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'Furiosa': el apocalipsis sienta tan bien al cutis
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'Furiosa': el apocalipsis sienta tan bien al cutis

George Miller filma su quinta entrega de la saga de Mad Max, con una espléndida Anya Taylor-Joy

Foto: 'Furiosa, de la saga Mad Max'.
'Furiosa, de la saga Mad Max'.

En 2015, se estrenó una película prácticamente sin diálogos, con muchas motos y muchos coches tuneados, donde todas las actrices eran supermodelos y había innumerables tiroteos y explosiones con gasolina, amén de algunos cuerpos despedazados en primer plano. Fury road era la película con la que llevaban soñando todo el siglo los camioneros que tocan el claxon a las chicas, los fans de las artes marciales y los chavales que dejan los estudios. Fue considerada una gran película feminista.

Ahora George Miller, famoso en los 80 por poner a tragar polvo a Mel Gibson en la trilogía Mad Max (1979-1985), da un paso más en su resurrección como cineasta dinámico, sangriento y revolucionado con Furiosa. Atrás quedaron los años de dirigir Babe, el cerdito en la ciudad (1998) y Happy Feet: El pingüino (2006). El sufrimiento que debió afrontar este hombre entre cerditos y pingüinos no puede expresarse con palabras.

Como el desierto es un poco el mismo en todas partes, Furiosa empieza con un mapa bien grande de Australia, para que sepas que en sus áridas tierras se desarrolla la acción. No confiaba mucho George Miller en que los espectadores, al ver unas dunas, se dijeran: “Mira, Australia. Qué bonita”. Este nacionalismo rampante ha sido fundamental para el director, según ha declarado, pues además de la capacidad actoral de la arena del desierto Miller ha querido contar con la capacidad actoral del también australiano Chris Hemsworth, que es más o menos la misma.

'Furiosa' es lo que te esperas cuando compras palomitas para ver películas: evasión pura

Elsa Pataki también sale, aunque no sea australiana. Del medio minuto que aparece en pantalla no hay que sospechar que guarde relación con su estatus de pareja de Hemsworth: es con toda seguridad el único motivo de su participación.

Furiosa es lo que te esperas cuando compras palomitas para ver películas: evasión pura. En este sentido, pensaba en la distancia creativa que media entre estas películas y las que firma, sin ir más lejos, Jonás Trueba. En Furiosa hay que lidiar con equipos humanos de más de mil personas, con explosiones, efectos especiales y si llueve o se cae un camión por un barranco. De eso habla Miller cuando habla de su cine. No habla de emociones ni de si los actores se sintieron cómodos, ni de la amenaza del fascismo.

En el cine de Jonás Trueba, o de León de Aranoa, o primigeniamente de un Éric Rohmer, la cosa va de poner a hablar a dos personas en una habitación, y de puntear el delicado harpa del corazón humano. No tiene más complicación, teniendo, claro, su intríngulis.

Quiere decirse que, entre rodar Furiosa y rodar Los lunes al sol (2002) hay tanta diferencia, tal distancia laboral y financiera, que puede uno preguntarse si Furiosa y Los lunes al sol forman parte siquiera de la misma industria. O si rodar Los lunes al sol o La rodilla de Clara o Las chicas están bien no tienen más que ver con pintar un cuadro o con escribir novelas que con rodar Furiosa o Tenet.

El caso es que Furiosa acaba convenciendo, acelerón a acelerón y duna a duna. Su primer acto, mientras la protagonista es una niña, resulta poco alentador. Vemos un mundo posapocalíptico y violento donde todos los hombres sufren quemaduras, presentan cicatrices o muestran caras sucias y escrofulosas mientras que las mujeres supervivientes son todas supermodelos con el cutis impecable. Debemos deducir que el apocalipsis sienta muy bien a las supermodelos. Después del apocalipsis, sólo sobrevivirán las cucarachas y las supermodelos.

Tom Burke ni siquiera puede enseñar un pasaporte australiano para explicarnos por qué ha sido elegido para desaprovechar su personaje

Es blanda, cursi y hasta ridícula esta recreación de la vida lejos de su hogar de una niña secuestrada que, como en las narraciones clásicas, se disfraza de muchacho para sortear los peligros de un mundo asalvajado. También tiene su aquel que Miller y su equipo, como sucedía en Fury Road, consideren la maternidad como una labor exclusiva de mujeres bellísimas, todas esas supermodelos enclaustradas y vestidas de blanco que hacen a los espectadores asociar fertilidad y portadas de Vogue. Las mujeres normales, y no digamos las poco atractivas, parece que no traen niños al mundo, ni siquiera cuando estos niños son tan necesarios que el dueño del desierto ha creado un harén con ese objetivo.

Cuando Furiosa es ya Anya Taylor-Joy, la película sube muchos enteros, y sigue subiendo y derrapando hasta el final, con efectividad impecable. Las persecuciones impresionan menos que en Fury road, porque no salen guitarras eléctricas y las pértigas y otros métodos de lucha ya los hemos visto en aquella película, pero siguen siendo electrizantes. Lo malo es que Chris Hemsworth sale mucho, y no acaba de hacerse con el papel.

Dementus, su personaje, es el malo, y su mezcla de humor, estupidez y crueldad sería memorable con la cara de un actor menos pasteurizado que Hemsworth. Es un hombre ideal para anunciarnos el parte meteorológico, llevarlo a una boda o hacer películas de Marvel, pero no para esa aleación de psicópata y payaso que ha creado George Miller.

Tampoco el compañero y eventual noviete de Furiosa parece encarnado por el actor adecuado. Tom Burke ni siquiera puede enseñar un pasaporte australiano para explicarnos por qué ha sido elegido para desaprovechar su personaje.

Anya Taylor-Joy, por tanto, lleva sobre sus hombros todo el peso de la película, y su trabajo consiste básicamente en estar callada y no dejarse matar. Sólo pronuncia treinta frases en las dos horas y pico que dura la cinta (alguien las ha contado). Miller prefiere el ruido de los motores al ruido de las conversaciones, lo cual es como decir que prefiere dar espectáculo y dejarte en paz durante dos horas y media a proponerte más pesadumbre.

En 2015, se estrenó una película prácticamente sin diálogos, con muchas motos y muchos coches tuneados, donde todas las actrices eran supermodelos y había innumerables tiroteos y explosiones con gasolina, amén de algunos cuerpos despedazados en primer plano. Fury road era la película con la que llevaban soñando todo el siglo los camioneros que tocan el claxon a las chicas, los fans de las artes marciales y los chavales que dejan los estudios. Fue considerada una gran película feminista.

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