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El lío del tope presupuestario de la Formula 1 no se ha resuelto: ahora viene lo peor
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UNA POLÉMICA QUE NO CESA

El lío del tope presupuestario de la Formula 1 no se ha resuelto: ahora viene lo peor

Con el debate aún encendido acerca de la validez de los resultados de Red Bull en 2021, por su exceso antirreglamentario de gasto, se está pasando de largo lo que sucede en 2022

Foto: El equipo Red Bull celebrando el título de pilotos de 2022. (Reuters/Jerome Miron)
El equipo Red Bull celebrando el título de pilotos de 2022. (Reuters/Jerome Miron)

Lejos de resolverse el problema de la infracción sobre los límites de gasto permitidos a los equipos de Fórmula 1, la reciente resolución de la FIA no parece haber contentado a nadie. Lo que es peor, sigue dejando abierto el melón de una reglamentación confusa y difícil de verificar. Lo razonable hubiera sido que, en paralelo a resolver el desaguisado de la temporada pasada prácticamente un año después de acabada la misma, se hubieran puesto los cimientos para que todo el mundo sepa a qué atenerse en el futuro. Sin embargo, seguimos sin saber exactamente qué penalizaciones hay por cada dólar que un equipo se sobrepase. Tampoco de qué manera puede fiscalizarse el gasto para que las posibles sanciones ocurran con el campeonato en curso, no un año después.

Asombra que nadie en la FIA, empezando por su presidente Mohammed Ben Sulayem, se dé cuenta del absoluto descrédito que recae sobre cualquier competición deportiva cuyos resultados puedan declararse nulos un año después. Sirva el ejemplo de lo mucho que sufrió el ciclismo cuando de forma retroactiva se le retiraron todos los títulos a Lance Armstrong por sus años de dopaje sistemático. En el sentido contrario, el daño para el deportista más allá de la competición también es enorme porque véase el caso de Lydia Valentín, ganadora de tres medallas olímpicas de las que solo recibió una en el podio.

La sanción impuesta a Red Bull Racing por exceder el límite presupuestario de 145 millones de dólares durante la temporada 2021, en aproximadamente medio millón, al final se ha saldado con una multa de siete millones y una reducción del 10% del tiempo permitido para el túnel de viento y desarrollo aerodinámico CFD (Dinámica Computacional de Fluidos). Habrá quien piense que la sanción es leve y otros que crean que es muy severa, pero lo importante es que sigue sin estar claro cómo se fiscaliza el gasto y cómo se sancionan a futuro las infracciones. La clave del asunto es que a Red Bull no le va a afectar apenas la sanción impuesta y esto crea un precedente que hace pensar a los equipos que sale más a cuenta infringir la norma y pagar la multa que cumplirla.

Una multa quizá irrelevante

Siete millones de euros de volumen de inversión anual del gigante de bebidas energéticas es un chiste si se valora que el riesgo en juego es ganar un campeonato del mundo. Por otra parte, respecto a la limitación de experimentación aerodinámica física o virtual, es fácil imaginar adónde irán a parar todas las horas adjudicadas a Alpha Tauri, el equipo filial del que pilotan Max Verstappen y Checo Pérez. Si ya parecían un calco los coches de ambos equipos a principio de temporada, menos va a sorprendernos que el próximo año veamos dos chasis parecidos como dos gotas de agua. No hay que olvidar que el Alpha Tauri se desarrolló por primera vez en el mismo túnel de viento que el de Red Bull en el Reino Unido, a diferencia de hacerlo en Italia, como siempre había sido la norma. ¿Casualidad? No.

Esta es tan solo una de las muestras más obvias de cómo Red Bull puede sortear la norma y las posibles sanciones, porque externalizar un trabajo de desarrollo aerodinámico por ordenador es la cosa más fácil del mundo. Basta que otra compañía del imperio Red Bull, diferente del equipo de Fórmula 1, encargue desarrollos tecnológicos a una empresa. Ese trabajo nadie lo va a descubrir en la contabilidad del equipo. Ni mucho menos, cuando el responsable de dicha subcontrata le haga entrega del material a Christian Horner en el pub The Wheatfest de Milton Keynes, al lado de la sede del equipo. No se trata de lanzar una acusación a los actuales campeones del mundo como tramposos, porque, en igual o menor medida, todos los equipos poderosos intentan triquiñuelas similares. Difícil encontrar aquí víctimas inocentes, sino más bien juzgar quién de todos es el que se ha pasado más de la raya.

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Luego está la parte sarcástica de todo este vodevil, que consiste en el juego de ver quién tiene la impostura más indignada de todos. El asesor estratégico de Red Bull, el Dr. Helmut Marko, no ha escondido el fastidio que les produce ver que la persona responsable de su sanción en la FIA, Shaila-Ann Rao, es una exasesora de Toto Wolff en el equipo Mercedes. Por otra parte, es llamativo que la propia Mercedes, a priori la gran perjudicada por la perdida del Mundial, haya sido menos combativa en este asunto que Ferrari. Desde antes de mitad de temporada, Mattia Binotto ya alertaba que no entendía por qué Red Bull podía sostener su ritmo de evoluciones sin excederse de los topes presupuestarios. Su queja, sea fundada o no, coincide con un despegue en el tercio final de la temporada de competitividad tanto de Red Bull como de Mercedes.

placeholder Tanto Lewis Hamilton como Toto Wolff han mostrado quejas. (EFE/Fazry Ismail)
Tanto Lewis Hamilton como Toto Wolff han mostrado quejas. (EFE/Fazry Ismail)

Más esfuerzo, menos dinero

Hay que tener en cuenta, además, que en 2022 se ha dado el comienzo de una nueva reglamentación, que siempre obliga a hacer un sobreesfuerzo humano y financiero, hasta que los equipos solventan todos los problemas derivados de las nuevas normas. Recuerden los terribles problemas sufridos por muchos equipos y especialmente Mercedes, con el efecto rebote producido por los nuevos pontones laterales con alas invertidas. Este año el tope presupuestario, además, es cinco millones de euros menos. Por tanto, resulta difícil creer cómo aun así pueden ajustarse los equipos a unos límites de gasto que afectan a la investigación y desarrollo en el transcurso de la temporada.

Si se analiza la comparativa entre la posición de competitividad que ostentaba Ferrari a principio de la temporada respecto a Mercedes con la que disfrutan actualmente ambos equipos, es inevitable pensar que hay algo que no encaja. Puede ser que los ingenieros de un equipo hayan trabajado mucho mejor que los otros desarrollando los coches, pero suena desde luego a una explicación más plausible, que uno ha dejado de evolucionar cuando se le han agotado los recursos económicos. El otro, en cambio, ha seguido gastando a manos llenas al utilizar todos los subterfugios imaginables para no ser cazado en la infracción. Si resultan extraños casos de resurrección tan prodigiosa como la realizada por Mercedes esta temporada, qué decir de haberlo logrado en el momento de mayor limitación de recursos que haya vivido jamás el equipo de la marca alemana.

¿Qué va a suceder si a finales de 2023 vuelve la FIA a detectar que uno o dos equipos no han respetado los límites presupuestarios? ¿Volverán a solucionarlo, con "un cachete en la mano", como decía Lewis Hamilton al ser preguntado sobre el peligro de que una sanción no sea suficientemente ejemplarizante? Son preguntas que no pueden esperar casi un año a ser respondidas, porque es la receta perfecta para fulminar el proceso expansivo de enorme crecimiento que está viviendo la Fórmula 1. Si al aficionado le dices tanto tiempo después que todo aquello que le provocó emociones en su momento era mentira, simplemente desconectará. Siempre se ha tolerado una cierta polémica en cualquier deporte, pero mientras la cosa se quede en un simple lío, todo puede manejarse. Ahora bien, cuando se percibe fraude... eso no hay quien lo sostenga.

Lejos de resolverse el problema de la infracción sobre los límites de gasto permitidos a los equipos de Fórmula 1, la reciente resolución de la FIA no parece haber contentado a nadie. Lo que es peor, sigue dejando abierto el melón de una reglamentación confusa y difícil de verificar. Lo razonable hubiera sido que, en paralelo a resolver el desaguisado de la temporada pasada prácticamente un año después de acabada la misma, se hubieran puesto los cimientos para que todo el mundo sepa a qué atenerse en el futuro. Sin embargo, seguimos sin saber exactamente qué penalizaciones hay por cada dólar que un equipo se sobrepase. Tampoco de qué manera puede fiscalizarse el gasto para que las posibles sanciones ocurran con el campeonato en curso, no un año después.

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