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El Barcelona, incapaz de curar la parálisis que atenaza a Messi esta temporada
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El Barcelona, incapaz de curar la parálisis que atenaza a Messi esta temporada

En su comportamiento se vislumbra la tristeza del futbolista que juega con la mirada perdida y le falta entusiasmo con la pelota

Foto: Leo Messi durante el partido de la Champions en el Camp Nou contra la Juventus. (Efe)
Leo Messi durante el partido de la Champions en el Camp Nou contra la Juventus. (Efe)

Leo Messi no tiene días malos, ni tampoco buenos. Messi lleva un largo tiempo sin ser Maradona todos los días y esto es suficiente como para darse cuenta de que en partidos en los que antes competía por ser el mejor de la historia, como el de la Juventus, ahora los encara rendido. Sin saber porqué no tiene esa capacidad destructiva para destrozar líneas rivales y aniquilar porterías se encuentra la estrella del Barça. Messi hace jugaditas. No son jugadones. Por no haber, no hay ni golazos de falta con disparos ajustados a las esquinas, inalcanzables para los porteros. En la vulgaridad del juego del Barcelona sobresale la normalidad de Messi y esto es lo que no se puede permitir su equipo ni el propio Messi.

Era inevitable que se llegara a la situación de parálisis en la que estamos cuando Josep María Bartomeu cerró las puertas al argentino tras el episodio del burofax. La de una estrella que pierde trascendencia en el juego y sus propios compañeros y el entrenador observan con preocupación porque no vuelve la magia de Leo Messi. Lo que se desconocía es que fuera a ser terrible. Las palabras de Koeman, cuando habla de falta de agresividad, personalidad y miedo en el partido contra la Juve, y las escenas de la plantilla es como si estuvieran preguntándose hasta cuándo le va a durar el enfado, la pena a su capitán. ¿Transformará en algún momento la rabia que lleva dentro en ese huracán de fútbol con el que ganaba los partidos? Este Messi parece estar despojado de la esencia del futbolista que se sentía capaz de convertir lo imposible en posible.

Foto: Ronaldo y Messi se reencontraron en el Camp Nou. (Reuters)

Para divertirse hay que estar motivado. Para estar motivado tienes que tener desafíos. Para tener desafíos conviene tener hambre, ilusión y ganas. Sin este estado de ánimo no se puede estar inspirado y si no tienes inspiración, ¿de qué te sirve el talento? El resultado es el de dejarse llevar hasta caer en el aburrimiento. Eso es lo que transmite Leo Messi. El peor enemigo que puede tener un genio, en su caso futbolístico, es quedarse con la mente en blanco y que sus movimientos no tengan emoción. En su comportamiento se vislumbra la tristeza del futbolista que juega con la mirada perdida y le falta entusiasmo con la pelota. Cada regate se ha convertido en una maniobra interiorizada por repetición, un recurso más práctico que sublime, que está alejado de un valor artístico.

placeholder Messi contra la Juve. (Efe)
Messi contra la Juve. (Efe)

No hay creatividad en Messi porque Leo está aburrido de mirar a su alrededor y ver en lo que se ha convertido el Barcelona como institución y equipo. Un club en números rojos, con un presidente-gestor que reconoce que no se pueden permitir su salario, con un entrenador interino que da síntomas de estar arrepentido por haber dejado la Selección holandesa y una de las estrellas admitiendo que el equipo sale sin ganas y lo hace todo mal, en defensa y en ataque, cuando enfrente está la Juventus de Cristiano Ronaldo. Palabras pronunciadas por Antoine Griezmann, que pese a sus esfuerzos sigue sin tener química con Messi.

Cansancio mental

Lo que le sucede a Messi es que ha perdido alegría, pasión, rebeldía y hace, sin protestar, lo que le dice Koeman. Mal síntoma porque este no es el verdadero Messi, por muy profesional que intente demostrar que es y por mucho que busque ponerle ganas es evidente que su cabeza no la tiene en el proyecto del Barcelona de Koeman. No quiere dar un solo motivo para ser un obstáculo o entorpecer los planes del técnico holandés. Si no tiene que viajar a partidos de la Champions, lo acepta. Está más cansado mentalmente que físicamente. Lo extraño es haber visto al Barcelona más suelto y disfrutar cuando no ha estado el argentino. Este no es el Messi que necesita un club sólido, con un entrenador cómplice que le alimente la voracidad (tipo Ernesto Valverde) y al que, tras el fallido intento del burofax, le hubiera venido bien que la afición estuviera en las gradas para recibir el cariño, aplausos y, en definitiva, toda esa energía que le hiciera despertar de esta parálisis.

A Leo Messi se le ve aturdido, solitario, cuando aparecen imágenes de los entrenamientos y empieza los partidos al tran trán. Tarda en conseguir conectarse al partido, ponerle ritmo a sus acciones y hace la estatua, cabizbajo, cuando se resigna con el fallo del equipo. ¿Por qué no anima Messi en esos momentos puntuales en los que se produce un despiste como en Cádiz? ¿O cuando reciben un gol y hay que unirse para ir a por la remontada como contra la Juventus? ¿A qué se debe que el capitán no hable después de una derrota en la Champions? El comportamiento de Messi es muy extraño fuera y dentro del campo. Si a Messi le falta alma, lo lógico es que repercuta en el equipo porque son los compañeros y el entrenador los primeros que perciben que Messi está ausente, ido, paralizado.

placeholder Messi, cabizbajo, en el partido contra la Juventus. (Efe)
Messi, cabizbajo, en el partido contra la Juventus. (Efe)

No parece consciente de que está escribiendo los peores episodios de una brillantísima y extensa carrera en el Barcelona. Está dejándose llevar por la zozobra y necesita alguien, un entrenador, un presidente o un compañero (ahí están Piqué, Busquets y Jordi Alba), que le provoquen una reacción. Nadie lo hace. Han decidido que es mejor dejarle tranquilo. Así está Messi. Demasiado tranquilo. Los tres primeros meses de la temporada muestran la imagen de un crack ausente, meditabundo que está a la espera de que pase el tiempo para que acaben los partidos como los meses para que finalice la temporada. Entre medias, el 24 de enero, unas elecciones a la presidencia en la que crece la sensación de que para los candidatos el plan de viabilidad económico pasa porque no siga Messi. Habrá intentos. Puede que de cara a la galería. Es Messi el que dijo que se quería ir en agosto y, en diciembre, es evidente que el daño de haberle retenido contra su voluntad le tiene encerrado.

Lo que necesita Messi es estar rodeado de personas que le motiven, provoquen en él algún tipo de desafío y le saquen del embotamiento. Solo así podrá volver a ser el mejor jugador del mundo. No parece o está tardando en que esto suceda con la compañía de Griezmann, Braithwaite, Pedri, Coutinho, Dembélé, Trincao, Pjanic, De Jong… Esto es lo que perciben los jugadores. Como también lo ven desde fuera los que le conocen. Neymar, por ejemplo, dice públicamente que volverá a jugar con Messi porque es su deseo y conoce perfectamente cuál es el estado de ánimo del argentino. Bajo, como su juego. Neymar sí es capaz de sacarle de esta depresión.

¿Qué pensará Messi cuando ve cómo su íntimo amigo Luis Suárez recupera la ilusión y los desafíos con Simeone en el Atlético de Madrid? Que está encerrado en el Barcelona. La última vez que se le vio disfrutar con un gol fue contra Osasuna para homenajear a Maradona y en el Barcelona no hay nadie que sea capaz de sacarle de esta parálisis.

Leo Messi no tiene días malos, ni tampoco buenos. Messi lleva un largo tiempo sin ser Maradona todos los días y esto es suficiente como para darse cuenta de que en partidos en los que antes competía por ser el mejor de la historia, como el de la Juventus, ahora los encara rendido. Sin saber porqué no tiene esa capacidad destructiva para destrozar líneas rivales y aniquilar porterías se encuentra la estrella del Barça. Messi hace jugaditas. No son jugadones. Por no haber, no hay ni golazos de falta con disparos ajustados a las esquinas, inalcanzables para los porteros. En la vulgaridad del juego del Barcelona sobresale la normalidad de Messi y esto es lo que no se puede permitir su equipo ni el propio Messi.

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