Míchel, genio y figura: las razones de su sorprendente dimisión del Olympiacos
Míchel ha dejado de entrenar al Olympiacos de manera inesperada, cuando la dinámica del equipo es buena, pero los obstáculos que encuentra dentro del club dificultan su gestión
Míchel ha puesto punto y final a su segunda etapa en el Olympiacos con una decisión unilateral que ha provocado sorpresa. Todo se precipitó el día después del empate contra el Aris Salónica del pasado domingo. Tuvo que salir de su estadio escoltado por la policía por la presencia de un grupo de radicales y al día siguiente anunció su marcha. Presentó la dimisión con todo el dolor de su corazón por razones que no tienen nada que ver con el rendimiento del equipo. Tiene, además, el cariño de la mayoría de aficionados que le consideran uno de los suyos. Míchel pide que se cumplan los planes. Es serio y profesional en su trabajo y le gusta ir de cara. La incomodidad de tener a los Ultras a las afueras del estadio es la gota que colma el vaso, pero la razón de peso es la complicada gestión del proyecto con un dueño del club con el perfil de forofo y descontrolado.
Evangelos Marinakis es el propietario del Olympiacos y dirige el club de manera impulsiva y populista. Intentó retener a Míchel, hacerle cambiar de opinión para que se quedara porque le necesita. El equipo llevaba una buena dinámica, con solo una derrota en los últimos 24 partidos, y Míchel era visto como el artífice de la reconstrucción de un equipo competitivo y con una idea de juego atractiva. Pero un empate para el dirigente y sus radicales es un drama y esto, más los intentos de injerencias en su parcela, acabaron con la paciencia de Míchel.
Su dimisión ha provocado sorpresa y tristeza entre los aficionados que le valoran por su profesionalidad y criterio y los medios de comunicación que destacan un buen trabajo. Míchel llegó en septiembre tras la destitución de dos entrenadores para poner orden al caótico proyecto del Olympiacos. Cogió a un equipo que llevaba cuatro partidos sin ganar y que estaba séptimo en la Superliga y a siete puntos del líder, el Panathinaikos. Entre todos los problemas que tenía que resolver estaba hacer una limpieza en una plantilla que tenía 40 jugadores. Enderezó el rumbo del equipo y recortó la plantilla con la salida de 13 futbolistas en el mercado de invierno.
Obstáculos que hacen mella
Han tenido que ser muy complicadas las condiciones de trabajo en el club de El Pireo para que haya decidido marcharse. Deja al Olympiacos en la tercera posición de la Superliga, con opciones de conquistar el título, a solo tres puntos del líder, el AEK de Atenas. No se han respetado los códigos de trabajo y así no le merecía la pena seguir, con todo el dolor de su corazón porque le tiene cariño al Olympiacos y la considera como su casa. Esta era su segunda etapa, llegó con la ilusión y la pasión que le pone para plasmar una idea de juego ofensiva y ganadora. El camino era bueno, pero los obstáculos de dentro del propio club acaban haciendo mella al trabajo y el ánimo.
En su primera etapa en el Olympiacos ganó tres títulos (dos Superligas y una Copa), pero con un marcado modelo presidencialista en el club que dirige el magnate Evangelos Marinakis resulta muy difícil convivir y darle estabilidad al proyecto. "Informé a la dirección del club de mi decisión de dimitir. Creo que este es el mejor momento para el equipo. Agradezco al club la colaboración, en estos meses intensos y me despido como un amigo. Deseo que el equipo conquiste todas sus metas", es el comunicado de despedida de Míchel, recogido con tristeza por los aficionados griegos, que le califican como un "señor".
La carrera de Míchel en los banquillos está marcada por diferentes retos en España y en el extranjero. En nuestro país dirigió al Rayo Vallecano, Castilla, Getafe, Sevilla y Málaga. En la primera etapa en el Getafe logró llegar a las semifinales de la Copa del Rey y clasificar al equipo para la Europa League tras un sexto puesto en la Liga. En el Málaga fue protagonista por salvar al equipo del descenso, pero en la siguiente temporada le perjudicó la debilidad del proyecto. Fuera de nuestro país ha dirigido al Olympique de Marsella en Francia, en México entrenó a Pumas y se tuvo que marchar por la pandemia. En Grecia es un referente, pero en esta segunda etapa ha tenido que pasar por situaciones de tensión que son innecesarias.
José Miguel González Martín del Campo, Míchel, de perfil alto, bromista y apasionado del fútbol, tiene las ideas muy claras. Es genio y figura desde su época de futbolista, con una calidad superior y un fuerte carácter. Lo sigue demostrando como entrenador con una personalidad innegociable. Es, ante todo, madridista y muchos se preguntarán cómo es posible que no haya tenido una oportunidad para dirigir al Real Madrid cuando a otros exjugadores sí se le han dado la posibilidad.
Míchel contestó a esta pregunta hace dos años en la Ser: "Para entrenar al Real Madrid hace falta algo más que curriculum. Se necesita una cosa que se llama lobby y yo no lo tengo. Por lo que sea, la gente que trabaja cerca de Florentino prefieren otro tipo de personas, otro tipo de entrenadores sin pararse a pensar si tengo o no nivel. Insisto no es Florentino, no es cuestión de curriculum, experiencia o de madridismo. Simplemente, por lo que sea, a esa persona no le caigo bien y no tengo esa opción". Esa persona puede ser el director general y mano derecha del presidente, José Ángel Sánchez.
Míchel ha puesto punto y final a su segunda etapa en el Olympiacos con una decisión unilateral que ha provocado sorpresa. Todo se precipitó el día después del empate contra el Aris Salónica del pasado domingo. Tuvo que salir de su estadio escoltado por la policía por la presencia de un grupo de radicales y al día siguiente anunció su marcha. Presentó la dimisión con todo el dolor de su corazón por razones que no tienen nada que ver con el rendimiento del equipo. Tiene, además, el cariño de la mayoría de aficionados que le consideran uno de los suyos. Míchel pide que se cumplan los planes. Es serio y profesional en su trabajo y le gusta ir de cara. La incomodidad de tener a los Ultras a las afueras del estadio es la gota que colma el vaso, pero la razón de peso es la complicada gestión del proyecto con un dueño del club con el perfil de forofo y descontrolado.
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