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"Ya está bien con el p... árbitro de los c...": el Barcelona culpa a todo menos a quien debe
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BAYERN 3 - 0 BARCELONA

"Ya está bien con el p... árbitro de los c...": el Barcelona culpa a todo menos a quien debe

El desastre azulgrana se escenifica en una jugada que tuvo lugar en el minuto 56: cualquier mínina situación sirve para culpa a otro de la derrota pero no hay espacio para la autocrítica

Foto: Los jugadores del Barça, cabizbajos y derrotados. (EFE/Philipp Guelland)
Los jugadores del Barça, cabizbajos y derrotados. (EFE/Philipp Guelland)

Corría el minuto 56 de partido y el Bayern de Múnich vencía por 2 a 0 al Barcelona, en un partido en el que los bávaros, con el freno de mano echado, estaban arrollando al conjunto de Xavi Hernández, que no sabía ni por donde le venían los golpes. Los azulgranas eran incapaces de competir contra un rival infinitamente superior, en lo deportivo, en lo táctico y en lo físico, momento en el que tuvo lugar una frase que representa el gran problema de los culés: no mirarse el ombligo.

El colegiado Ovidiu Hategan estaba teniendo problemas con su comunicador, momento en el que avisó a ambos capitanes de que detenía el partido para cambiárselo en la banda. Tras hacerlo, se reanudó el juego, pero escasos minutos después lo tuvo que volver a detener porque no estaba bien colocado. Los centrales del Bayern, Sule y Upamecano, fueron hasta su posición para ayudarle con la tarea. "Ya está bien, eh, joder, con el puto árbitro de los cojones", espetó alguien en ese momento.

Foto: Los jugadores del Barça se retiran del campo tras ser eliminados en la fase de grupos de la Champions (EFE/Philipp Guelland)

En un partido jugado a puerta cerrada, sin aficionados en la grada, es mucho más sencillo escuchar lo que los jugadores y el banquillo expresan a lo largo del encuentro, una experiencia interesante que sirve par ver el sentir de los equipos. Pero también se escuchan los exabruptos y las salidas de tono, incluso las injustificadas como esta. Es solo un detalle, es cierto, pero no deja de representar el verdadero problema del Barcelona: se mira más al cielo en busca de soluciones que al suelo.

¿Tenía el árbitro la culpa del que el Barça fuera perdiendo? ¿De qué Mingueza ni se enterara del remate de Müller? ¿De que Ter Stegen se tragara un disparo al centro de la portería? ¿De que al equipo no le diera la gasolina para más? ¿De que el Bayern, sin nada en juego y a medio gas, hundiera en el fango a los culés? Evidentemente, no, pero el problema es cuando crees que lo tienes todo para triunfar y no quieres ver la realidad. Es más fácil culpar al exterior que hacer autocrítica.

Ya se sabía que, con la salida de Messi, el curso del Barcelona iba a ser complicado. El argentino llevaba años maquillando el bagaje azulgrana con su 40 goles y 20 asistencias por curso y, ahora que falta, se hace mucho más evidente que el equipo tiene un problema: continúa con los mismo problemas defensivos y de intensidad pero, ahora, además sin gol. Solo ha anotado dos tantos en Champions que, bien pensado, hacen que el pase a la Europa League sea hasta un premio excesivo.

placeholder FOTO: EFE/EPA/Phillip Guelland.
FOTO: EFE/EPA/Phillip Guelland.

Sin autocrítica

Pero el verdadero problema es la falta de crítica: Joan Laporta sigue vendiendo un optimismo insultante que no aparece por ningún lado, Xavi Hernández continúa creyendo que hay plantilla para grandes éxitos y los jugadores, en sus apariciones públicas, insisten en que se puede pelear de tú a tú con cualquier equipo. Pero, entonces, el balón echa a rodar y las palabras se las lleva el viento, dejando en evidencia a un equipo incapaz de competir y a años luz de enamorar al aficionado.

Nadie coge el toro por los cuernos, da un puñetazo sobre la mesa y hace una reflexión de lo que está pasando en el equipo. Hay un grave problema institucional, no se han hecho bien las cosas económicamente, los fichajes no son del nivel esperado y la ilusión por los jóvenes no puede suplir las carencias del equipo. Es el momento de pensar en todo lo que se ha hecho mal para salir cuando antes de una crisis difícil de digerir. Es el momento de levantar las cartas y decirse las cosas a la cara.

Foto: Lenglet disputa un balón con Lewandowski. (EFE/Philipp Guelland)

Ese exabrupto -en perfecto castellano- contra el colegiado no evidencia más que la rabia de un equipo que no entiende qué le pasa cuando, en realidad, es muy sencillo: este Barcelona no tiene nivel para competir entre los mejores. Los jugadores más destacados de su plantilla son jóvenes con gran potencial pero, que a día de hoy, están verdes y los 'pesos pesados', lo que en realidad deberían dar un paso al frente, o no lo hacen o se ponen de perfil en los momentos más complicados.

Pero, yendo más allá y con la mente en fría, lo mejor que le podía haber pasado al Barça es que el partido se hubiera acabado cuando el árbitro lo detuvo. Desde el banquillo azulgrana metían prisa al colegiado para que reanudara el encuentro lo antes posible en busca de la remontada pero, en realidad, todo el mundo sabía lo que estaba pasando: era un quiero y no puedo y, lo peor, es que muchos aún se lo creen. Quizá el golpe de realidad sirva para enderezar el rumbo perdido.

Corría el minuto 56 de partido y el Bayern de Múnich vencía por 2 a 0 al Barcelona, en un partido en el que los bávaros, con el freno de mano echado, estaban arrollando al conjunto de Xavi Hernández, que no sabía ni por donde le venían los golpes. Los azulgranas eran incapaces de competir contra un rival infinitamente superior, en lo deportivo, en lo táctico y en lo físico, momento en el que tuvo lugar una frase que representa el gran problema de los culés: no mirarse el ombligo.

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