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El Sevilla prolonga su idilio con la Europa League y le recuerda a la Juve quién es el rey (2-1)
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SEMIFINALES DEL TORNEO

El Sevilla prolonga su idilio con la Europa League y le recuerda a la Juve quién es el rey (2-1)

Los goles de Suso y del argentino clasifican a los sevillistas a la séptima final de su historia, en la que jugarán frente a la Roma de José Mourinho. Las seis anteriores las ganaron

Foto: Lamela celebra el segundo gol. (Reuters/Jon Nazca)
Lamela celebra el segundo gol. (Reuters/Jon Nazca)

Es necesario pasar por el Sánchez-Pizjuán si quieres ganar la Europa League porque es lo más parecido al Bernabéu en la Copa de Europa. Salven las distancias si quieren, pero es un feudo que aprieta como pocos. La magia no se describe, se vive. Y en Nervión el ambiente trasciende al fútbol, convirtiéndose en algo más parecido al circo romano. Aquellos que han caído en ese estadio saben bien de qué se trata. Las mayores epopeyas de la competición se han dado en Sevilla, donde Mendilibar puso el broche (por ahora) a la suya propia y eliminó a la Juventus de la competición (2-1). Los sevillistas jugarán su séptima final. El rey del torneo está más vivo que nunca.

El inicio de partido fue trepidante, con un permanente intercambio de golpes. La ciudad estaba preparada para otra hazaña, con el barrio teñido de rojo y con la Policía apartando al público para que el autobús llegara al estadio. Nadie se quiso perder el encuentro más importante de una temporada con más grises que sombras. La Feria ya ha pasado y está lejos de Nervión, donde se ha visto la mayor montaña rusa. Nunca el Sevilla de Monchi tuvo tantas subidas y bajadas.

Este tipo de partidos se juegan de una manera visceral, con el corazón más en la mano que nunca. Porque había 45.000 almas en un Pizjuán que le pedía a su equipo entrega y simplezas. El pragmatismo no lo entendió Sampaoli, pero Mendilibar, viejo zorro de los banquillos, es de la escuela de Bilardo. El argentino todavía permanece en el recuerdo y el vasco puede hacerlo si levanta en Budapest la séptima Europa League. Los de colorado son y siempre serán los suyos.

placeholder Di María regatea a Bryan Gil. (Reuters/Susana Vera)
Di María regatea a Bryan Gil. (Reuters/Susana Vera)

El rugido de Nervión

Di María era una de las principales amenazas de la Juventus, que tardó en mostrar sus luces. Fue precisamente el argentino quien dispuso de un mano a mano que envió fuera tras hacer la cuchara con la derecha. Ay, los zurdos, que casi todos son cerrados. Allegri le pidió que fuera el mayor de los demonios para el Sevilla, pero fue fiel a su nombre: un ángel en toda regla.

Ocampos entonó aún más a la grada con un remate que Szcesny sacó en la misma línea. Es increíble la capacidad de revancha que da el fútbol, incomparable quizá con otros deportes. El tipo al que Sevilla había descartado en verano, y que estuvo media temporada en el Ajax, estaba de protagonizar el final feliz del cuento. Con Sampaoli no encontró confianza ninguna, pero ahora Mendilibar se la ha dado. Como a casi todo el equipo.

Kean disparó al palo y enmudeció a un estadio poco acostumbrado al silencio. El azar (casi) siempre se alinea con los campeones. La fortuna es tan importante para el triunfo como hacer bien el trabajo. Esos milímetros son los que separan la gloria de la decepción. Ya lo decía Rudyard Kipling: el éxito y el fracaso son dos grandes impostores.

placeholder Vlahovic celebra el gol de la Juventus. (Reuters/Susana Vera)
Vlahovic celebra el gol de la Juventus. (Reuters/Susana Vera)

La efectividad de Vlahovic

El fútbol moderno tiene ventajas, aunque el Sevilla seguramente las maldijera a lo largo de la noche. Al filo del descanso, Cuadrado cometió penalti sobre Óliver Torres que ni el VAR señaló cuando hubo incluso tiempo para la revisión. No hay mayor impotencia que sentir que te roban la billetera en tus narices.

El gol es el abc del fútbol, la materia que algunos dominan a la perfección sin esfuerzo. Y que otros ensayan hasta incorporarla a su catálogo (véase Vinícius). Vlahovic es de los primeros y lo demostró en el primer balón que tocó. Batió a Bono cuando peor estaba su equipo, a merced de un Sevilla al que le falta eso, un gran goleador.

placeholder Suso celebra con En-Nesyri el gol del empate. (Reuters/Susana Vera)
Suso celebra con En-Nesyri el gol del empate. (Reuters/Susana Vera)

Suso apagó el incendio

Las gradas del Pizjuán tienen frases y una de ellas es Dicen que nunca se rinde. La idiosincrasia del club es la batalla hasta el final y así se explica el empate de Suso cuando apenas habían transcurrido cinco minutos desde el gol rival. El mismo al que Mendilibar le reprochó que no corriera había desempatado el partido con un zurdazo espectacular. Los buenos lo son hasta andando. Y el entrenador vasco no era precisamente la definición del esfuerzo.

El duelo estaba condenado a la prórroga, un terreno en el que se maneja mejor el Sevilla. Allí, a la Juve le acechó el abismo. Y salió ardiendo de la caldera. Lamela logró con un cabezazo el tanto que certificó el billete a Budapest. Acuña fue expulsado por doble al amarilla tras perder tiempo, pero el resultado no cambió. Mendilibar y los suyos estarán en la final.

Es necesario pasar por el Sánchez-Pizjuán si quieres ganar la Europa League porque es lo más parecido al Bernabéu en la Copa de Europa. Salven las distancias si quieren, pero es un feudo que aprieta como pocos. La magia no se describe, se vive. Y en Nervión el ambiente trasciende al fútbol, convirtiéndose en algo más parecido al circo romano. Aquellos que han caído en ese estadio saben bien de qué se trata. Las mayores epopeyas de la competición se han dado en Sevilla, donde Mendilibar puso el broche (por ahora) a la suya propia y eliminó a la Juventus de la competición (2-1). Los sevillistas jugarán su séptima final. El rey del torneo está más vivo que nunca.

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