El fuerte estrés de Simeone y el respaldo total del club y la plantilla
El Cholo Simeone acumula una tremenda presión por la exigencia de ganar la Europa League, la salida de Fernando Torres y el incierto futuro de Griezmann. En Londres, estalló
La exigencia de ganar un título, que la plantilla no se debilite y el ruido de fuera hicieron estallar a Simeone. Perdió los papeles, las formas y tuvo una reacción exaltada en la que insultó al árbitro francés Clement Turpin instantes después de la segunda tarjeta amarilla que le costó la expulsión a Vrsaljko. Simeone estalló en el peor momento de la temporada, pero su reacción, para los que le conocen dentro del club, tiene una explicación. Lo achacan a la enorme presión que tiene en su cabeza y el desgaste de una temporada en la que acumula cansancio por diferentes polémicas extradeportivas. Desde los pitos a Griezmann en el Metropolitano, el incierto futuro del francés, la salida de Fernando Torres y lo que ha supuesto de división en la masa social rojiblanca, el choque con la prensa tras su “no" rotundo cuando le preguntaron si haría todo lo posible para que siguiera el Niño, la escasez de efectivos de una plantilla que se ha ido quedando corta entre las salidas de jugadores en el mercado de enero y la lesiones… Todo esto, unido a lo que arrastraba desde el verano cuando se confirmó la sanción al club de la FIFA que imposibilitaba hacer fichajes, era una bomba a punto de explotar en la cabeza del Cholo.
Faltaba una chispa que encendiera la mecha y provocara lo que vimos en el Emirates Stadium. Simeone reaccionó con vehemencia y exaltación tras sentir que el árbitro estaba perjudicando a su equipo con las dos tarjetas amarillas a Vrsaljko en sólo 12 minutos. “Tiene un desgaste emocional importante y se mete mucha presión”, confirman a El Confidencial fuentes del Atlético de Madrid. Desde el club se refuerza al entrenador y dejan claro que es la persona autorizada para enviar el mejor mensaje de lo que es hoy el Atlético. Respaldo absoluto por parte de los dirigentes a su entrenador en un momento difícil porque la sanción a la que se enfrenta Simeone es de, al menos, dos partidos por los insultos. La Comisión de Disciplina de la UEFA resolverá con una sanción que le impida estar en el partido de vuelta ante el Arsenal y en la hipotética final. Un palo para el Cholo, pero una reacción comprensible para el club porque hay un enorme enfado con el criterio arbitral del colegiado francés. Muy estricto con el Atlético y más condescendiente con los jugadores del Arsenal.
Simeone está sometido a un alto estrés que le ha jugado una mala pasada en el partido contra el Arsenal. Hasta las personas más fuertes mentalmente y seguras de sí mismas pueden perder el control, como quedó demostrado con el técnico del Atlético de Madrid. El Cholo necesita volver a ganar un título, siente que el club lo merece, que la plantilla tiene que recibir el premio de ser campeones de la Europa League después de la frustración de ser eliminados de la Champions y quiere devolver la fidelidad y el cariño a la afición con este título. Igual que manifiesta que sería un éxito quedar segundos en la Liga. Trabaja y vive obsesionado con volver a ganar y ver cerca poder cumplir el objetivo de conquistar la Europa League. De la misma forma hace un trabajo de ‘mánager general’ para que no le desmantelen la plantilla y, sobre todo, no se vayan dos jugadores imprescindibles para su proyecto: Oblak y Griezmann. La presión que acumula es tremenda.
Queda claro que desde el club y desde la plantilla se respalda al entrenador y se comprende su airada reacción. Simeone sufrió en la grada del Emirates Stadium, de pie y sin parar de moverse, viendo la resistencia de sus jugadores. Volvió a estallar, pero esta vez de felicidad, cuando marcó Griezmann y empató el partido. Como reconoció luego en la sala de prensa, se le puso la piel de gallina y se emocionó por el partido épico que hicieron con un jugador menos. Calificó a los futbolistas de héroes y pidió que el Metropolitano reviente en el partido de vuelta. Simeone no estará en el banquillo y asume desde este momento que es un hincha más que se dejará la garganta animando al equipo para que consiga el objetivo de eliminar al Arsenal y llegar a la final.
Este es el ADN de Simeone y lo que ha construido en una plantilla que demostró en el campo ante el Arsenal que, ante la adversidad, es capaz de sobrevivir y no rendirse. Es el mayor orgullo que se llevó un tocadísimo Simeone del partido de ida de las semifinales de la Europa League ante el Arsenal. Ver cómo sus jugadores eran capaces de competir y él no poder darles más instrucciones y aliento desde la zona de banquillos. Asume que cometió un error, pero las revoluciones estaban tan altas y la sensación de injusticia en esos primeros minutos era tan grande que no pudo contener ni enfriar su cabeza.
La exigencia de ganar un título, que la plantilla no se debilite y el ruido de fuera hicieron estallar a Simeone. Perdió los papeles, las formas y tuvo una reacción exaltada en la que insultó al árbitro francés Clement Turpin instantes después de la segunda tarjeta amarilla que le costó la expulsión a Vrsaljko. Simeone estalló en el peor momento de la temporada, pero su reacción, para los que le conocen dentro del club, tiene una explicación. Lo achacan a la enorme presión que tiene en su cabeza y el desgaste de una temporada en la que acumula cansancio por diferentes polémicas extradeportivas. Desde los pitos a Griezmann en el Metropolitano, el incierto futuro del francés, la salida de Fernando Torres y lo que ha supuesto de división en la masa social rojiblanca, el choque con la prensa tras su “no" rotundo cuando le preguntaron si haría todo lo posible para que siguiera el Niño, la escasez de efectivos de una plantilla que se ha ido quedando corta entre las salidas de jugadores en el mercado de enero y la lesiones… Todo esto, unido a lo que arrastraba desde el verano cuando se confirmó la sanción al club de la FIFA que imposibilitaba hacer fichajes, era una bomba a punto de explotar en la cabeza del Cholo.