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¿Cómo escapar de Siria? En un crucero de vacaciones
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PARA entrar en líbano... y llegar a turquía

¿Cómo escapar de Siria? En un crucero de vacaciones

Durante el verano, la frontera libanesa está abierta para aquellos sirios que, con pasaporte vigente, traen en mano la reserva de un pasaje para un crucero de vacaciones por las costas de Turquía

Foto: Refugiados sirios esperan para recoger sus pasaportes en la frontera libanesa de Masnaa (Foto: Diego Ibarra).
Refugiados sirios esperan para recoger sus pasaportes en la frontera libanesa de Masnaa (Foto: Diego Ibarra).

El paso fronterizo de Masnaa vuelve a ser un hervidero. No porque las autoridades libanesas hayan cambiado sus estrictas normas de regulación de refugiados, que desde enero obliga a los sirios entrar en el país con un visado de turista, negocios o estudios, cosa que se presenta complicada para cualquiera que está escapando de la guerra. Pero, durante el verano, la frontera libanesa está abierta para aquellos sirios que, con pasaporte vigente, traen en mano la reserva de un pasaje para un crucero de vacaciones por las costas de Turquía.

El Líbano acoge entre 1.200.000 y 1.500.000 sirios, lo que representa que un tercio de la población del país (de 4,5 millones) son refugiados. Para atajar con el problema, el Gobierno libanés ha restringido la entrada a los sirios pero, en cambio, les facilita la salida a Turquía y es a las autoridades turcas a quien les toca lidiar con la situación.

Mahmud no da abasto; con una mano revisa la documentación y con la otra organiza a los pasajeros para que hagan fila y esperen su turno para subir al autobús. Lleva cuatro meses trabajando en los servicios de autobuses que hacen el recorrido desde Masnaa hasta el puerto de la localidad costera de Trípoli, al norte del Líbano.

“Es la ruta más segura para llegar a Turquía”, explica a El Confidencial el funcionario de transportes. “Nosotros facilitamos autobuses para trasladar a los sirios hasta el puerto de Trípoli y, desde allí, cogen un ferry hacia Turquía. Algunos aprovechan el verano para visitar a sus familiares que están en Turquía y después regresan a Siria. Otros, no sé qué hacen. He oído que muchos se van desde allí a Europa con la idea de llegar a Alemania”.

El trayecto por carretera no supone más de tres horas, pero a veces los sirios deben esperar durante mucho tiempo, hasta que se llenan todos los autobuses, para viajar en caravana a Trípoli. El autobús es un horno. A Mariam se le escapan los chorretones de sudor por los extremos del pañuelo que le cubre el cabello y el rostro. Está nerviosa por el viaje; no sabe ni cuándo ni dónde terminará. Con ella viajan sus cuatro hijos y su esposo. Sobre su regazo lleva al más pequeño, otros dos se acomodan como pueden el asiento de al lado y, detrás, viaja su marido con el mayor. “Temo por la vida de mis hijos, por la de mi esposo, no hay seguridad. Tenemos mucho miedo por eso nos hemos marchado de Siria”, reconoce Mariam, que procede de los suburbios de Damasco.

“Todos los caminos están cerrados desde Damasco”, explica, “la única manera segura es llegar por carretera al Líbano y, después, cruzar en barco a las costas de Turquía y, desde allí, a Europa”.

La familia ha pagado 200 dólares por cabeza para el ferry y tendrá que pagar entre 1.000 y 1.500 más por cada uno a las mafias para que les crucen ilegalmente en embarcaciones precarias desde las playas turcas a las islas griegas. “He dejado a mi padre y mi madre, que son mayores y están enfermos. He dejado atrás las memorias de una vida, el hogar donde me casé y nacieron mis hijos. Nuestros recuerdos. Vamos a un lugar desconocido, dejando todo lo que teníamos. Estoy muy triste pero no tenemos otra elección si queremos sobrevivir”, cuenta Mariam sin poder contener las lágrimas.

Por fin los autobuses arrancan. Empiezan un viaje cargados con un pesado equipaje emocional hacia un destino desconocido que cambiará sus vidas. En el puerto de Trípoli, de nuevo, tienen que volver a hacer todo el proceso de chequeo de pasaportes, billetes de ferry, y trasiego de equipajes. Otra larga espera por la noche para subir al barco y poder acomodarse en los camarotes para descansar unas horas hasta arribar a las costas turcas.

La situación en Siria cada día es más peligrosa. Mucha gente de Damasco que tiene dinero busca seguridad y paga lo que haga falta para ir a Europa

En la aduana del puerto hay tanta actividad como en la frontera de Masnaa. Son tantos los sirios que quieren ir a Turquía que las compañías de ferries han tenido que reforzar con dos barcos diarios el trayecto de Trípoli a Mercin, cuando antes salían los barcos tres veces por semana. La ruta entre estos dos puertos se inauguró en junio de 2012 con fines comerciales y turísticos, pero ahora las compañías navieras están haciendo su agosto con los refugiados sirios.

“Desde hace unas semana hemos empezado dos trayectos diarios. Entre 800 y 900 pasajeros por ferry”, explica a El Confidencial un capitán de barco, que no quiere dar su nombre. En el puerto libanés operan tres compañías que cubre diariamente esa ruta, lo que significa que entre 8.000 y 10.000 sirios llegan semanalmente a las costas del sur de Turquía desde El Líbano. "La situación en Siria día a día es más peligrosa. Muchos sirios de Damasco que tienen dinero buscan seguridad y pagan lo que haga falta para ir a Europa”, afirma el capitán.

El único país vecino que acepta actualmente a los sirios es Turquía, ya que tanto Jordania como el país de los Cedros han cerrado sus fronteras a los refugiados. “El Líbano ya no puede soportar la llegada de más sirios al país, pero les facilitamos los medios para llegar a Turquía. Todo lo hacemos hacemos de forma legal. Éste es el trayecto más seguro”, justifica el capitán. Según cuenta, hay incluso libaneses que viajan con su pasaporte a Turquía y allí se deshacen de él y “compran un pasaporte falso por 2.000 dólares para hacerse pasar por sirio y entrar ilegalmente a Europa”.

“Hay muchas mafias de trafico de personas en Turquía, especialmente en la ciudad portuaria de Esmirna”, confirma, antes de explicar que el trayecto más corto es desde la localidad turística de Bodrum (provincia de Mugla) hasta las islas griegas del Egeo. “Algunas como Kos están a solo a cuatro kilómetros de distancia y se puede incluso llegar nadando”, comenta el capitán.

Hace unas semanas, un capitán griego que vino a Trípoli le dijo que la situación es desesperante tras llegar cientos de miles de refugiados a su país. “En Grecia los detienen por unos días y, después, les dan un visado y ya tienen vía libre para ir hasta el norte de Europa, donde tienen más oportunidades de trabajo”, explica el capitán libanés, repitiendo las palabras de su colega griego.

El paso fronterizo de Masnaa vuelve a ser un hervidero. No porque las autoridades libanesas hayan cambiado sus estrictas normas de regulación de refugiados, que desde enero obliga a los sirios entrar en el país con un visado de turista, negocios o estudios, cosa que se presenta complicada para cualquiera que está escapando de la guerra. Pero, durante el verano, la frontera libanesa está abierta para aquellos sirios que, con pasaporte vigente, traen en mano la reserva de un pasaje para un crucero de vacaciones por las costas de Turquía.

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