminal. Los rivales ahora saben que Marc ya no es el mismo y en cierto modo le han perdido el respeto. Esto no necesariamente es malo, porque como vimos en Tailandia y en Australia, Marc sigue siendo capaz de hacer maniobras imposibles, pero ahora solo las hace cuando es estrictamente necesario, no por sistema como ocurría en el pasado.

Un nuevo Marc

En otros tiempos, pocos dudan que Márquez, bajo la lluvia hace dos semanas en Tailandia, habría continuado su progresión hasta alcanzar el liderato de carrera. Pero seguramente al de Honda le vinieron recuerdos de Indonesia, la segunda carrera de la temporada, donde sufrió un fortísimo golpe con traumatismo craneoencefálico incluido. Quizá en aquel momento, es cuando, por fin, Marc asumió lo que no quería asumir desde el verano de 2020. Para volver a ganar, iba a tener que aceptar que era humano y que sobrepasar los límites o las exhibiciones innecesarias, como las tres caídas realizadas en aquel Gran Premio, tenían un precio muy caro.

placeholder En Australia, Márquez estuvo a punto de lograr la victoria. Es una simple cuestión de tiempo que vuelva a lo más alto del podio. (Reuters/Loren Elliott)
En Australia, Márquez estuvo a punto de lograr la victoria. Es una simple cuestión de tiempo que vuelva a lo más alto del podio. (Reuters/Loren Elliott)

De igual modo, es significativo que en Australia, Marc estuvo a punto de ganar la carrera, pero al mismo tiempo no trató de hacer con Alex Rins ninguna maniobra de esas que antaño acostumbraba a hacer. Su gran resultado se dio gracias a la audaz e inteligente decisión estratégica que tomó. El de Honda fue el único piloto de los diez primeros clasificados que optó por poner un neumático trasero blando, cuando todos los demás utilizaron el duro. El asfalto del circuito de Phillip Island es tremendamente abrasivo y si Márquez quería llegar a final de carrera, debía correr con gran suavidad e inteligencia.

Algunos dirán ese manido tópico de que asumir enormes riesgos es lo que hace especial a Marc, pero ya hemos visto lo caro que ha podido costarnos ese modo 'especial' de competir. Lo bueno de la nueva situación es que lejos de ser un demérito haber perdido algo de esa agresividad sin límites que le caracterizaba, descubrir a este nuevo Marqués supliendo exuberancia con inteligencia, nos recuerda mucho a Superman cuando descubrió que era el cerebro y no sus capacidades sobrehumanas, lo que le permitía esquivar a la kryptonita.

Ver competir a Marc Márquez en MotoGP a menudo te hacía sentir que estabas viendo a un piloto de otro planeta. Era un talento percibido como un escalón superior al resto de una parrilla ya de por sí talentosa. Su superioridad era tal, que, durante muchos años, la única opción de derrotarle era que algún piloto y moto tuvieran un día inspirado y que el de Cervera y su Honda no estuvieran al 100 por 100. Ni siquiera era una cuestión de pilotar más rápido que el resto, porque parecía que Marc estaba tocado por tal don divino que las caídas y las lesiones le respetaban mucho más a los demás. Daba la impresión que sabía incluso cómo caerse de la moto mejor que el resto de pilotos. Inolvidables fueron sus salvadas casi inexplicables de accidentes que parecían seguros. Pero tanto fue el cántaro a la fuente… que un día terminó por romperse.

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