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Piqué deja en ridículo a la directiva y la Supercopa prueba la paciencia de la afición
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primer título de la temporada en juego

Piqué deja en ridículo a la directiva y la Supercopa prueba la paciencia de la afición

El verano no ha sido propicio para el Barcelona y una derrota contra el Madrid podría ser el colmo. El central demuestra con una frase que la plantilla y la grada no conectan con los mandatarios

Foto: Messi, en el último entrenamiento. (EFE)
Messi, en el último entrenamiento. (EFE)

El partido de esta noche no es un partido más. La Supercopa no es un título más. Para empezar, el rival es el Real Madrid, y jamás en la historia de los clásicos ha existido uno que no tuviera daños colaterales en caso de derrota, pero es que además esta eliminatoria le llega al FC Barcelona en un momento especial, uno en el que la afición culé parece estar a punto de estallar ante la inoperancia de una directiva que ha quedado con el culo al aire con la gestión del caso Neymar. Una derrota ante el Madrid puede ser la gota que colme el vaso, que está ya hasta arriba, y las culpas no se van a repartir. Ni Messi, ni Iniesta, ni Piqué ni el resto de jugadores quedarán señalados. Tampoco Ernesto Valverde, que acaba de llegar y bastante hace con capear el temporal con aparente normalidad y yendo a lo suyo. La ira de los aficionados discurrirá en una única dirección: Bartomeu y su junta, que a estas horas deben estar rezando para que Leo tenga la noche y entre la pelotita.

Por si fuera poco, la rueda de prensa de este sábado de Gerard Piqué fue demoledora para la directiva, porque la dejó en evidencia. El central afirmó que los jugadores sabían que Neymar pensaba marcharse al PSG desde el 30 de junio, el día en el que Messi celebró su boda en Rosario (Argentina) y que ninguno de ellos avisó al club. Es más, el 7 de julio Bartomeu apareció en una entrevista en el diario 'Sport' asegurando que el Barça era la envidia del mundo y celebraba muy orgulloso tener atada la renovación del tridente. Y el 18 de julio, ante las insistentes informaciones sobre el brasileño y el PSG, el vicepresidente deportivo Jordi Mestre aseguró que “Neymar se quedará al 200%”.

Foto: Ousmane Dembélé durante un partido del Borussia Dortmund. (Reuters)

Su inoperancia, su falta de información, la certeza de que no se enteraron de nada y de que los jugadores sabían más que ellos pero tampoco les avisaron —con lo que queda también al descubierto la gélida relación que mantienen con la plantilla— y el inútil gesto del enfado final de denunciar al jugador o no querer recibirle ni cogerle el teléfono a su padre hablan de una pataleta infantil cuando de repente te das cuenta que has perdido y que todo el mundo hablaba a tus espaldas mientras estabas en la más absoluta de las inopias.

Es más. Piqué admitió también que cuando publicó el célebre tuit de “Se queda” ya sabía que Neymar se iba, pero que se 'tiró un farol' a la desesperada intentando convencerle y ayudar así al equipo. ¿Y el club? ¿Y la directiva? Pues en ningún momento les tuvo en cuenta, lo que significa que no les tiene ninguna confianza. Ni él ni el resto de futbolistas que lo sabían. En la entidad, más que nunca, mandan los jugadores, que se creen capaces de solucionar todo lo que ocurra, desde encontrar un patrocinador como Rakuten hasta evitar la fuga de una estrella.

placeholder Bartomeu, en un acto reciente.
Bartomeu, en un acto reciente.

De la depresión al enfado

El verano empezó soso, con cierta sensación deprimente después de ver cómo el máximo rival lograba el doblete Liga y Champions mientras el Barça debía conformarse con la Copa. Luis Enrique se marchó a su estilo, frío y poco afectuoso, y Bartomeu anunció que Valverde sería el nuevo técnico, que es la única decisión que ha tenido consenso general: nadie puso un pero. Poco después, las portadas anunciaron que el objetivo era Verratti y se marchó Neymar y a estas alturas los únicos fichajes son Semedo y la repesca de Deulofeu. De la melancolía, de la tristeza, se pasó al enfado, ya no por la marcha de Neymar, sino por cómo se ha gestionado todo en general.

Con los 222 millones que deja el brasileño en caja era el momento de dar un golpe sobre la mesa y fichar a alguien con cara y ojos que ilusionara a los seguidores y fuera bienvenido en el vestuario. Saltaron entonces los nombres de Coutinho, Dembélé y hasta Mbappé y Dybala y viajes y reuniones de ejecutivos en Liverpool y Alemania. Agua. Dembélé no se presentó en un entrenamiento y Coutinho pidió formalmente que le dejen marchar, y la respuesta del Dortmund fue sancionar al primero y del Liverpool, negarle el 'transfer request' al segundo.

Así que, de repente, otra vez, volvió a salir a la palestra el nombre de Paulinho, el centrocampista brasileño de 29 años que juega en China y del que Valverde no sabe nada —dejó claro que no es petición suya— por el que el Guangzhou pide exactamente lo mismo que pedía hace dos meses: 40 millones de euros. Vamos, que la negociación ha sido un exitazo. No han rebajado ni un euro.

placeholder Ernesto Valverde en la rueda de prensa de este sábado. (EFE)
Ernesto Valverde en la rueda de prensa de este sábado. (EFE)

La moción de censura, una opción

Y ya puede ser buenísimo Paulinho, pero no es lo mismo presentar a un jugador de casi 30 años procedente de la supercompetitiva liga china que a un Coutinho o un Dembélé. Por otra parte, si era un jugador prioritario, si lo querían desde el principio y lo tenían claro, no hacía falta esperar a agosto para ficharle. Una vez más, la directiva vuelve a transmitir que no hay un plan maestro, sino que van a salta de mata, colocando trozos de esparadrapo en las fugas de agua y rezando para que funcione.

Así llega el Barça al partido de este domingo, con este ambiente enrarecido y el anuncio de Benedito de la moción de censura que sobrevuela el Camp Nou y que puede coger alzada si los primeros resultados no son buenos, si la Supercopa, por ejemplo, va mal. Como ya ha quedado claro que el equipo va por una vía y la directiva por otra, la buena noticia para los azulgrana es que Messi y compañía están a lo suyo; la mala es que a mediados de agosto la plantilla es peor que la de la temporada pasada y los encargados de mejorarla no parecen estar muy avispados.

En este contexto, la Supercopa tiene para el Barcelona, para la directiva, una importancia crucial a pesar de que sea el primer título y en plena canícula. Un resbalón frente a los blancos podría tener consecuencias imprevisibles porque la paciencia del culé se está agotando y el Madrid será la vara perfecta de medir. Ya no queda tiempo. La pelota empieza hoy a rodar y dictará sentencia.

El partido de esta noche no es un partido más. La Supercopa no es un título más. Para empezar, el rival es el Real Madrid, y jamás en la historia de los clásicos ha existido uno que no tuviera daños colaterales en caso de derrota, pero es que además esta eliminatoria le llega al FC Barcelona en un momento especial, uno en el que la afición culé parece estar a punto de estallar ante la inoperancia de una directiva que ha quedado con el culo al aire con la gestión del caso Neymar. Una derrota ante el Madrid puede ser la gota que colme el vaso, que está ya hasta arriba, y las culpas no se van a repartir. Ni Messi, ni Iniesta, ni Piqué ni el resto de jugadores quedarán señalados. Tampoco Ernesto Valverde, que acaba de llegar y bastante hace con capear el temporal con aparente normalidad y yendo a lo suyo. La ira de los aficionados discurrirá en una única dirección: Bartomeu y su junta, que a estas horas deben estar rezando para que Leo tenga la noche y entre la pelotita.

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