'La Gomera': ¿qué hace un cineasta rumano rodando un 'thriller' en silbo gomero?
El rumano Corneliu Porumboiu sirve su película más accesible, cine negro internacional con la isla canaria como centro de operaciones
¿Un cineasta rumano rodando una película de cine negro en silbo gomero? La feliz anomalía que supone 'La Gomera' cobra pleno sentido dentro de la trayectoria cinematográfica de su director Corneliu Porumboiu. Uno de los grandes nombres de la nueva ola rumana que empezó a asaltar cines y festivales a principios de siglo, Porumboiu se dio a conocer con la desternillante '12:08 al este de Bucarest' (2006), una farsa sobre los mitos surgidos en torno a las revueltas que acabaron con el régimen de Ceaușescu, llevada a cabo desde el plató de una televisión local. Aquel film cuestionaba los discursos oficiales en torno a la transición rumana y su asentamiento en la memoria popular a través de los medios de comunicación. Porumboiu fue refinando este interés por las retóricas del lenguaje en títulos posteriores como 'Policía, adjetivo' (2009) o la maravillosa 'El tesoro' (2015), de manera que se ha convertido en un maestro en la práctica del humor semiótico, además de uno de los cineastas que mejor juguetean con los códigos de los géneros cinematográficos.
Así que no resulta extraño que, cuando descubrió el silbo gomero en un documental en la televisión que vio junto a su esposa Arantxa Etcheverría (y aquí, directora de arte), decidiera incorporar esta forma canaria de lenguaje silbado en una película de ficción. Lejos de resultar forzado o una mera curiosidad pintoresca que solo da colorido a la historia, Porumboiu integra perfectamente la práctica del silbo canario en la trama. En un momento, incluso recuerda a otras culturas practicantes del silbo, cuando dos de los protagonistas acuden a la filmoteca a ver 'Centauros del desierto' de John Ford y contemplamos la escena en que los indios se comunican a través de silbidos desde diferentes localizaciones para desconcierto de los protagonistas blancos que cabalgan por ese paraje.
'La Gomera' arranca con la llegada de Cristi (Vlad Ivanov) a la isla en cuestión al ritmo de 'The Passenger' de Iggy Pop. Cristi es policía y en seguida queda claro que está metido en medio de una trama criminal. Sus razones exactas (¿es un poli corrupto o un infiltrado?), sin embargo, se mantienen opacas durante buena parte del metraje. En la isla, le empiezan a enseñar el silbo, un lenguaje perfecto para comunicarse sin que el resto del mundo te comprenda. El lenguaje silbado ejerce aquí la misma función que una fórmula cifrada en cualquier 'thriller' de espías. Codifica un idioma desde unas estructuras solo descifrables para los entendidos de manera que resulte ininteligible para el resto.
Porumboiu estructura la película por capítulos, titulados a partir de los diferentes personajes que la pueblan, y la hace avanzar al ritmo en que Cristi aprende este lenguaje. 'La Gomera' adopta en parte ropajes del neonoir. No solo por este protagonista de semblante impasible que nos conduce a través de una trama endemoniada cuyo curso no siempre resulta fácil de seguir. También por un personaje femenino, Gilda (el nombre no puede ser más ilustrativo), que actualiza el rol de la 'femme fatale'. Mientras despliega una intriga entre Rumanía y las Canarias en que caben mafias criminales, policías corruptos, tráfico de drogas, cámaras de vigilancia por todas partes, botines escondidos, presos pendientes de fuga, hoteles misteriosos y amores clandestinos y fatales, Porumboiu también lleva a cabo un ejercicio reflexivo sobre la propia idea de puesta en escena.
'La Gomera' se nos presenta como un 'thriller' internacional con vocación de llegar a un público amplio, pero mantiene la mirada crítica sobre la historia reciente de Rumanía habitual en las anteriores películas de este director. Aquí la clave es la normalización de un sistema de vigilancia de la ciudadanía por parte del Estado que ha habituado a los personajes a moverse en un sistema doble de comunicación. Los protagonistas están acostumbrados a poner en escena un relato de cara al exterior mientras utilizan códigos secretos para otras formas de relación (la Barcarola de 'Los Cuentos de Hoffmann' de Offenbach es otra de esas pistas que suenan a lo largo del metraje para atar cabos sueltos en este sentido). El tiroteo final, por otra parte, tiene lugar en un set de rodaje, lo que subraya esta voluntad metalingüística del film. El silbo resulta, finalmente, un último refugio comunicativo cuando las circunstancias despojan al protagonista de la posibilidad de seguir conectado con el mundo exterior.
Por parte rumana, la película cuenta con dos intérpretes de excepción: Vlad Ivanov, el Simón Andreu de los países del este, un actor de extraordinaria versatilidad que se disputan cinematografías diversas, y Catrinel Marlon, la actriz que de forma más innegablemente magnética ha encarnado la figura de 'femme fatale' en el cine reciente. Pero la gran sorpresa en el elenco la brinda Agustí Villaronga, el director de títulos de referencia como 'Tras el cristal' y 'Pa negre'. No resulta habitual verlo en esta vertiente interpretativa y, sin embargo, borda su papel secundario de inquietante jefe criminal.
¿Un cineasta rumano rodando una película de cine negro en silbo gomero? La feliz anomalía que supone 'La Gomera' cobra pleno sentido dentro de la trayectoria cinematográfica de su director Corneliu Porumboiu. Uno de los grandes nombres de la nueva ola rumana que empezó a asaltar cines y festivales a principios de siglo, Porumboiu se dio a conocer con la desternillante '12:08 al este de Bucarest' (2006), una farsa sobre los mitos surgidos en torno a las revueltas que acabaron con el régimen de Ceaușescu, llevada a cabo desde el plató de una televisión local. Aquel film cuestionaba los discursos oficiales en torno a la transición rumana y su asentamiento en la memoria popular a través de los medios de comunicación. Porumboiu fue refinando este interés por las retóricas del lenguaje en títulos posteriores como 'Policía, adjetivo' (2009) o la maravillosa 'El tesoro' (2015), de manera que se ha convertido en un maestro en la práctica del humor semiótico, además de uno de los cineastas que mejor juguetean con los códigos de los géneros cinematográficos.
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