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La última parada de Verstappen: ¿chulería, humillación al rival o un equipo de genios?
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LA ARRIESGADA PARADA A FALTA DE DOS VUELTAS

La última parada de Verstappen: ¿chulería, humillación al rival o un equipo de genios?

Con todo por perder y poco que ganar, Verstappen protagonizó una maniobra de potencial suicida, que, sin embargo, delataba una vez más la eficacia del equipo austríaco

Foto: El neerlandés es insaciable. (Reuters/Leonhard Foeger)
El neerlandés es insaciable. (Reuters/Leonhard Foeger)

Monza abarrotado, un año después de la muerte de su fundador. Un Ferrari lidera con veinticinco segundos de ventaja sobre el segundo clasificado. A falta de dos giros, el líder pide entrar en boxes para arrebatar la vuelta rápida a su compañero. Solo había tres segundos de margen de error. Cualquier mínimo fallo en la parada regalaría tan singular y simbólica victoria a un equipo rival. ¿Cabe imaginar la reacción de los tiffosi y la opinión pública de haber fallado? Así, Red Bull en el pasado fin de semana en Spielberg, con las tribunas abarrotadas de aficionados neerlandeses. Sin fallos.

La escena habría hecho temblar a cualquier jefe de equipo. Verstappen no necesitaba arriesgar todo el botín del fin de semana. El primer Gran Premio de Austria sin Dietrich Mateschitz, el homenaje al propietario de la marca de bebidas recientemente fallecido y artífice de su entrada en la Fórmula 1. El desafío que el neerlandés planteó a su equipo habría sido cortado de cuajo en Ferrari o Mercedes. Pero no en Red Bull. La maniobra final de Verstappen y su equipo exhibió una apabullante autosuficiencia sobre los rivales. El elevado riesgo de la operación para tan nimia recompensa ilustró nuevamente la idiosincrasia única que distingue a Red Bull desde su llegada a la Fórmula 1. Y su subordinación a Verstappen.

Tierra quemada y sin prisioneros

Como premisa, la competitividad implacable y casi patológica de Verstappen, que tensó la cuerda una vez más. No hay prisioneros para él. Con el título prácticamente asegurado y la ventaja con es casi insalvable. ¿Qué necesidad y beneficio de semejante capricho? Pero Verstappen buscaba hacer tierra quemada: poles, victorias, y vueltas rápidas. El equipo se negó, en principio, con todo sentido. Un mínimo problema de dedos en cualquier mecánico habría arrojado a Red Bull al mayor de los ridículos.

"El coche iba como un avión. Para mí, no era un riesgo, pero tal vez el equipo estaba un poco más nervioso. Vi la oportunidad y dije: 'Tenemos que entrar en boxes. Quiero ir por la vuelta más rápida. Desde afuera, tal vez parezca un gran riesgo, pero cuando estaba en el coche, para mí, no se sentía como un riesgo en absoluto". Eran otros y no el piloto, enchufado todavía de adrenalina, quienes debían valorar semejante riesgo.

La petición de Verstappen arriesgaba la victoria, pero también cuestionaba la autoridad del equipo. Tras terminar la carrera, Christian Horner explicó el proceso interno desde la llamada del piloto. "Hubo discusión entre el riesgo y la recompensa, porque pensamos en enfriar los neumáticos y hacerlo más fácilmente sin hacer una parada en boxes, en la que cuatrocientas cosas pueden salir mal. Max dejó bastante claro que los neumáticos estaban muy mal, y estaba bastante concentrado".

Verstappen también retaba la singular personalidad que distingue a Red Bull: la audacia como estandarte ante los retos que constantemente arroja la competición, financiado por una marca de bebidas que hace papel mojado de los límites como portaestandarte de marketing. Eso sí, habría que preguntarse cómo se sentía Pérez ante la servidumbre del equipo para facilitar el punto de la vuelta rápida que estaba sus manos a su compañero de equipo, arriesgando casi infantilmente el triunfo.

El mantra de Mateschitz

"Entonces empiezas a valorar el riesgo. ¿Lo asumimos con un juego de neumáticos(el que llevaba Verstappen) por debajo de la media? ¿O es menos arriesgado hacer una parada en boxes y poner un juego de blandos?", explicaba Horner. En cuestión de segundos se produjo una discusión interna entre el team manager, Jonathan Wheatley, y el ingeniero del neerlandés. Gianpero Lambase. Red Bull decidió jugar fuerte y a favor de la idiosincrasia que ha distinguido al equipo desde su creación. "Al final, nos dijimos 'vamos a correr el riesgo', todavía tenía tres segundos de margen sobre Charles cuando salió del pit lane". Todo por un punto ya en manos del equipo.

"Es la primera vez que estamos aquí desde el fallecimiento de Dietrich. Fue muy conmovedor que hoy haya habido una gran actuación del equipo", reconocería después un, sin duda, aliviado Christian Horner. "Decidimos ir por la vuelta más rápida en la última a pesar del riesgo que implicaba fallar en una parada en boxes; estaba en el fondo de mi mente, su mantra (de Mateschitz) siempre fue: 'Sin riesgo, no hay diversión'. O si no hacemos caso a Verstappen habrá cabreo.

Una implacable maquinaria de precisión

Sin embargo, Red Bull es una maquinaria perfectamente engrasada, en tensión constante, de fulgurante reacción de respuesta. Raramente se equivocan en la estrategia con sus pilotos, con grandes reflejos para responder a situaciones que exigen precisión y velocidad de reacción. Pero en esta ocasión se retaba a un conjunto de mecánicos, ya dispuesto a saltar a la línea de meta para celebrar la victoria. No obstante, como es habitual, las paradas en boxes del equipo austríaco fueron otro ejemplo de precisión, maestría y eficacia. Incluyendo la última, hasta extremos admirables.

Ferrari podía colocarse en el espejo. Solo una parada del equipo italiano se colocó entre las diez mejores, con Leclerc, en 2.40 segundos. El resto se desparramaron. De las 44 paradas del total de la carrera, las restantes del equipo italiano no entraron entre las 30 primeras. Un equipo que, teóricamente, aspiraba a la victoria. Salvo la mencionada del monegasco, ninguna bajó de los 4.3 segundos. Ni, desde luego, las de las de Sainz, de 4.5 segundos, la más rápida. La primera pasó de los 9 ¿Habrían respondido los mecánicos de Ferrari la presión que se autoimpuso Red Bull? ¿Habría antes tomado Vasseur la decisión de sus colegas de Red Bull?

Verstappen llevó a cabo tres paradas. La primera, 2.32 segundos, la siguiente, 2.33, en un impresionante ejercicio de regularidad. ¿La tercera? Con la presión de la victoria en riesgo y el espantoso ridículo en caso de fallar…2.38. Prácticamente idéntica a las anteriores. Cuatro de sus cinco paradas estuvieron entre las diez mejores. El equipo austríaco lidera holgadamente la clasificación del campeonato en este apartado. Tiene también el récord absoluto en 2.07.

Cuando todavía era miembro de McLaren en 2005, contaba Adrian Newey que se acercó con curiosidad para conocer esa nueva Energy Station, el gigantesco motorhome de aquel equipo recién llegado a la Fórmula 1. La música y el ambiente que se desprendía hacían de aquel equipo algo distinto. Poco tiempo después fue fichado con carta blanca para hacer de Red Bull un equipo ganador. En Canadá, Verstappen logró la victoria número cien. Cuando hoy se pasea por la entrada de los garajes de los equipos de Fórmula 1, desde uno de ellos, el único, se escucha siempre la música más marchosa.

Monza abarrotado, un año después de la muerte de su fundador. Un Ferrari lidera con veinticinco segundos de ventaja sobre el segundo clasificado. A falta de dos giros, el líder pide entrar en boxes para arrebatar la vuelta rápida a su compañero. Solo había tres segundos de margen de error. Cualquier mínimo fallo en la parada regalaría tan singular y simbólica victoria a un equipo rival. ¿Cabe imaginar la reacción de los tiffosi y la opinión pública de haber fallado? Así, Red Bull en el pasado fin de semana en Spielberg, con las tribunas abarrotadas de aficionados neerlandeses. Sin fallos.

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