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'La chica del brazalete': la sexualidad desinhibida de las adolescentes, a juicio
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'La chica del brazalete': la sexualidad desinhibida de las adolescentes, a juicio

Un sobrio drama judicial francés que pone de manifiesto la distancia del mundo adulto respecto a las experiencias de la sexualidad de los jóvenes

Foto: La protagonista de 'La chica del brazalete'. (Surtsey)
La protagonista de 'La chica del brazalete'. (Surtsey)

En una primera lectura, el título de este drama judicial francés sugiere una imagen positiva, incluso bella. Podría tratarse del nombre de un cuadro, como el del vermeeriano 'La joven de la perla', o de la evocación de una muchacha desconocida, misteriosa, cuya principal seña de identidad sería un abalorio. No hace falta que transcurra demasiado metraje para darnos cuenta de que el brazalete de marras es el que la protagonista se ve obligada a llevar en el tobillo porque está en libertad vigilada. A Lise (Melissa Guers), de 18 años, la acusan de haber asesinado a su mejor amiga, Flora, unos meses atrás, cuando ambas todavía eran menores de edad. La película arranca justo cuando la policía la detiene una tarde tranquila, mientras se encontraba de fin de semana en la playa con la familia. Tras una elipsis, nos metemos de lleno en el proceso judicial.

El segundo largometraje de Stéphane Demoustier parte de un filme argentino, 'Acusada' (2018), de Gonzalo Tobal, que a su vez se inspiraba en un crimen real que tuvo lugar en 2007 en ese país. Una muchacha apareció asesinada. Se culpó a su mejor amiga, única sospechosa de los hechos. Y el juicio derivó en un remolino mediático y popular de especulaciones y de posicionamientos a favor y en contra de la implicada. Todo ello remite además al famoso caso de Amanda Knox, la chica estadounidense que pasó cuatro años en la cárcel en Italia por el presunto asesinato de su compañera de piso, Meredith Kercher, antes de ser absuelta.

placeholder Melissa Guers protagoniza 'La chica del brazalete'. (Surtsey)
Melissa Guers protagoniza 'La chica del brazalete'. (Surtsey)

En 'La chica del brazalete', Demoustier se desmarca sin embargo de cualquier acontecimiento real previo. Aquí no se trata de dilucidar o desvelar la verdad tras un hecho concreto ni de llevar a cabo una crónica de unos acontecimientos reales de gran impacto social. Ya desde la secuencia de arranque, encuadrada en un plano general, el cineasta guarda cierta distancia respecto a aquello que narra. Detienen a la protagonista antes siquiera de que nos la hayan presentado. Así que la conocemos exclusivamente a través del contexto del juicio al que se ve sometida, además de en el entorno más seguro de su hogar. La película mantiene la tensión gracias a este dispositivo que va desgranando a través de los testimonios que comparecen en el estrado los eventos que nos han conducido hasta allí.

Queda claro que el filme no juega tanto a descubrir si Lise mató o no a su amiga Flora, aunque la duda no deja de sobrevolar toda la trama, como a cuestionar hasta qué punto se sigue estigmatizando el comportamiento de las adolescentes, sobre todo cuando no cuadra con ciertas normativas adultas o resulta en exceso opaco para nuestra mentalidad. Y de paso, se pone en evidencia que, a partir de cierto momento, son los padres los primeros en desconocer qué hacen sus hijos cuando ellos no miran.

placeholder Otro momento de 'La chica del brazalete'. (Surtsey)
Otro momento de 'La chica del brazalete'. (Surtsey)

En el primer tramo de 'La chica del brazalete', los roles tradicionales de padre y madre se presentan intercambiados. Es el progenitor (un cabal Roschdy Zem) quien está siempre pendiente de su hija y el que se ha centrado en el desarrollo del juicio para conseguir su absolución. Mientras que la madre (Chiara Mastroianni) parece más ausente y volcada en su trabajo. Cuando una empieza a pensar que una actriz inmensa como Chiara Mastroianni está desaprovechada en el filme, el director le concede un monólogo durante el juicio para que justifique de forma más que razonable su actitud a primera vista más distanciada. Aunque el cineasta se apoye demasiado en esta estrategia discursiva, resulta muy loable esta reivindicación de la paternidad y la maternidad entendidas como un apoyo a la hija sin aspavientos ni grandes gestos. Un apoyo que pasa por asumir con madurez que una adolescente puede presentar un comportamiento sexual que nos desconcierta sin que ello sea síntoma de ningún trastorno.

Porque en el juicio, la interpretación de la vida sexual de Lise ocupa tanto o más tiempo que el esclarecimiento de qué sucedió la noche de autos. La película denuncia cómo en estos casos se sigue patologizando o estigmatizando a las mujeres que mantienen una relación desinhibida, sin romanticismos ni dramatismos, con el sexo. Y Demoustier cierra el filme con este debate. Mientras la abogada defensora, una mujer con la suficiente edad como para haber participado en los movimientos feministas de los años setenta a quien da vida Annie Mercier, se posiciona en favor de la libertad sexual de las adolescentes, es la mucho más joven fiscal la que esgrime una argumentación reaccionaria y machista, como si se erigiera en portavoz de una justicia patriarcal que a estas alturas todavía considera tolerable preguntarle a una muchacha acusada de asesinato si “¿se considera usted una chica fácil?”. La representante de la fiscalía está encarnada por Anaïs Demoustier, hermana del director y una de las actrices más interesantes de su generación que si embargo aquí no consigue evitar que su personaje roce el estereotipo. Por último, la debutante Melissa Guers consigue a través de la contención expresiva que la protagonista transmita esa dimensión inefable del carácter adolescente, esa encriptación emocional de cara al mundo adulto que le juega a la contra durante el juicio. Quizá por ello, que también disponga de su soliloquio para explicarse y ganarse las simpatías de la audiencia, tiene algo de concesión final en una película que había hecho de la sobriedad su principal activo.

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En una primera lectura, el título de este drama judicial francés sugiere una imagen positiva, incluso bella. Podría tratarse del nombre de un cuadro, como el del vermeeriano 'La joven de la perla', o de la evocación de una muchacha desconocida, misteriosa, cuya principal seña de identidad sería un abalorio. No hace falta que transcurra demasiado metraje para darnos cuenta de que el brazalete de marras es el que la protagonista se ve obligada a llevar en el tobillo porque está en libertad vigilada. A Lise (Melissa Guers), de 18 años, la acusan de haber asesinado a su mejor amiga, Flora, unos meses atrás, cuando ambas todavía eran menores de edad. La película arranca justo cuando la policía la detiene una tarde tranquila, mientras se encontraba de fin de semana en la playa con la familia. Tras una elipsis, nos metemos de lleno en el proceso judicial.

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