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Adiós a 'don Manué' Ruiz de Lopera, el prócer del Betis que fue condenado a las galeras
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Alejado del club en sus últimos años

Adiós a 'don Manué' Ruiz de Lopera, el prócer del Betis que fue condenado a las galeras

El histórico presidente bético ha fallecido a los 79 años en Sevilla. Integró una quinta de dirigentes icónicos por su locuacidad, anecdotario y manera de gestionar los clubes

Foto: Lopera, en una de sus entradas a la Audiencia de Sevilla. (EFE/Pepo Herrera)
Lopera, en una de sus entradas a la Audiencia de Sevilla. (EFE/Pepo Herrera)

Manuel Ruiz de Lopera ha fallecido a los 79 años durante la madrugada de este sábado al domingo en su domicilio a raíz de una diverticulitis, según confirmó la propia familia del exdirectivo verdiblanco. Nos deja uno de los integrantes de esa estirpe de presidentes carismáticos, locuaces y diferentes que es difícil imaginar en un fútbol tan mercantilizado y blindado como el actual. Don Manué (así se le recordará) fue el salvavidas de un Betis que estaba más muerto que vivo. Un soplo de aire fresco para un club que penaba, o que estaba en la UVI. Y por el que nadie daba un duro.

Lopera fue un presidente distinto, capaz de despertar a su entrenador de madrugada para personarse en una fiesta de jugadores. Era Halloween y la casa de Benjamín, claro. Lo normal era indignarse incluso años después, pero Don Manué lo resumió con su habitual ingenio, ese que era difícil comprender más arriba de Sierra Morena: "Me encontré hasta a chicas haciendo ejercicio físico".

Seis años antes de aquella noche de desenfreno protagonizó una pelea con Luis Cuervas, homólogo sevillista. Era una cena organizada por la COPE en la que ambos discutieron. Y en la que la delegada del Gobierno en Andalucía, Amparo Rubiales, desempeñó el papel más parecido al de un árbitro que haría en su vida. "Yo no vengo de tomar whisky, yo vengo de mi trabajo. Si me tengo que tomar un whisky, me lo tomo porque sé tomármelo y tú no sabes", le espetó Cuervas. "Por eso tomo agua", le respondió Lopera.

Siempre tuvo en mente crear un Betis grande antes de que fuera libre, limpio y de ustedes. Por eso se empeñó en que los buenos futbolistas vistieran de verdiblanco. Hay clubes con más envergadura, pero los béticos fueron los que realizaron el desembolso más caro de la historia durante un año. No todos los equipos tienen ese récord. Su síntesis de la operación fue superior al rendimiento del fichaje, porque de Denilson quedó más la guasa que las carreras. "Hemos fichado a un jugador que para que nos lo quiten tienen que cerrar un banco".

placeholder Ruiz de Lopera, en una imagen de 2017. (EFE/José Manuel Vidal)
Ruiz de Lopera, en una imagen de 2017. (EFE/José Manuel Vidal)

Una terminología única

Don Manué decía que él era diabético, aunque su diabetes nada tenía que ver con el azúcar. El argumento, que él era dos veces bético. Su pasión por los colores verdiblancos quizá se entiendan mejor con las primas que les daba a los jugadores. En lugar de optar por dinero, como hacían la mayoría de los clubes, él les daba cheques regalo de El Corte Inglés. Ahora párense a ver cuáles son los colores del logo de la cadena y aten cabos.

Fue un prócer para los béticos, que vivieron prisioneros en la caverna en la primera etapa de su mandato. El estadio incluso se llamó Manuel Ruiz de Lopera y él lo calificó como "la caja de herramientas" o "el platillo volante". Es cierto que llegaron grandes jugadores como Finidi George, Alfonso Pérez o Robert Jarni, también que Lopera se ocupaba de cualquier cosa que concernía al club sin delegar en nadie. Tal vez su perro Hugo fuera la persona con más poder después del máximo accionista. Hasta el punto de que celebraba los goles igual o más que un aficionado.

Lopera mostró siempre especial cariño a Joaquín, que no tenía mucho interés en irse del Betis ni el presidente en venderlo. Era un matrimonio sin fisuras, por mucho que un ruso (Roman Abramovich) se colara entre ellos. "Joaquín no se va a traspasar. ¿Os habéis quedado todos con la boca abierta, no? Pues otra vez el ruso con la oferta para atrás". El niño, como llamaba al gaditano, era la bandera de aquel Betis, aunque luego lo mandara a Albacete cuando le pidió irse al Valencia.

placeholder Gordillo fue nombrado administrador de las acciones de Lopera. (EFE/José Manuel Vidal)
Gordillo fue nombrado administrador de las acciones de Lopera. (EFE/José Manuel Vidal)

Joaquín pensó que era el momento de salir y se lo dijo a Lopera. Según el presidente, le podía mandar a cualquier equipo que vistiera de blanco, por eso le comentó que jugaría en el Albacete o le pondría una multa de varios millones. El futbolista hizo el camino hasta La Mancha y, en realidad, no había nadie esperándole. Un trabajador de allí dio fe de que se había desplazado. El viaje, no obstante, no le resultó un fiasco, porque se volvió cargado de unos buenos quesos manchegos. No hay mal que por bien no venga.

Una manifestación multitudinaria

Su gestión empeoró y el Betis acabó en el descenso en 2009. Aquello fue un trauma que desencadenó una de las mayores reacciones de la afición, superior incluso a la celebración de un título. Hubo una manifestación en la avenida de la Constitución en la que Rafael Gordillo fue aupado como un torero.

Gordillo fue precisamente el que administró las acciones de Lopera cuando se produjo la intervención judicial del club en 2010. Mercedes Alaya, la jueza, no se equivocó al designarlo administrador judicial. Ese fue el último servicio de Don Manué al club hasta que vendió su paquete accionarial en 2017. Su gestión dejó más sombras que luces, pero la guasa siempre estuvo presente.

Sus últimos años los pasó alejados de los medios, porque no quería prensa. Eso sí, seguía dejando píldoras de ingenio. Una vez le mandaron una tuna, bajó a saludarlos y una de sus sobrinas bailó con ellos. En otra ocasión, antes de la final de Copa, dejó claro que su predilección por el Gran Poder todavía estaba presente: "Está harto de que le pida por el Betis". Se marcha un presidente irrepetible. Para lo bueno y para lo malo.

Manuel Ruiz de Lopera ha fallecido a los 79 años durante la madrugada de este sábado al domingo en su domicilio a raíz de una diverticulitis, según confirmó la propia familia del exdirectivo verdiblanco. Nos deja uno de los integrantes de esa estirpe de presidentes carismáticos, locuaces y diferentes que es difícil imaginar en un fútbol tan mercantilizado y blindado como el actual. Don Manué (así se le recordará) fue el salvavidas de un Betis que estaba más muerto que vivo. Un soplo de aire fresco para un club que penaba, o que estaba en la UVI. Y por el que nadie daba un duro.

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