Es noticia
El día que Fernando Alonso inició su leyenda y otras historias (para no dormir) en Imola
  1. Deportes
  2. Fórmula 1
ACCIDENTES, POLÉMICAS Y VICTORIAS GLORIOSAS

El día que Fernando Alonso inició su leyenda y otras historias (para no dormir) en Imola

El Dino y Enzo Ferrari, escenario del GP de Emilia Romagna, es rico en historias singulares y destacadas en la historia de la Fórmula 1. Desde la muerte de Senna a la eclosión de Alonso

Foto: Alonso celebra su primera gran victoria frente a Schumacher en Imola, 2005. (Reuters/Giampero Sposito)
Alonso celebra su primera gran victoria frente a Schumacher en Imola, 2005. (Reuters/Giampero Sposito)

El paso del tiempo acumula un poso de energía en determinados lugares que se impregnan de un aura cuasi mítico. El circuito Dino y Enzo Ferrari ejerce como uno de esos templos automovilísticos con sus propios manes y penates deportivos y humanos, con liturgias que han perfilado la historia de la Fórmula 1. Empezando por su propio nombre, que ya dota a esta pista de un carisma singular, arropado por la energía única de la afición más apasionada del mundo. La meteorología nos deja sin disfrutar de este Gran Premio en la temporada 2023, a la espera de la decisión final de la FIA respecto al calendario, pero las historias del mítico circuito van más allá.

Tradicionalmente denominado Gran Premio de San Marino por la cercanía del mini estado y porque Italia contaba con el gran premio local en Monza, drama y épica han convivido a partes iguales, aunque el primero ha disputado seriamente el trono al segundo. La cercanía de Maranello y la devoción de los tifosi completaban el arco de bóveda de un circuito que respira de forma distinta a otras pistas clásicas de la Fórmula 1. Incluso desde la época del Imperio Romano existe documentación de que cerca de Imola existía entonces una zona dedicada a celebrar carreras de cuadrigas.

Ayrton Senna figura en ese altar como gran dios de la tragedia, acompañado por un joven guerrero casi desconocido, Roland Ratzenberger. Ambos estaban dispuestos a jugarse la vida y la perdieron, aunque por razones muy distintas. El brasileño, por fidelidad a su inconcebible talento. El segundo, por la desesperación para hacerse un hueco sin medios en un mundo donde el dinero manda. Otros sobrevivieron milagrosamente Y para Fernando Alonso, Imola fue la bisagra que cerró la puerta a la gran era de Michael Schumacher y Ferrari, para abrir la de su propia leyenda. Precisamente, en el circuito que lleva el nombre del fundador del equipo italiano.

La gran traición, según para quién

La primera cita de Imola con la Fórmula 1 llegó en 1981. eL año siguiente, desplegó su predisposición para el drama. Gilles Villeneuve, el gran malabarista, el mayor ídolo que nunca hubo para los tifosi, había jugado el papel de escudero con Jody Scheckter en 1979. El sudafricano logró su único título entonces, con el respeto del canadiense y hasta su apoyo en varias carreras. Pero Villeneuve brincaba todavía como un potro salvaje a domar. En 1982, Ferrari contaba con opciones al título y, en aquella edición del gran premio, Villeneuve iba camino de un doblete histórico con su compañero Didier Pironi a su estela, de paseo ambos hasta la bandera a cuadros. En la última vuelta, sin embargo, Pironi adelantó a su rival inesperadamente cuando este no esperaba ataque alguno.

Para Villeneuve aquella maniobra supuso un colapso emocional. Noble, directo, sin doble perfil, al canadiense se le desataron todas las tormentas interiores. Pensaba que existía un pacto tácito para quien tanto respeto había mostrado hacia Scheckter. Fueron dos semanas de furia hasta el siguiente gran premio, en Zolder. Desbocado en su afán por rehacer justicia, puso su rueda encima de la del March de Jochen Mass en los entrenamientos. Coche y piloto salieron por los aires, literalmente, cada uno por caminos separados. Pironi sufriría pocas semanas otro brutal accidente bajo una gran cortina de agua de Hockenheim. Nunca más volvió a ser piloto.

"Por Gilles"

Enzo Ferrari llamó al francés Patrick Tambay para sustituir a su amigo Villeneuve. Increíblemente, ganó la misma carrera en la que Pironi se había accidentado. Llegó a Imola al año siguiente, la primera vez sin Gilles. "Me conmovió ver la pancarta 'Tambay venga a Gilles'. Durante 20 minutos lloré, incapaz de controlar mis emociones. Era más fuerte que yo, me decía a mí mismo que parara, pero no podía. Los mecánicos se enteraron y me dejaron relajarme", contó Tambay sobre aquellos emotivos momentos previos a la carrera. Con un motor renqueante, se colocó en cabeza tras la retirada de otro piloto italiano, Ricardo Patrese. Los tifosi rugieron de alegría, porque era un Ferrari el que se colocaba en cabeza aún a costa de un compungido piloto italiano.

"Perdí la concentración cuando, de repente, algo golpeó mi casco. ¡Como si alguien me estuviera dando en la cabeza diciéndome que despertara! Pensé que podría haberle pegado a un pájaro, pero al llegar no encontré ninguna marca en mi casco. Tenía la sensación de que había sido despertado por algo espiritual, porque soy algo místico. Pensé que Gilles estaba en el coche, y por eso dije que lo había hecho también por Gilles", relató después Tambay. Imola se hundió en la emoción. Había ganado el número 27 que llevaba a bordo el francés.

La última gran pira

Pista sinuosa y rápida, con el muro más cerca de lo que desearían los pilotos, a pesar de tratarse de un trazado permanente, era odiada por campeones como Alain Prost o Alan Jones. En 1987, el accidente de Nelson Piquet contra el muro de Tamburello a casi 200 km/h. Luego se supo que aquel golpe le dejó secuelas para el resto de su carrera.

Imola estuvo a punto de convertirse en la última gran pira inmoladora en 1989 con un monoplaza en llamas, el mayor terror para un piloto de carreras. En la cuarta vuelta, el Ferrari de Gerhard Berger se salió de la pista al intentar adelantar a Ricardo Patrese y siguió recto en la curva de Tamburello. Después de varios golpes contra el muro, el cuerpo del piloto quedó visible al perder el carenado. Los 190 litros que llevaba a bordo explotaron. La altura de las llamas forzó a saltar al río Santerno a los tifosi subidos a la valla publicitaria situada a la vera del siniestro. Berger había perdido el conocimiento. La espectacular eficacia de tres comisarios salvó la vida del austríaco. Su casco ya hacía burbujas por el fuego.

Una pista en la historia de Ayrton Senna

Imola produjo otra gran deflagración en 1989. McLaren, Senna y Prost se habían repartido 15 de las 16 victorias del año anterior. Fue en esta pista cuando el enfrentamiento latente rompió aguas definitivamente. Después de arrasar en los entrenamientos, Ayrton propuso un pacto: quien llegara primero a la curva de la Tosa ganaba la carrera. El brasileño se colocó primero y el francés le siguió. El mencionado accidente de Berger interrumpió la prueba. En la segunda salida Prost adelantó a su compañero. Sin embargo, Senna le sorprendió en la Tosa. Según este, no se trataba de la salida del gran premio. Por tanto, el pacto no estaba ya en juego. Dennis obligaría a Senna a disculparse ante Prost, que filtró la escena a la prensa. El resto es historia ya conocida.

Villeneuve fue la leyenda viva de su época y Senna, de la suya, los dos mayores iconos en la historia de la Fórmula 1, figuras cuya trágica muerte les elevó a un olimpo de inmortales en la memoria colectiva. El día anterior a aquel fatídico 1 de mayo de 1994 se estrelló el protegido de Senna, Rubens Barrichello. Un joven austríaco que coqueteaba con la muerte cada vez que salía a la pista con su Simteck. Roland Raztenberger, provocó con su arrojo que su nombre fuera desgraciadamente recordado porque acompañó al brasileño en su destino. Aquel día, la Fórmula 1 cambió para siempre. Fue Michael Schumacher, que rodaba a la estela de Senna en aquella aciaga jornada, quien recogió el bastón de mando como rey de la disciplina. Hasta que un joven español cerró el ciclo del alemán, también en Imola.

La bisagra en la puerta de Alonso

Schumacher había logrado cinco títulos consecutivos y ganado siete veces en el Dino y Enzo Ferrrar. Con 23 años, Alonso nunca había peleado por el título y contaba por primera vez con un monoplaza verdaderamente competitivo, aunque llegaba a la pista italiana con un motor tocado en su RS25. En carrera, Alonso se colocó primero tras los problemas de Kimi Raikkonen, y Schumacher remontó hasta colocarse a la estela del español. Faltaban 12 vueltas para terminar, que en realidad fueron simbólicas para el porvenir. Schumacher lo intentó de toda forma y manera, pero resultó imposible encontrar el menor resquicio. Aquel chaval se lo impidió con insultante seguridad y maestría a pesar de rodar sin un cilindro de su motor. Como reconocería después, nunca dudó de su victoria. Cruzaron la línea con solo dos décimas de segundo de diferencia.

Alonso logró su primer título en aquel 2005 y cerró la era de dominio de Schumacher en Ferrari. Se convirtió en el campeón más joven de la historia. De nuevo, Imola escribió otro capítulo que remodeló la Fórmula 1.

El paso del tiempo acumula un poso de energía en determinados lugares que se impregnan de un aura cuasi mítico. El circuito Dino y Enzo Ferrari ejerce como uno de esos templos automovilísticos con sus propios manes y penates deportivos y humanos, con liturgias que han perfilado la historia de la Fórmula 1. Empezando por su propio nombre, que ya dota a esta pista de un carisma singular, arropado por la energía única de la afición más apasionada del mundo. La meteorología nos deja sin disfrutar de este Gran Premio en la temporada 2023, a la espera de la decisión final de la FIA respecto al calendario, pero las historias del mítico circuito van más allá.

Fernando Alonso
El redactor recomienda