Es noticia
'Nación salvaje': guerrilleras 'millennials' contra un mundo de pervertidos
  1. Cultura
  2. Cine
ESTRENOS DE CINE

'Nación salvaje': guerrilleras 'millennials' contra un mundo de pervertidos

Sam Levinson dirige una película que intenta constantemente transgredir y desagradar al espectador

Foto: Bella Thorne, en un momento de 'Nación salvaje'. (Versus)
Bella Thorne, en un momento de 'Nación salvaje'. (Versus)

Al principio de 'Nación salvaje', una adolescente desganada enumera una lista de asuntos que van a tocarse a lo largo del metraje de la película, como "intentos de violación", "transfobia" o "egos masculinos frágiles". Desde el principio, pues, el director Sam Levinson —sí, es el hijo de Barry Levinson— se muestra resuelto a convencernos de que su película es muy, muy transgresora. Pero el momento que mejor ilustra esa voluntad llega poco después, cuando un personaje se vuela la tapa de los sesos y Levinson le coloca la cámara directamente detrás de la cabeza para que la metralla de su masa cerebral parezca salpicarnos. Del mismo modo, esta sátira nos lanza a la cara todos sus temas —la angustia 'millennial', los peligros de las redes sociales y el potencial de la sociedad para sumirse en el caos con un solo clic, la ira feminista— y nos pone perdidos con su constante fealdad. Es una película aparentemente entregada a generar el rechazo del espectador, y su eficacia en ese sentido supone su mayor virtud.

No, este no es un relato sutil, y lo demuestra también situándose en Salem, Massachusetts, el mismo lugar donde tuvieron lugar los infaustos juicios por brujería en el siglo XIX. Nos presenta a un grupo de alumnas de instituto que se convierten en el foco de la ira de toda la ciudad cuando un 'hackeo' masivo pone al descubierto las vidas personales, las búsquedas en internet y los historiales de mensajes de texto de la mitad de la población. Primero sale a la luz que el conservador alcalde acostumbra a travestirse y a pagar por compañía masculina, lo que lo lleva a suicidarse en público. Después, el director del instituto es acusado por unas fotos de contenido considerado pedófilo. Y así. Obligadas a defenderse de una multitud sedienta de su sangre, las chicas hacen acopio de armas, se ponen unos chubasqueros rojos y empiezan a librar una guerra. Y las fuerzas del feminismo y los derechos LGBTIQ se alían para aplastar al viejo régimen, reaccionario y palurdo.

placeholder Abra, Hari Nef, Odessa Young y Suki Waterhouse, en 'Nación salvaje'. (Versus)
Abra, Hari Nef, Odessa Young y Suki Waterhouse, en 'Nación salvaje'. (Versus)

Mientras eso sucede, 'Nación salvaje' retrata un mundo suburbano como un infierno de tarados y pervertidos, en el que las chicas se pasan el día bebiendo y haciéndose selfis en bolas y comportándose como el tipo de bicho que todo padre espera que su hija nunca llegue a ser, y en el que quien más quien menos oculta secretos oscuros. Y pese a que el mensaje sobre la falta de privacidad que el siglo XXI trajo consigo resulta inmediatamente obvio, aun así Levinson lo subraya a través de excesos estilísticos que asimismo allanan el terreno para su gran revelación: que revelar las intimidades de la ciudadanía llevaría al colapso social e incluso a una distopía idéntica a la imaginada por la saga 'La noche de las bestias'.

Su intención es ofrecer una representación del empoderamiento femenino que no es sino una expresión extrema de la indignación

Cierto que, al menos sobre el papel, 'Nación salvaje' captura una variedad de ansiedades muy propias del 'Zeitgeist'. Por ejemplo, su intención es ofrecer una representación del empoderamiento femenino que no es sino una expresión extrema de la indignación espoleada por movimientos como el MeToo, y deconstruir los prejuicios machistas que motivan nuestro modo de mirar a la mujer moderna. Sin embargo, Levinson no nos dice nada que no sepamos ya sobre la mentalidad de rebaño o los peligros de la vida 'online', ni explora la desconcertante posibilidad de que todos los seres humanos, incluso los más aparentemente respetables, tengamos algo que ocultar. Prefiere dedicarse a transformar a sus cuatro protagonistas —Lily, Sarah, Bex y Em— en sacrificadas guerreras unidas contra la horda intolerante.

placeholder Cuatro mujeres cabreadas en 'Nación salvaje'. (Versus)
Cuatro mujeres cabreadas en 'Nación salvaje'. (Versus)

La persecución que las chavalas sufren podría haber acarreado más tensión y peso dramático si Levinson hubiera hecho varias cosas de otra manera. Por ejemplo, si no hubiera dedicado tanto tiempo de metraje a dejar claro que sus heroínas son unas cretinas. O si no resultara tan obvia su desesperación por decir cosas realmente importantes sobre la América actual —su histeria, su hipocresía, su adicción a las pantallas, su Donald Trump— y sobre todo en general, y si en el proceso no ninguneara ingredientes narrativos tan básicos como la psicología o el contexto. O si la película en su conjunto no diera la sensación de estar excesivamente convencida de su propia capacidad para provocar, y excesivamente orgullosa de ello. O si, por último, sus intentos de satirizar la misoginia generalizada no se vieran saboteados por la alegría con la que explota aquello que finge condenar.

placeholder Cartel de 'Nación salvaje'.
Cartel de 'Nación salvaje'.

En última instancia, en efecto, 'Nación salvaje' se pavonea de su propio feminismo pero al mismo tiempo adopta una mirada inconfundiblemente viril; todo cuanto en realidad parece interesar a Levinson es erotizar a sus protagonistas vistiéndolas con ropa provocativa y haciéndoles blandir rifles de asalto, y hacernos creer que la estampa resultante es una denuncia contra la cosificación de la mujer e incluso la viva imagen del empoderamiento.

Foto: Finley Hobbins, Nico Farrier y Colin Farrell, en 'Dumbo'. (Disney)
Foto: Amaia Salamanca y Leticia Dolera, en '¿Qué te juegas?'. (A Contracorriente)

Al principio de 'Nación salvaje', una adolescente desganada enumera una lista de asuntos que van a tocarse a lo largo del metraje de la película, como "intentos de violación", "transfobia" o "egos masculinos frágiles". Desde el principio, pues, el director Sam Levinson —sí, es el hijo de Barry Levinson— se muestra resuelto a convencernos de que su película es muy, muy transgresora. Pero el momento que mejor ilustra esa voluntad llega poco después, cuando un personaje se vuela la tapa de los sesos y Levinson le coloca la cámara directamente detrás de la cabeza para que la metralla de su masa cerebral parezca salpicarnos. Del mismo modo, esta sátira nos lanza a la cara todos sus temas —la angustia 'millennial', los peligros de las redes sociales y el potencial de la sociedad para sumirse en el caos con un solo clic, la ira feminista— y nos pone perdidos con su constante fealdad. Es una película aparentemente entregada a generar el rechazo del espectador, y su eficacia en ese sentido supone su mayor virtud.

Críticas de cine Cartelera y estrenos de cine
El redactor recomienda