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La década negra de Siria: el día en que el balón dejó de rodar y por qué muchos 'odian' a su selección
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10 años desde que empezaron las balas

La década negra de Siria: el día en que el balón dejó de rodar y por qué muchos 'odian' a su selección

Historias como la del joven portero Abdul Baset Al-Sarout constatan la cruda realidad que atraviesa el país. Si bien, para muchos, el deporte también puede ser un bálsamo, para otros no es más que otro símbolo de represión

Foto: Corrillo del equipo sirio durante un partido disputado en la fase de grupos de la copa de Qatar en 2021. (Getty Images/Oliver Hardt)
Corrillo del equipo sirio durante un partido disputado en la fase de grupos de la copa de Qatar en 2021. (Getty Images/Oliver Hardt)

Abdul Baset Al-Sarout fue asesinado en 2019 y llevaba casi una década sin recibir ningún gol. En un intervalo de tiempo muy breve, su vida cambió, al igual que lo hizo la realidad de su país, Siria, un territorio que, hasta 2011, era un lugar de una riqueza cultural vastísima, con una heterogeneidad envidiable en lo social, destino de turistas e interesados en esta cuna de la civilización. Las manifestaciones populares que supusieron las primaveras de Oriente Medio y el norte de África tuvieron su episodio en suelo sirio en marzo de 2011. Pero pronto se pasó de la esperanzadora revolución a la guerra abierta, en un conflicto que ya se prolonga durante más de 10 años. Y que ha tenido actores de lo más variopintos, no solo nacionales.

Como parece obvio, la pelota no rodó y el deporte se paralizó durante un tiempo. Baset Al-Sarout, natural de la tercera ciudad en importancia del país al inicio de la década pasada (Homs), era una de las jóvenes promesas del país, un guardameta que despuntaba en la liga local pese a su juventud y que ya era un habitual de las categorías inferiores del combinado nacional sirio de balompié. Tras los primeros compases y el júbilo de las protestas contra el régimen, el portero cambió los guantes por el micrófono: se convirtió en el 'cantante de la Revolución', como lo define Mohammad Shubat, ciudadano sirio que, actualmente, se encuentra refugiado en España desde 2019, tras verse obligado a salir de su tierra por el conflicto. No obstante, la crudeza creció y entraron otros participantes en liza, y ese micrófono fue entonces sustituido por las armas. "Era un estandarte, tuvo que dejar lo que más amaba, el fútbol. Tenía muchas canciones sobre la revolución siria y la gente se acuerda mucho de él. Es una figura muy simbólica contra el régimen", apostilla Shubat.

De Primavera a conflicto abierto

Ignacio Álvarez-Ossorio acaba de realizar su oposición a catedrático de Estudios Árabes e Islámicos en la Universidad Complutense de Madrid. Es uno de los grandes especialistas en el mundo árabe contemporáneo y, especialmente, en la política e historia de Oriente Medio, tanto de Líbano como de Palestina o Siria, entre otros territorios. A este último país ha dedicado su recomendable último libro ' Siria. La década negra (2011-2021)', donde el investigador y docente desgrana los trágicos últimos 10 años de un lugar que ha quedado en ruinas y asolado por la destrucción, con un presente desolador y un futuro aún incierto. "Antes de la guerra, se podía viajar y conocer diferentes mundos en un mismo país, sociedades y pueblos muy diversos, y eso como especialista en el mundo árabe me fascinaba de Siria. Mucha de esa heterogeneidad en el curso de los 10 años de guerra se ha perdido", afirma.

placeholder Mohammad Shubat, uno de los refugiados, durante una conferencia. (Cedida)
Mohammad Shubat, uno de los refugiados, durante una conferencia. (Cedida)

No se puede entender la Siria moderna y su tristeza sin la figura de Bashar al-Ásad, el presidente de la República Árabe Siria desde el año 2000, cuando sucedió a su padre, quien había llegado al poder al inicio de los setenta como militar tras dar un golpe de Estado. Al-Ásad estudió en Londres, es oftalmólogo de formación y su destino no era suceder a su padre, pero el fallecimiento de su hermano Basel en accidente de tráfico cambió las tornas. Como ha escrito el periodista especializado en Oriente Medio Mikel Ayestarán en su libro 'Oriente Medio, Oriente roto (2017)', el dirigente llegó al Gobierno con reformas democráticas y promesas de freno a la corrupción como marcas de su mandato, con una sensación de cambio que, incluso, recibió el nombre de Primavera de Damasco —lo que, a la luz de lo sucedido después, resulta tragicómico—. Pero los nuevos aires pronto se disiparon, la apertura apenas se quedó en una mínima ventisca y, aunque pudo conservar cierta buena imagen en Occidente, todo saltó por los aires con el estallido de la revuelta en 2011.

El levantamiento en Siria —el sexto de las primaveras árabes— comienza el 18 de marzo, sucediendo así a los movimientos contra el poder en Túnez, Egipto, Yemen, Libia y Baréin, pero nadie sospechó que el cataclismo desencadenado sería mayor que en los cinco países previos. En la canícula de 2011, la represión ya provoca más de un millar de muertos, con las fuerzas de seguridad de Al-Ásad actuando con dureza. En respuesta a ello, se forma el Ejército Libre Sirio y la primera gran batalla de la guerra civil tiene lugar en otoño, en Homs, como escribe Gilles Kepel en su imprescindible 'Salir del caos: la crisis en el Mediterráneo y Oriente Medio (2020)': "Los combates van apareciendo de un modo creciente en las regiones de densa población suní o en las zonas contiguas a los alauíes en la costa mediterránea, en Latakia o Banias, sobre todo, así como en Homs, ciudad de encrucijada entre el litoral y Damasco, caracterizada por la mezcolanza confesional". No es la cuestión religiosa un asunto menor, ya que Al-Ásad es alauí, rama minoritaria del islam que representa entre el 12% y el 15% de la población siria antes de la guerra. "Pese a su educación británica, ha terminado recurriendo a las raíces tribales y sectarias como mecanismo de supervivencia", escribe Ayestarán.

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Manifestación en Berlín para que haya libertad en Siria. (EFE/Clemens Bilan)

En Homs es donde estaba la joven promesa del fútbol, Abdul Basset Al-Sarout, cuando comenzaron los combates entre las tropas del régimen y los sublevados. El antiguo guardameta se sumó a la facción rebelde y entonó cánticos contra la opresión, convirtiéndose en un símbolo, el 'cantante de la Revolución'. Pasaron los meses, las hostilidades continuaron, y la antigua promesa del deporte se transformó: de su cuidada presencia en el inicio de la revolución a su aspecto totalmente guerrillero, con barba poblada y pelo enmarañado. Un cambio que, de nuevo, es paralelo al que traqueteó al país: "A finales de 2011, la revuelta se militarizó, y, sobre todo, a partir de 2012, que es cuando irrumpen las milicias yihadistas y cuando hay una intervención de los actores regionales, ya no hubo una guerra civil que enfrentaba a sirios contra sirios, sino lo que se conoce como una guerra por delegación, donde entraron realmente muchos actores regionales apoyando a distintas milicias, que ya no luchaban por los intereses del pueblo sirio, sino por la hegemonía regional, con intervenciones de Qatar, Arabia Saudí, Irán o Rusia", explica Álvarez-Ossorio.

Baset Al-Sarout es ya un decidido combatiente contra el régimen de Al-Ásad. Su historia se puede ver en el documental 'Return to Homs (2013)', dirigido por el cineasta damasceno Talal Derki, estrenado seis años antes de la muerte de su protagonista. Derki, justamente, es autor de uno de los grandes documentales sobre el yihadismo en la década negra en Siria, 'Of Fathers and Sons (2017)', nominado al Oscar, en donde se relata la vida de un radical combatiente de Al-Nusra, facción de Al Qaeda en Siria y el Levante. De hecho, el portero, además, combate contra Al-Nusra entre 2015 y 2017: Basset Al-Sarout dice estar del lado del pueblo, ni con el régimen tiránico ni con la macabra yihad terrorista. Su final es trágico, siendo alcanzado por una bala del régimen de Al-Ásad en la provincia de Hama, en 2019. De ser el jugador de moda del potente equipo de fútbol Al-Karamah con apenas 18 años a dejarse la vida en un país en ruinas con tan solo 27 años.

Foto: Milicianos del Frente Al Nusra se agrupan antes de avanzar hacia el frente en la ciudad de Ariha, en Idlib, el 29 de mayo de 2015. (Reuters)

La huida: un lugar inhabitable

Mohammed Shubat ha sido siempre un apasionado del deporte en general, pero del balompié en particular. Lo ha practicado de forma no profesional desde que era un crío en su Siria natal, junto a sus amigos y a su hermano. A este último se le daba especialmente bien el manejo del esférico, pero fue herido en la pierna durante el conflicto civil y tuvo que dejar el fútbol. Abandonar la práctica de lo que amas es doloroso, pero dejar atrás el hogar por un tiempo incierto y prolongado lo es aún más. Shubat escapó de Siria hacia Turquía en 2018, trabajando en Syria TV y, transcurrido un tiempo de tristeza y dudas, decidió intentar llegar a España, donde se encuentra como refugiado desde unos meses antes del estallido de la pandemia. A esta situación, ya de por sí difícil, se le sumó el duro confinamiento. "Lo cierto es que me encantaría volver a Siria, pero lo veo ahora muy complicado. La situación allí es muy triste", dice Shubat. Él, junto a otros tres refugiados, ha fundado la revista 'Baynana', una publicación que forma parte de la fundación madrileña Por Causa, y que se centra en materia de inmigración y refugiados, con el objetivo de establecer lazos entre la cultura árabe y la española. Además, Shubat ha escrito varios temas relacionados con el deporte, pues sabe de la importancia de este para insuflar ánimos a una población deprimida. "Hemos cubierto muchos temas, también desde el audiovisual, y hemos dado charlas y congresos en España", asegura el activo periodista.

placeholder Imagen de Damasco diez años después del comienzo de la guerra. (EFE/STR)
Imagen de Damasco diez años después del comienzo de la guerra. (EFE/STR)

Durante su empleo previo en Estambul, Shubat conoció a Muhammad Al-Mudhi, también periodista sirio, especializado más aún en temas deportivos y actualmente residente en Bruselas. No obstante, este no era su ámbito en el ya lejano 2007, cuando empezó a estudiar español en Siria y decidió especializarse en Letras, ejerciendo como crítico literario y teatral en diferentes revistas. Las cosas se torcieron salvajemente en el convulso 2012. Fue arrestado por las fuerzas del régimen y permaneció dentro de las prisiones del régimen sirio durante sietee meses y 13 días. "Me trasladaron a la ciudad de Khareha, que estaba controlada por las milicias del régimen sirio. Me fui a Turquía y aprendí perfectamente el idioma turco en dos años y volví a trabajar como periodista nuevamente", relata. Poco después empezó a colaborar con 'France 24' y, al poco tiempo, trabajó con distintos medios turcos hasta ser comentarista deportivo en el canal ATV. De ahí, se enroló en el departamento de medios de desarrollo del Besiktas, uno de los equipos más laureados de Turquía, por donde han pasado jugadores como Ricardo Quaresma, Pepe, Álvaro Negredo o, de entre jugadores con carisma a raudales, José María Gutiérrez, otrora conocido como 'Guti', quien aterrizó en el aeropuerto de Estambul en el verano de 2010 cuando "las primaveras" tan solo eran esa época del año en que los campos se llenan de amapolas, esa flor a cuya recogida mandó el exfutbolista del Real Madrid y Besiktas a los periodistas en una inolvidable rueda de prensa, con su icónica declaración: "El que no se crea mis lesiones, que se vaya a coger amapolas al campo".

Al-Mudhi decidió dejarlo todo en 2019 y poner rumbo al viejo continente, y así empezó una odisea que lo llevaría por Grecia, Macedonia, Serbia, Hungría, Austria, Alemania y, finalmente, a Bélgica. Echa la vista atrás y recuerda con nostalgia esos tiempos en que, además de embeberse en el deporte, lo practicaba: "En 2008, conocí a varios jugadores de la selección siria en ese momento, lo que me dio confianza para volver a los estadios. No fue bien por varias razones, la primera de ellas es que vengo de una familia pobre y no tengo ninguna mediación", explica el periodista deportivo, quien lleva sin pisar el suelo de su país natal desde 2015, donde aún sobreviven muchos amigos y familiares. No es optimista; le encantaría volver, pero sabe que, por ahora, es algo imposible.

El casi milagro de la selección

Durante los primeros compases del conflicto sirio, Jordania, Líbano y Turquía fueron los principales lugares de refugio para los desplazados, pero el drama de los refugiados empezó a ser algo más familiar en el viejo continente en el ecuador de la década, cuando estos empezaron a llegar a Europa. "Fue solo entonces cuando Bruselas se dio cuenta de verdad de que en Siria había una guerra y tomó cartas en el asunto", escribe Ayestarán en su referido libro. La avalancha de refugiados empezaba a salir en los medios, pero fue la tragedia del niño Alan Kurdi la que captó una gran atención mediática, con la tristísima fotografía en que su cadáver quedaba tirado en la orilla. Como ha escrito Andrés Mourenza en su libro 'Sínora. Historias de la frontera de Europa y de las personas que la habitan (2020)', el reloj de Abdullah Kurdi, padre de la criatura, se detuvo el 2 de septiembre de 2015, fecha en que el mar se tragó la vida de dos de sus hijos y de su mujer.

placeholder El estado de las calles de Siria tras la guerra. (EFE/STR)
El estado de las calles de Siria tras la guerra. (EFE/STR)

Para una gran mayoría de los sirios contrarios al régimen del oftalmólogo devenido en presidente, resulta imposible apoyar a la selección nacional, ya que entiende que el deporte puede convertirse en un instrumento de 'soft power' respecto a la imagen internacional de Siria, una manera de mostrar al mundo que, pese a las dificultades, el país avanza, y que existen unos jugadores que están dispuestos a defender la imagen del país en el contexto internacional. Es por ello que una gran parte de los sirios, sobre todo los refugiados, los que han tenido que dejar atrás su vida, no entienden los éxitos del combinado nacional como propios.

Siete años después del inicio de la revolución, con la guerra enquistada en el pulmón del país, la selección de fútbol estuvo a punto, por primera vez en su historia, de conseguir un hito: clasificarse para el Mundial de Fútbol de 2018. Nahuel Lanzón es un periodista especializado en fútbol exótico, uno de los autores del famoso podcast 'Alter Fútbol', y en su cuenta de Twitter se pueden encontrar a diario divertidos y grotescos goles de las más insospechadas ligas nacionales del globo terráqueo, desde Tanzania hasta Burkina Faso, sin olvidar la caribeña isla de Anguila. Está muy al tanto del balompié en Siria y de su contexto: "Es imposible escindir a la selección de Siria de todo el conflicto y la guerra en ese país. De hecho, hubo muchas cuestiones respecto al apoyo de varios jugadores (incluso habiendo sido críticos antes, lo cual hace todo más polémico) a Al-Ásad. También por esa necesidad de mostrar un país unificado detrás de la selección de Siria, y su utilización política por parte del régimen", explica el analista de fútbol internacional. Además, añade que, históricamente, la selección de futbol siria ha sido muy popular, situada en un segundo o tercer escalafón del fútbol asiático, con una idiosincrasia futbolística muy aguerrida.

¿Y ahora qué?

Lanzón cree que es posible que, en el futuro, se vea a los sirios en algún Mundial. Fue en 2018 cuando estuvieron a punto de participar. Quedaron terceros en su grupo, lo que les dio derecho a jugar la repesca contra el tercero del otro grupo de la confederación asiática, Australia. De haber ganado a los 'aussies', se habrían enfrentado contra el quinto de la confederación latinoamericana por un billete directo para el Mundial. Estuvieron a punto de la hazaña. Tras empatar como locales ante el equipo de Oceanía —aunque el partido se jugó en Malasia—, en la vuelta fueron derrotados por 2-1, teniendo una clara ocasión al final del encuentro que hubiese dado a Siria el pase a la ronda definitiva. Para el Mundial de Qatar, la clasificación no ha sido tan sobresaliente, aunque sí notable y, como parece obvio, no exenta de problemas. El entrenador tunecino Nabil Maaloul, que tomó las riendas de Siria en 2020 tras clasificar a Túnez para el mundial de Rusia, abandonó el combinado un año después pese a los excelentes resultados, presumiblemente por impagos.

placeholder El ejército, en una zona destruida de Damasco. (EFE/STR)
El ejército, en una zona destruida de Damasco. (EFE/STR)

Asimismo, la selección nacional siria de baloncesto es actualmente entrenada por un técnico español, el exentrenador de UCAM Murcia y Urbas Fuenlabrada Javier Juárez. En su cuenta de Twitter, ha posteado alguna fotografía con los jugadores de la selección, con mensajes que buscan la unidad: "One Team, One Heart, One Country", se puede leer en uno de sus últimos tuits. Este diario se puso en contacto con el seleccionador a lo largo de junio, durante su estancia en Damasco, pero finalmente prefirió no participar en el reportaje.

La situación bélica en Siria está muy lejos de quedar finiquitada. Álvarez-Ossorio asegura que se encuentra en una especie de impasse: "La guerra no ha terminado, se sigue manteniendo, sobre todo en las zonas del norte del país, donde los rebeldes tienen presencia, especialmente en la provincia de Idlib. Turquía también ha invadido algunas zonas fronterizas para expulsar a las milicias kurdas. Por tanto, aunque el régimen ha ocupado casi el 80 por ciento del control del territorio, no se puede hablar ni mucho menos de que la guerra ha terminado o que estemos en la fase de posguerra o reconstrucción". Y añade que, aunque Siria se encuentra en una fase bélica de menor intensidad, están muy lejos de darse las condiciones para que los más de siete millones de refugiados puedan retornar.

Foto: Niños refugiados sirios juegan frente al campo de refugiados del valle de Bekaa, en Líbano. (Foto: Reuters)

No es muy esperanzadora, por lo tanto, la situación actual en Siria para aquellos que desean volver a su tierra y reencontrarse con los suyos en época de tranquilidad, sin persecuciones por parte del régimen de Al-Ásad. Los amigos Shubat y Al-Mudhi lo saben y, desde el altavoz que les permite el periodismo, tratan de dar a conocer la situación de su país y de los suyos tras una década de guerra y destrucción. Ambos defienden que, en épocas de oscuridad, el deporte, siempre y cuando no se use con fines políticos, puede resultar un bálsamo: "Cualquier país que sufre por la continuación de la guerra, necesita un punto de esperanza. Todo el pueblo necesita esperanza, pero la división entre el pueblo hace que no estemos de acuerdo en alentar a un equipo que represente a Siria. En mi opinión, el lado deportivo en todas sus formas, si se trabaja, será el lado bueno de Siria, porque vemos en los barrios populares que la gente respira amor y apego al fútbol. Pero el trabajo debe ser siempre que se cambie el sistema", dice Al-Mudhi, mientras que el fundador de 'Baynana' añade: "El deporte es importantísimo siempre, una manera de tratar de salir de la pena cuando la situación en el país es muy delicada". Ojalá llegue pronto ese momento anhelado en que el balón vuelva a rodar por las calles del país y las balas desaparezcan.

Abdul Baset Al-Sarout fue asesinado en 2019 y llevaba casi una década sin recibir ningún gol. En un intervalo de tiempo muy breve, su vida cambió, al igual que lo hizo la realidad de su país, Siria, un territorio que, hasta 2011, era un lugar de una riqueza cultural vastísima, con una heterogeneidad envidiable en lo social, destino de turistas e interesados en esta cuna de la civilización. Las manifestaciones populares que supusieron las primaveras de Oriente Medio y el norte de África tuvieron su episodio en suelo sirio en marzo de 2011. Pero pronto se pasó de la esperanzadora revolución a la guerra abierta, en un conflicto que ya se prolonga durante más de 10 años. Y que ha tenido actores de lo más variopintos, no solo nacionales.

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