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Por qué todos los equipos temen al genio de la Fórmula 1, pero nadie se atreve a superarlo
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Por qué todos los equipos temen al genio de la Fórmula 1, pero nadie se atreve a superarlo

La sensación de los test de pretemporada en Baréin es que el mago de la ingeniería de Red Bull sigue llevando con la lengua fuera a sus rivales. Sin arriesgar, es imposible ganarle

Foto: Parece inofensivo con su gorra y su libreta, pero Adrian Newey es en realidad el hombre más temido del paddock por sus rivales. (DPPI/AFP7)
Parece inofensivo con su gorra y su libreta, pero Adrian Newey es en realidad el hombre más temido del paddock por sus rivales. (DPPI/AFP7)

Es una historia que hemos visto repetida una y mil veces. En los entrenamientos de pretemporada, el sentir general es de satisfacción con los progresos realizados en sus coches durante el invierno. Casi todos afirman haber dado con los problemas que les separaban de la victoria, o lo que es decir lo mismo, de Max Verstappen y su Red Bull. Pero hay un pequeño problema, que los grandes dominadores de la competición no se quedan quietos. Ante la constatación de lo evidente, parece sonar de fondo en el paddock aquello de Julio Iglesias de que La vida sigue igual.

Si Red Bull tenía el año anterior un coche que era tres décimas por vuelta más rápido, pocos dudan que lo va a seguir teniendo en el presente. Si el resto gana seis décimas a sus coches entre diciembre y marzo, el equipo técnico dirigido por Adrian Newey tampoco se va a ir de vacaciones y logrará repetir lo mismo en el peor de los casos. A tenor de lo visto estos pasados días en el circuito de Sakhir, pudiera ser incluso que no solamente les acorten las diferencias, sino que incluso las amplíen.

En cierto modo, tiene su lógica porque en Red Bull no únicamente cuentan con Adrian Newey como gran genio de la ingeniería. En el equipo hay estabilidad desde hace muchos años, cuentan con el que quizá sea el piloto más en forma de la parrilla. Por si todo lo anterior fuera poco, cuentan también con un equipo filial para saltarse a la torera los límites presupuestarios. En resumen: para batir a una maquinaria tan perfecta como son los actuales campeones del mundo, no basta con trabajar bajo las mismas premisas. Es necesario arriesgar, pero nadie quiere hacerlo.

Parece que fue Albert Einstein el que alertó de lo inútil de hacer lo mismo una y otra vez y esperar resultados diferentes. No obstante, así es como casi siempre funcionan todos los equipos de Fórmula 1 año tras año después de ser batidos en pista por Red Bull. Nadie quiere perder un puesto de trabajo muy bien remunerado y encima sufrir el estigma de un fracaso. Por eso, se opta casi siempre por la evolución y rara vez por la revolución. En mayor o menor medida, en todos los departamentos de ingeniería temen lo caro que puede costar pensar fuera de la caja.

placeholder Newey, este curso. (DPPI/AFP7)
Newey, este curso. (DPPI/AFP7)

El caso Mike Elliott

Mike Elliott lo intentó hace dos temporadas en Mercedes con su concepto de pontones laterales reducidos a la mínima expresión. La idea era buena y el enfoque para sorprender a Adrian Newey, el adecuado. Pero algunas lagunas en el concepto hicieron que este naufragara. Por el camino, fue relevado de sus funciones por James Allison, el mismo ingeniero al que sustituyó dos años antes, cuando este decidió tomarse un período sabático.

El caso de Elliott no es ni mucho menos algo aislado en la historia de la Fórmula 1. Muchos ingenieros brillantes arriesgaron en su momento, con soluciones revolucionarias como único método de superar a la fuerza dominante del momento. Pero nadie quiere verse en esa situación de provocar resultados pésimos para el equipo y a menudo para su propia reputación.

placeholder Newey lidera su campo. (DPPI/AFP7)
Newey lidera su campo. (DPPI/AFP7)

Adrian Newey demuestra año tras año que no solamente es el mejor director técnico creando, sino también a la hora de observar. Es familiar su imagen en pie, libreta en mano, escrutando hasta el último detalle el trabajo de ingeniería de sus rivales. Aparte de que Newey sea un genio, no es casualidad que Red Bull haya sido el que haya presentado un coche más innovador que el resto. Es el factor de la confianza y la ausencia de miedo a fallar.

A los actuales campeones del mundo les sucede algo parecido a esos tenistas que juegan sobrados. Cuando se tiene cierto colchón de puntos sobre un rival, se suelta el brazo y se buscan las líneas con mayor decisión que cuando se juegan un tie-break. Por eso, los dominadores del Mundial saben que, si sus novedades no funcionan, con evolucionar su coche anterior seguirían por delante. Tal es su superioridad.

El realismo de Alonso

"Max es el campeón del mundo y Red Bull está dominando el deporte. Además de eso, el concepto que presentaron este año, es también es una sorpresa. Por el momento, solo tenemos que verlos y ver cómo se desempeñan. Creo que 19 pilotos en el paddock ahora saben que no ganarán el campeonato". Así de claro se expresó Fernando Alonso en Baréin. El asturiano se muestra satisfecho de los progresos de su coche, pero sus palabras dan a entender que la situación va a cambiar poco.

Foto: Alonso y De la Rosa celebrando el cumpleaños del último. (Aston Martin)

Si alguien sabe de lo que habla en este sentido es Fernando Alonso. Lleva sufriendo prácticamente toda su carrera deportiva de la genialidad de Adrian Newey y sabe perfectamente que el algodón de Milton Keynes no engaña. Si los tiempos de los Red Bull salen con facilidad y la fiabilidad no parece ser un problema, ya es suficiente como para afirmar algo tan categórico que salvo Max Verstappen, el resto de los pilotos de la parrilla tienen difícil o imposible alcanzar el lugar más alto del podio.

Los motores de Mercedes, Honda, Ferrari y Alpine rinden hoy día a un nivel similar. Luego, las décimas claves se juegan en la aerodinámica, el territorio donde Newey no tiene rival. En los años donde Sebastian Vettel con su Red Bull dominaba a Fernando Alonso con su Ferrari, el presidente de la marca italiana, Luca de Montezemolo, se empeñaba en la receta de trabajar más, cuando los hechos demostraban que la cuestión era trabajar diferente. Pasan los años y nadie aprende la lección, de que para ganar al genio británico es obligado arriesgar. O gloria o despido, no queda otra después de la enésima comprobación vivida en esta pretemporada.

Es una historia que hemos visto repetida una y mil veces. En los entrenamientos de pretemporada, el sentir general es de satisfacción con los progresos realizados en sus coches durante el invierno. Casi todos afirman haber dado con los problemas que les separaban de la victoria, o lo que es decir lo mismo, de Max Verstappen y su Red Bull. Pero hay un pequeño problema, que los grandes dominadores de la competición no se quedan quietos. Ante la constatación de lo evidente, parece sonar de fondo en el paddock aquello de Julio Iglesias de que La vida sigue igual.

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