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Aritz Aduriz, el donostiarra que acabó convirtiéndose en una referencia en Bilbao
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Convenció en todos los sitios

Aritz Aduriz, el donostiarra que acabó convirtiéndose en una referencia en Bilbao

Aduriz anunció este miércoles su retirada del fútbol tras 20 años de aventura. Le costó triunfar en el Athletic. Ejemplo de que la edad es solo una cifra. Para el recuerdo, su amplia variedad de remates

Foto: Aduriz celebra su último gol en el fútbol, anotado al Barça, con San Mamés. (EFE)
Aduriz celebra su último gol en el fútbol, anotado al Barça, con San Mamés. (EFE)

Aduriz no cayó de pie en Bilbao, ni mucho menos. Venerado por la grada en los últimos tiempos, donde se desató como goleador y ejerció de capitán, tuvo que buscarse primero la vida en otros clubes -Burgos, Valladolid, Mallorca y Valencia- antes de regresar definitivamente en 2012, ya para quedarse y elevarse a símbolo de San Mamés. Aduriz, de 39 años, es uno de los donostiarras más queridos en Vizcaya y, de largo, uno de los jugadores más respetados de nuestro fútbol. Esta temporada, la de su retirada, corroboran el hecho porque ha salido ovacionado de buena parte de los estadios del país. Aduriz lo tuvo muy claro desde el principio, tras más de 20 años de aventura el cuerpo, y en particular su cadera, no daba para más. Era hora de decir adiós y ni siquiera la crisis sanitara por el coronavirus le ha cambiado de parecer.

Quién iba a pensar hace dos meses que los aplausos y vítores se cortarían de cuajo por culpa de una pandemia que ha sacudido al mundo entero. Su Tour, incompleto. Aduriz no podrá despedirse en condiciones de su gente. La competición podrá volver en junio, pero lo hará sin público y el consuelo de sus compañeros no será suficiente para una leyenda como la suya. No es lo que se merece, pero así con las cosas. Amagó con extender su periplo hasta la final de Copa, pero retrasada y sin fecha aún por fijar, Aduriz no espera más. "Todo esto lo hacemos por el abuelo", decía Iñaki Williams al saberse finalista del trofeo de Su Majestad. Ahora, tendrán que intentar rematar la faena y alzar el título en el derbi contra la Real Sociedad, pero ya sin él en el campo. Aduriz no estuvo en las finales de Copa de 2009 y 2012. Sí en la del 2015, que perdió contra el Barça, y soñaba con poner el broche de oro a su brillante carrera levantándola por fin esta vez contra el eterno rival, pero tampoco podrá ser.

placeholder Aduriz celebra uno de los cuatro goles que le endosó al Barcelona en la Supercopa del 2015. (EFE)
Aduriz celebra uno de los cuatro goles que le endosó al Barcelona en la Supercopa del 2015. (EFE)

"Ha llegado el momento. Muchas veces he mencionado que el fútbol te deja antes de que tú le abandones a él. Ayer mismo los médicos me recomendaron pasar por el quirófano, mañana mejor que pasado, para colocar una prótesis que reemplace mi cadera e intentar afrontar, al menos, con la mayor normalidad posible la vida diaria", escribía en la tarde del miércoles en Instagram, anunciando su marcha. Aduriz lleva tiempo entre algodones, luchando contra un dolor por momentos insoportable. Su maltrecha cadera ya le tuvo de baja tres meses este curso. La recuperación será dura y secuelas le quedarán para siempre, pero se trata de mejorar lo máximo posible su calidad de vida. El vasco, un animal competitivo que no se achantaba ante nadie, dejará ahora un enorme vacío en el campo. Se le echará de menos.

"Estamos viviendo situaciones muchos más graves por la pandemia [...] No os preocupéis por mí, esto es solo una anécdota. Olvidémonos de los finales soñados, porque ya tendremos tiempo de despedirnos. Y sí, ha llegado la hora del adiós y así se acaba para mí este camino, inolvidable y maravilloso de principio a fin", concluia la nota. "Nos hubiera gustado despedirte en la final de Copa de nuestros sueños. De todos modos, ha sido un placer tenerte tantos años enfrente, ‘manos’ mediante", le respondía con guasa la Real, haciendo hincapié en una polémica acción del 2006 protagonizada por el ariete que le dio el triunfo a los rojiblancos. La picaresca de Aduriz, una de sus principales señas de identidad; la otra, sus espectaculares remates. Porque el vasco ha metido goles de todas las maneras posibles: de cabeza, desde lejos, a quemarropa, de vaselina y hasta de 'tijera', su último tanto en Liga anotado al Barcelona de Valverde, uno de sus grandes valedores, el pasado agosto.

Explosión tardía

De uno en uno, de dos en dos, de tres en tres, de cuatro en cuatro (ahí está la final de la Supercopa del 2015, su único título) y hasta llegó a firmar un repóquer contra el Genk belga (2016) en la Europa League. Aquella noche resultó ser mágica para él porque al término del partido nacería su segunda y última hija. Aritz escapó del prototipo de jugador prematuro, pues se centró tarde en el fútbol (antes fue subcampeón de España cadete en esquí de fondo) y hasta bien cumplidos los 30 no llegó su explosión definitiva. Poco antes había debutado con la Selección española (2010), de la mano de Vicente Del Bosque, en el Helmántico (Salamanca), en un encuentro contra Lituania.

El donostiarra lo deja siendo el máximo goleador del Athletic en el siglo XXI, el sexto de su historia, con 172 tantos. Un 'león' con mayúsculas. En total, ha disputado 443 partidos en Primera, en un camino de idas y venidas donde cumplió con creces en todos los sitios. Con 'la roja' acumuló 13 encuentros, con dos goles, y disputó la Eurocopa del 2016. Visceral en sus acciones, pero inteligente en su posicionamiento, Aduriz aguantó dos salidas del Athletic (una de ellas por motivos económicos), se curtió fuera y se terminó asentando a la tercera oportunidad. Lo suyo, un elogio a la identificación con un club y una defensa cerrada de que la edad, si se cultiva el cuerpo y la mente, es solo una cifra. "El éxito es importante, pero lo más importante es que la gente te recuerde", decía. A él, por suerte, será imposible olvidarle. Saquen la gabarra.

Aduriz no cayó de pie en Bilbao, ni mucho menos. Venerado por la grada en los últimos tiempos, donde se desató como goleador y ejerció de capitán, tuvo que buscarse primero la vida en otros clubes -Burgos, Valladolid, Mallorca y Valencia- antes de regresar definitivamente en 2012, ya para quedarse y elevarse a símbolo de San Mamés. Aduriz, de 39 años, es uno de los donostiarras más queridos en Vizcaya y, de largo, uno de los jugadores más respetados de nuestro fútbol. Esta temporada, la de su retirada, corroboran el hecho porque ha salido ovacionado de buena parte de los estadios del país. Aduriz lo tuvo muy claro desde el principio, tras más de 20 años de aventura el cuerpo, y en particular su cadera, no daba para más. Era hora de decir adiós y ni siquiera la crisis sanitara por el coronavirus le ha cambiado de parecer.

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