Golpes, empujones e insultos: la locura de Luis García Plaza tras el gol decisivo del Real Madrid

El Real Madrid consiguió una trabajada victoria en el minuto 93 ante el Alavés (0-1), en un partido donde un cabezazo de Lucas Vázquez en un córner le dio tres puntos básicos al conjunto blanco para devolverle el liderato de LaLiga. Y lo hizo en un partido que se le puso cuesta arriba al conjunto de Carlo Ancelotti, después de jugar casi toda la segunda parte con un jugador menos tras la expulsión de Nacho... lo que provocó un monumental enfado en Luis García Plaza.

El técnico del Alavés veía la posibilidad de llevarse la victoria ante el Madrid. Tras más de media hora con un jugador más, con el equipo blanco realmente cansado y sin demasiados efectivos en el banquillo para dar oxígeno, los madridistas trataban de minimizar daños y cauterizar la herida. Y, mientras tanto, el técnico del Alavés se desesperaba desde la banda, pidiendo a sus jugadores un esfuerzo más y que se lanzaran al ataque con decisión.

Sin embargo, dio la sensación de que el paso de los minutos le sentó mejor al Madrid que el Alavés. Con más corazón que cabeza y piernas, los blancos confiaron en todo momento hasta el final del partido, donde tuvo su recompensa: Lucas Vázquez, solo, sin marca y en el corazón del área, conectó un cabezazo perfecto para dar la victoria a su equipo ya en el descuento. Y Luis García Plaza explotó, montando un escándalo pocas veces visto en un campo.

Su equipo acababa de perder los tres puntos... y lo había hecho tras casi una parte completa en superioridad numérica. Y, por si fuera poco, el gol lo había marcado el jugador con menos estatura del Madrid en el campo, sin marcaje ninguno y entrando solo desde el punto de penalti. El técnico del Alavés explotó en la banda, dejando una imagen inusual y poco constructiva, fruto del enfado con sus jugadores por lo que había sucedido en el césped.

Entre gritos, voces e improperios, pateó una botella que había en el suelo para, a continuación, golpear una nevera que había en su camino. Tras girarse al banquillo, agarró de las solapas a un miembro de su equipo y le zarandeó, para quitarse el abrigo y el gorro y lanzarlos al suelo con rabia. Tras sentarse en su silla, comenzó a golpear el respaldo y el suelo con claros gestos de enfado, mientras los insultos y los gritos se multiplicaban. Una imagen no demasiado positiva para el fútbol.