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Rubén Cano: "Me siento antimadridista por todo lo que viví relacionado con el tema arbitral"
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ENTREVISTA AL EXJUGADOR

Rubén Cano: "Me siento antimadridista por todo lo que viví relacionado con el tema arbitral"

El hispano-argentino, leyenda colchonera, fue un destacado futbolista todavía recordado por su gol a Yugoslavia en la fase de clasificación para el Mundial celebrado en Argentina en 1978

Foto: Rubén Cano regatea a un rival. (EFE)
Rubén Cano regatea a un rival. (EFE)

El nombre de Rubén Cano (San Rafael, Argentina, 1951) es conocido por algunos por el himno del centenario de Joaquín Sabina, donde aparece como lo que es, una de las grandes figuras de la historia del Atlético de Madrid. Jugó en cuatro equipos españoles —Elche, Atleti, Tenerife y Rayo—, pero solo generó una adhesión inquebrantable con los colchoneros.

Cano fue un futbolista nacionalizado (jugó con España), en tiempos donde aquello no era frecuente e incluso se llevó alguna crítica por ello. Suyo fue uno de los goles más gritados de nuestro país, cuando la Selección logró de manera agónica el pase al Mundial de 1978. El partido, celebrado en Yugoslavia, fue mucho más que una tarde de fútbol. Así lo confirma el nombre que recibió: La Batalla de Belgrado.

El hispano-argentino se recupera ahora de una operación de cadera que lo tiene algo molesto. A pesar de este ligero contratiempo, disfruta en Argentina de su jubilación y charla amablemente con El Confidencial.

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PREGUNTA. Usted tuvo varias lesiones en el hombro en activo. ¿Cómo era la dureza de aquel fútbol de los 70 y los 80?

RESPUESTA. Muy duro, porque se le permitía mucho a los defensas. Yo tuve la mala suerte de que el hombro se me salió varias veces y tuve que someterme a tres operaciones. Debido a ello, se me quedó en un 75% de movilidad. Cuando estaba en el Rayo, tuve otro problema y tenía que someterme a la cuarta. Pero opté por retirarme, aunque me quedaba un año de contrato.

P. Había carta blanca para los defensores entonces.

R. ¡Claro! El juego era muchísimo más duro que ahora. Como aparecían cada vez más jugadores habilidosos, se trató de cuidar el espectáculo. Si seguían permitiendo esas entradas, habría muchos lesionados. Y el fútbol dejaría de ser un juego.

P. ¿Cree que esos defensas sobrevivirían en el fútbol actual?

R. No, hoy no podrían jugar. Los jugadores están hoy muy controlados por todas las cámaras, incluido el VAR. No solo por sus entradas, también por lo que hablan.

P. A usted le llamaban indio por ser sudamericano. ¿Había racismo en ese fútbol de los 70 y los 80?

R. Fue un gesto de mala de educación por el tema de la rivalidad, porque me lo llamaban sobre todo los aficionados del Madrid. Era como una ofensa hacia el jugador, pero no lo veo como un tema de racismo. No lo entendía como un insulto, sino como una forma de menospreciar al futbolista. Nunca sentí un problema de racismo cuando me gritaban indio.

"Como aparecían cada vez más jugadores habilidosos, se trató de cuidar el espectáculo"

P. Usted se nacionalizó español y jugó con la Selección en una época en la que eso no era tan frecuente como ahora. ¿Le penalizó esto?

R. A ver cómo te lo explico sin atacar a mucha gente. A mí me atacaron en ese momento, porque había aficionados que me gritaban indio, como te decía, cuando entrenaba en el Santiago Bernabéu con la Selección. En realidad, lo único que hice fue nacionalizarme. La legislación lo permitía porque mis padres había nacido en Almería. Durante mi infancia, de hecho, mis abuelos preparaban comidas típicas de allí: gazpacho, migas, salmorejo… Cuando fallecieron, no probé esos platos hasta que emigré a España para jugar aquí. Éramos una familia muy española.

P. ¿Qué tal se tomaron su decisión en Argentina?

R. No hubo ningún inconveniente. Yo había jugado cuatro partidos amistosos con la selección argentina, pero me quedé fuera de la convocatoria del Mundial de 1974. En España, cuando llegué, me llamó Kubala y acepté, aunque ellos todavía no estaban clasificados para la Copa del Mundo de 1978. Tomé la decisión a sabiendas de que no volvería a jugar con Argentina.

placeholder Cardeñosa le dio el pase a Rubén Cano. (EFE/José Manuel Vidal)
Cardeñosa le dio el pase a Rubén Cano. (EFE/José Manuel Vidal)

P. Usted estuvo presente en la célebre Batalla de Belgrado. ¿Qué recuerda de ese día?

R. Clasificarse para un Mundial era muy complicado, porque solo participaban 16 equipos, no como ahora. El público fue muy violento. A los yugoslavos no pararon de lanzarles besos y los contagiaron. Ellos no pararon de dar patadas y jugar un fútbol muy sucio. Habían preparado una olla a presión. Cuando salimos a calentar, la gente casi se tiraba encima de nosotros y tuvimos que meternos dentro. La policía tuvo que actuar porque aquello podría haber acabado mal.

P. A Cardeñosa lo recuerdan mucho por el fallo ante Brasil, pero poco por el pase que dio ese día.

R. Así es. La gente lo ve como un fallo (lo que ocurrió ante Brasil), pero yo lo justifico porque el césped estaba en unas condiciones espantosas; estaba levantado. A él se le quedó la pelota un poco atrás y la paró para dominarla bien y no fallar. En ese momento se le cruzó un defensa, no lo vio y sacaron la pelota. El pase que me dio contra Yugoslavia fue sensacional.

P. Me cuentan que la concentración de Argentina 78 estuvo maldita. ¿Tan mala fue?

R. Sí, sí, era una estancia muy antigua y alejada de Buenos Aires. Las habitaciones eran muy grandes, porque recién la habían reformado, pero en pleno julio hacía muchísimo frío. Nos alejaron del centro porque la dictadura quería tener todo controlado por seguridad. No podían visitarnos ni nuestras propias familias. Ni mis padres ni mi señora podían venir. Los dejaban en la puerta, a dos kilómetros de la estancia, y venía un coche de la policía a llevarme para verlos. Hubo mucha soledad en esa concentración. De hecho, teníamos que dar un buen paseo en autobús para ir a entrenar.

"Hubo mucha soledad en esa concentración. Teníamos que dar un buen paseo en autobús para ir a entrenar".

P. ¿Qué falló en ese Mundial para quedar eliminados tan rápidos?

R. Yo estoy convencido de que fue la facilidad con la que pensamos que le ganaríamos a Austria. Nos marcaron ellos muy pronto y se nos complicó el partido. En una fase de grupos, perder el primer partido es prácticamente decir adiós al Mundial. Nos quedamos luego fuera por un punto. No nos sirvió empatar con Brasil y ganarle a Suecia. Estaba claro, además, que en la última jornada iba a haber biscotto entre ambas, ya que había un resultado que les valía a ambas. En ese Mundial, echamos mucho de menos a Camacho, que no pudo venir por una rotura de ligamentos.

P. Usted jugó en cuatro equipos españoles, pero solo generó un fuerte vínculo con la afición del Atleti. ¿Por qué?

R. En el Atleti estuve más años que en ningún equipo español (seis) y, además, fueron los mejores de mi carrera. Yo nunca había sido un delantero centro, pero empecé en esa posición cuando llegué allí. Y marqué muchísimos goles, importantes, por ejemplo, para ganar la Liga en 1977. Allí aproveché todas las situaciones de gol que tiene un equipo grande.

placeholder Luis, en su etapa como seleccionador español. (Reuters/Vicent West)
Luis, en su etapa como seleccionador español. (Reuters/Vicent West)

P. Su simbiosis con la afición fue total.

R. Eran vitales para el equipo. Conmigo siempre fueron muy nobles y cariñosos.

P. ¿Qué tal era Luis Aragonés?

R. Aparte de un amigo personal, fue el mejor entrenador que tuve. Era una persona que te hacía sentir jugador y que sabía sacar lo mejor de ti. Era muy listo.

P. La rivalidad con el Madrid era total esos años. ¿Se siente antimadridista?

R. Sí, por todo lo que viví relacionado con el tema arbitral, porque hubo muchos partidos descarados. Había cierta discriminación hacia el Atleti y otros equipos de Madrid. Cuando entrenábamos con la Selección, los jugadores colchoneros recibíamos ataques. Todo eso me hizo volverme antimadridista. En muchos partidos me sentí muy condicionado, porque sabía que me iban a sacar una tarjeta.

"Había cierta discriminación hacia el Atleti. Cuando entrenábamos con la Selección, los jugadores colchoneros recibíamos ataques"

P. Usted coincidió con Vicente Calderón, del que todos dicen que era un señor.

R. Totalmente, totalmente. Era un fenómeno que, además, cuidaba muchísimo a los jugadores que eran leyendas, y que estaban bien valorados por la afición. Conmigo se portó muy bien a la hora de renovar. No tenía mucha relación con los jugadores, porque él se mantenía más al margen, pero era un señor de los pies a la cabeza.

P. ¿Qué tal con el Doctor Cabeza?

R. Era una persona completamente distinta. Nos llevábamos muy bien con él y era un gran tipo en el trato. Pero él decía lo que sentía y eso nos perjudicaba. Era un personaje a nivel público y muy respetado por los jugadores.

placeholder Hugo fue compañero de Cano. (Getty/David Leah)
Hugo fue compañero de Cano. (Getty/David Leah)

P. Él fichó a Hugo Sánchez, del que destacan su ego.

R. Sí. No tuvimos amistad, pero sí una relación de compañeros. Él, en realidad, no se relacionaba demasiado con el equipo. Cada uno elige su forma de ser.

P. Usted fue secretario técnico con Jesús Gil. ¿Había manera de apaciguarlo?

R. No, no, imposible. Tenía un carácter muy fuerte y hacía y deshacía las cosas a su antojo. Apenas se dejaba aconsejar y ese fue uno de sus problemas. Nunca tuve contrato con él y le dije que cuando quisiera que me marchara, me lo dijera. Se metía con todos, con los árbitros, los periodistas y el resto de presidentes.

P. ¿Por qué lo recuerdan más, por sus goles o por aparecer en el himno de Sabina?

R. Creo que por los goles, aunque fue un honor estar en el himno. Estuve seis años de jugador y otros como secretario técnico. Acabé muy saturado del fútbol, por el contacto con los entrenadores, los directivos, los periodistas… Desde entonces, vivo muy tranquilo en Argentina.

El nombre de Rubén Cano (San Rafael, Argentina, 1951) es conocido por algunos por el himno del centenario de Joaquín Sabina, donde aparece como lo que es, una de las grandes figuras de la historia del Atlético de Madrid. Jugó en cuatro equipos españoles —Elche, Atleti, Tenerife y Rayo—, pero solo generó una adhesión inquebrantable con los colchoneros.

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