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'Ammonite': amor lésbico entre Kate Winslet y Saoirse Ronan
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'Ammonite': amor lésbico entre Kate Winslet y Saoirse Ronan

El cineasta inglés Francis Lee imagina un romance entre Mary Anning y Charlotte Murchison, dos geólogas del siglo XIX. Se estrena este fin de semana en Movistar+

Foto: Kate Winslet y Saoirse Ronan, en 'Ammonite'. (Movistar+)
Kate Winslet y Saoirse Ronan, en 'Ammonite'. (Movistar+)

Los amonites son restos de moluscos con concha externa en espiral que existieron millones de años atrás, y que proveen a la nueva película de Francis Lee no solo de su título sino también de su algo obvia metáfora central, en tanto que representan la represión sexual de sus dos personajes femeninos centrales, subyugados por cientos de prejuicios que erosionan a las mujeres y las fosilizan, y que por supuesto también las excluyen de ámbitos profesionales y científicos tradicionalmente considerados un terreno acotado para los hombres. En concreto, la película imagina un romance entre Mary Anning y Charlotte Murchison, dos geólogas del siglo XIX —no hay evidencia histórica alguna de que mantuvieran una relación sentimental—, y al mismo tiempo funciona como retrato de una forma de soledad individual autoimpuesta.

Durante más de una década, Kate Winslet ha permanecido casi exclusivamente o bien difuminada en el seno de repartos corales o bien desaprovechada a bordo de papeles protagonistas insulsos que no le han dado la oportunidad de estar a su propia altura. La excepción fue la madre divorciada a la que encarnó para Todd Haynes en la miniserie ‘Mildred Pierce’, y a la que dotó de una mezcla de fiereza e impotencia trágica similar a la que este nuevo personaje derrocha. Desde el principio mismo de la película, Mary se muestra harta de tener que luchar por su propio reconocimiento en el campo de la paleontología a pesar de los revolucionarios hallazgos que ha logrado. De hecho, vive encerrada en su propia concha, decidida a que todas sus interacciones con otros seres humanos duren lo menos posible.

placeholder Saoirse Ronan, en un fotograma de 'Ammonite'. (Movistar )
Saoirse Ronan, en un fotograma de 'Ammonite'. (Movistar )

Mary encuentra solaz únicamente en los fósiles que descubre cerca del mar; al menos hasta que se ve obligada a ejercer de guardiana de Charlotte (Saoirse Ronan), la débil esposa de un cliente adinerado, y un destello de deseo parece agitarla interiormente de los pies a la cabeza. Winslet transmite con sutileza cómo su pasión lucha contra su precaución. En apariencia, eso sí, el personaje se mantiene sereno, racional y resoluto, mientras que Charlotte se muestra ansiosa y vacilante. Ambas, eso sí, reconocen un poco de sí mismas en la otra, tanto por la opresión social a la que son sometidas como porque las dos son víctimas de un trauma: en el caso de Mary es el recuerdo de una relación fallida; en el de Charlotte, el de un aborto espontáneo.

En su primer largometraje, ‘Tierra de Dios’ (2017), Lee ya manejó muchos de los elementos dramáticos que componen ‘Ammonite’. Ambas películas contemplan un amor homosexual que surge lenta y orgánicamente y libera un torrente de emociones íntimas que toma a ambas partes por sorpresa. Y, en el proceso, ambas detallan los pormenores de formas específicas de trabajo intensivo manteniendo un contacto instintivo y elemental con la naturaleza. Lee reproduce con meticulosidad la atmósfera del sudoeste de Inglaterra, tanto a través de un diseño de sonido impecable —una sinfonía de cincelados, raspaduras, aullidos del viento y olas que rompen y crepitan para significar pasiones— como de un esquema cromático compuesto de diferentes tonos de gris: el de las nubes, el del océano, el de la ropa de la gente. Es decir, ‘Ammonite’ tiene un aspecto deprimente, y durante buena parte de su metraje es lógico que así sea porque, después de todo, se trata de una película sobre la depresión.

placeholder Kate Winslet, en 'Ammonite'. (Movistar )
Kate Winslet, en 'Ammonite'. (Movistar )

El problema es que la apuesta formal no cambia en absoluto a medida que el romance avanza. En lugar de dejar que el amor de las mujeres deje entrar en escena algunos rayos de luz metafórica, Lee se empeña en imponer un ambiente pesado, sombrío y aplastante. La película, en otras palabras, no saca partido dramático de sus propias apuestas formales, usándolas en cambio como un mero elemento decorativo.

No es el único aspecto en el que ‘Ammonite’ sale mal parada de las inevitables comparaciones con el magistral drama ‘Retrato de una mujer en llamas’ (2019), que también viajaba atrás en el tiempo para observar un romance lésbico a pie de playa, y que dotaba esa relación central de un fogosidad, una curiosidad y una avidez de la que aquí apenas hay rastro. Aunque Lee trata de aderezarlas de un sofoco y un tumulto que tan bien funcionaban en las de ‘Tierra de Dios’, las interacciones carnales entre Winslet y Ronan en todo momento se muestran mecánicas y calculadas. Y, en general, resulta casi imposible sentir un mínimo interés en su unión, en parte porque las actrices no son capaces de transmitir interés mutuo alguno —Winslet demuestra más ardor mientras contempla las rocas que cuando practica un ‘cunnilingus’— y en parte porque sus personajes no llegan a exhibir personalidades convincentes. Y eso resulta especialmente grave en el caso de Anning. Lee trata el trabajo de su protagonista como un mero quehacer y no una verdadera pasión, y de ese modo no solo la priva de toda curiosidad intelectual, sino también, en consecuencia, de la posibilidad de mostrarse como un ser humano completo.

Foto: Do-yoon Kim y Dong-won Gang, en 'Península'. (AContracorriente)
Foto: Isabelle Huppert es la protagonista de 'Mamá María'. (Wanda)

Los amonites son restos de moluscos con concha externa en espiral que existieron millones de años atrás, y que proveen a la nueva película de Francis Lee no solo de su título sino también de su algo obvia metáfora central, en tanto que representan la represión sexual de sus dos personajes femeninos centrales, subyugados por cientos de prejuicios que erosionan a las mujeres y las fosilizan, y que por supuesto también las excluyen de ámbitos profesionales y científicos tradicionalmente considerados un terreno acotado para los hombres. En concreto, la película imagina un romance entre Mary Anning y Charlotte Murchison, dos geólogas del siglo XIX —no hay evidencia histórica alguna de que mantuvieran una relación sentimental—, y al mismo tiempo funciona como retrato de una forma de soledad individual autoimpuesta.

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