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'Península': los zombis del tren de Busan que te aterrorizaron... ahora dan pena
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'Península': los zombis del tren de Busan que te aterrorizaron... ahora dan pena

Un año después de su selección en el Festival de Cannes, que al final no se celebró a causa de la pandemia, la secuela de 'Train To Busan' llega a la cartelera española

Foto: Do-yoon Kim y Dong-won Gang, en 'Península'. (AContracorriente)
Do-yoon Kim y Dong-won Gang, en 'Península'. (AContracorriente)

Hace cinco años, el director surcoreano Sang-ho Yeon consiguió saltar el muro cultural y convirtió 'Train To Busan' en un éxito internacional, recaudando en todo el mundo más de diez veces su presupuesto. Entre otros premios se llevó el premio a Mejor dirección en el Festival de Sitges y se postuló como un clásico instantáneo del cine de zombis. Reutilizando los códigos instaurados por maestros como George A. Romero, la película podía leerse como una fábula política en tiempos de apocalipsis: tras el estallido en Corea del Sur de una pandemia virulenta en la que los infectados se transforman en zombis contorsionistas —el diseño de movimiento de esta nueva especie de infectados resulta visualmente espectacular—, un grupo de viajeros intentan sobrevivir a un viaje en tren desde Seúl a Busan. El filme ofrecía también una crítica contra el nuevo esquema de prioridades de una sociedad obsesionada con el trabajo y el éxito en el que las relaciones familiares y la colectividad dependen de lazos cada vez más débiles.

En 2020, el Festival de Cannes —que no se celebró debido a otra pandemia, en este caso real— seleccionó la inevitable secuela, 'Península', que compitió en la Selección Oficial de Sitges y que casi un año después llega a la cartelera española y que después de doce meses de muertes, aislamientos y contagios adquiere un nuevo significado. Como ocurre en muchas ficciones del género, una vez aprehendido y digerido el miedo hacia el zombi emerge una amenaza menos obvia y hobbesiana: el hombre. Una vez pasado el momento de los aplausos, la fatiga, la desconfianza, la imposibilidad de prever el futuro desembocan en un clima de crispación, que en el caso de 'Península', con el derrumbe absoluto de las estructuras del Estado, ha dado lugar a una distopía al estilo 'Mad Max' en la que un grupo de guerrilleros mata el aburrimiento con peleas grupales de humanos contra zombis y que se dedican a desvalijar y a aterrorizar a los pocos supervivientes que han quedado en Incheon, la tercera ciudad más poblada de Corea del Sur.

placeholder Otro fotograma de 'Península'. (AContracorriente)
Otro fotograma de 'Península'. (AContracorriente)

Es en tiempo de crisis cuando el cine reimagina distopías y vuelve a las ciudades en ruinas. Si en los años ochenta, la crisis de la metrópolis por excelencia, Nueva York —asfixiada por una tasa de pobreza inasumible y por un índice de criminalidad incontrolable—, dio lugar a fantasías urbanas apocalípticas como '1997: Rescate en Nueva York', de John Carpenter, el desencanto con el modelo de vida urbano —al que ya se apuntaba en 'Train To Busan'— deriva en la representación de ciudades que ya solo son sombras de sí mismas. La competitividad extrema de las grandes capitales llevadas a la lucha de manera literal por la supervivencia. Una tendencia que es probable que se acentúe después de la crisis del covid, cuando la habitabilidad de los núcleos urbanos se ha visto cuestionada y cuando pandemias y nevadas bíblicas han ofrecido imágenes tan bellas como desoladoras de circunvalaciones y avenidas vacías, como premoniciones sobre el fin del mundo.

"Cuando pedí ayuda, 31 coches pasaron de largo antes de ayudarnos a mí y a mis hijas", lamenta Min Jung (Jung-hyun Lee) a mitad de una película que empieza con un grupo de personas que pasan de largo de una familia desesperada a la que se le ha estropeado el coche. Cuatro años después del comienzo de la epidemia, Corea del Sur es un país abandonado: la mayor parte de sus ciudadanos han tenido que embarcarse como refugiados y no son especialmente bien recibidos en sus países de acogida. Jung Seok (Dong-won Gang) vive en Hong Kong, pero vuelve a Corea del Sur cuando le proponen un trabajo: encontrar un camión abandonado en Incheon que transportaba en su momento 20 millones de dólares. La recompensa: repartirse el botín.

placeholder Jung-hyun Lee, en 'Península'. (AContracorriente)
Jung-hyun Lee, en 'Península'. (AContracorriente)

Jung Seok y un grupo de mercenarios se embarcan de vuelta a Incheon y, cuando están a punto de cumplir su misión, se encuentran con una trampa que les deja a merced de los zombis, por un lado, y de los guerrilleros por otro. 'Península', a diferencia de su predecesora, no reconfigura los códigos del género, sino que cae constantemente en lugares comunes, provocando una sensación de continuo 'déjà-vu'. La indecisión del director entre una propuesta realista —como era en el caso de `Train To Busan'— y una estética comiquera provoca una incoherencia visual que queda remarcada en escenas de persecución o de combate, con unos efectos especiales estilo videojuego que desentonan con el resto del metraje, en especial durante las persecuciones en coche o la llegada de las hordas zombis.

El director combina su Incheon de corte 'Mad Max' con los neones y la cultura pop coreana, un choque que ofrece los momentos más logrados del filme, pero que no son suficientes para levantar una película que estirada, tediosa y, sobre todo, terriblemente superficial. Todos los personajes están construidos en una sola dimensión y no hay arco de transformación ninguno y el intento de entremezclar el drama y el gore resulta, como mínimo, desconcertante: en una de las escenas del comienzo, en medio de un grupo de zombis recién transformados que se abalanzan sobre los pasajeros de un barco, descerrajando mordiscos a diestro y siniestro, el director opta por una música lacrimógena y una cámara lenta con la que, aparentemente, la película busca conmover al espectador por el sacrificio de una madre. Y consigue lo contrario.

placeholder Otro momento de 'Península'. (AContracorriente)
Otro momento de 'Península'. (AContracorriente)

Los villanos de 'Península', dechados de defectos, son apenas una caricatura mil veces vista y carente de interés. Como divertimento, Sang-ho Yeon consigue, eso sí, dirigir coreografías espectaculares con movimientos de cámara que, al menos, consiguen despertar algo de pulso en una película cuyo principal defecto sea, quizás, haberse alejado de la aparente sencillez de la anterior entrega y que ha intentado disfrazar su oquedad a costa de un envoltorio excesivo. Eso sí, no puede negarse que, en cierta forma, premonitoria sí ha sido un rato.

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Hace cinco años, el director surcoreano Sang-ho Yeon consiguió saltar el muro cultural y convirtió 'Train To Busan' en un éxito internacional, recaudando en todo el mundo más de diez veces su presupuesto. Entre otros premios se llevó el premio a Mejor dirección en el Festival de Sitges y se postuló como un clásico instantáneo del cine de zombis. Reutilizando los códigos instaurados por maestros como George A. Romero, la película podía leerse como una fábula política en tiempos de apocalipsis: tras el estallido en Corea del Sur de una pandemia virulenta en la que los infectados se transforman en zombis contorsionistas —el diseño de movimiento de esta nueva especie de infectados resulta visualmente espectacular—, un grupo de viajeros intentan sobrevivir a un viaje en tren desde Seúl a Busan. El filme ofrecía también una crítica contra el nuevo esquema de prioridades de una sociedad obsesionada con el trabajo y el éxito en el que las relaciones familiares y la colectividad dependen de lazos cada vez más débiles.

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