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'Ant-Man y la Avispa': entretenido vacío cuántico
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'Ant-Man y la Avispa': entretenido vacío cuántico

La enésima entrega de los superhéroes marvelitas, y segunda de ese personaje menor que cambia su tamaño a voluntad, es perfecta para el verano: divertida y hueca

Foto: 'Ant-Man y la Avispa'.
'Ant-Man y la Avispa'.

En su más de un siglo de existencia, la mecánica cuántica ha puesto patas arriba la realidad, permitido que los gatos encerrados en cajas estén vivos y muertos al mismo tiempo, generado innovaciones tecnológicas indistinguibles de la magia, dado de comer a una legión de 'magufos' y charlatanes, como Deepak Chopra, y servido el argumento para una profusa y voraz cultura popular que ha usado y abusado de ella con ventaja. A fin de cuentas —como señaló Feynman—, nadie entiende los cuantos, lo que brinda un salvoconducto a cualquier 'creador' para sazonar con su aura misteriosa cualquier trama que se le ocurra aunque el colapso de la función de onda le suene a trap.

Ant-Man, el más bienhumorado —y menor— superhéroe de Marvel, que ya se solazaba con esta 'física de Sálvame' en su primera entrega con la excusa de poder reducir subatómicamente su tamaño, sigue con la copla en la segunda, que cumple como un entretenido vacío cuántico... Y ya saben que el 'vacío cuántico' no está exactamente 'vacío'. No es que la película 'Ant-Man y la Avispa' no tenga ambiciones, es que maldita la falta que hace con este calor.

Tras el cataclísmico dramón con que nos sacudió 'Vengadores: Infinity War', toca un respiro. ¿Qué había estado haciendo Ant-Man mientras Iron Man, Capi y compañía sudaban sangre contra Thanos? El mediocre director Peyton Reed —mejor sin duda cuando rueda contenido por un gigante estricto como Disney— nos responde: nada. Condenado a un arresto domiciliario que servirá en la película como esa cama a la que los adolescentes deben regresar antes de que sus padres entren a despertarlos tras una noche de increíbles aventuras, el exatracador de bancos y pícaro Scoot Lang pasa los días tocando la batería, leyendo malas novelas y organizándole un inverosímil parque de atracciones casero a su hijita.

placeholder 'Ant-Man y la Avispa'.
'Ant-Man y la Avispa'.

Hasta que Lang debe volver a ponerse el traje de Ant-Man para ayudar al inventor y superhéroe original Hank Pym y a su hija —Avispa, antigua amante de Lang— a rescatar a la mujer/madre de ambos, perdida en 'el reino cuántico'. Y ya. No hay mucho más. Paul Rudd encarna a un Scoot Lang bobalicón sin mucho esfuerzo; Evangeliny Lilly se aburre soberanamente mientras espera que algún Humo Negro venga a devorarla/rescatarla; Michelle Pfeiffer se prodiga poco pero brilla como siempre en el papel de madre rescatada, y Michael Douglas/Hank Pym... en fin, está horrible. Se aprecia claramente que le cabrea figurar en una película a la que solo ha sido invitado para anabolizar los títulos de crédito y ni siquiera es capaz de forzar la sonrisa cuando el resto del elenco lo está pasando bien.

placeholder Cartel de 'Ant-Man y la Avispa'.
Cartel de 'Ant-Man y la Avispa'.

Escenas de acción tan bien armadas como innecesarias, malos de tan poca entidad que es imposible tomárselos en serio, un 'macguffin' con forma de laboratorio encogido sin mayores pretensiones, un romance anoréxico y una nómina de secundarios racializados que sirven la única vis cómica eficaz del filme a golpe, aceptémoslo, de un racismo de baja intensidad camuflado bajo una aparente apología de la diversidad cultural. Atentos especialmente a un Michael Peña muy divertido... Pero tampoco hace falta más, oigan, la peli no es mala y sería incluso buena... si es que 'fuera algo'. Los niños disfrutarán y los mayores pasarán el rato e incluso podrán sestear sin sobresaltos.

Por cierto, ya les habrá llegado que hay dos escenas pos-títulos de crédito. Vean la primera si quieren, pero no se les ocurra aguardar a la segunda. Son 1.000 años de espera para nada.

Foto: 'Ocean's 8'.
Foto: 'No te preocupes, no llegará lejos a pie'.

En su más de un siglo de existencia, la mecánica cuántica ha puesto patas arriba la realidad, permitido que los gatos encerrados en cajas estén vivos y muertos al mismo tiempo, generado innovaciones tecnológicas indistinguibles de la magia, dado de comer a una legión de 'magufos' y charlatanes, como Deepak Chopra, y servido el argumento para una profusa y voraz cultura popular que ha usado y abusado de ella con ventaja. A fin de cuentas —como señaló Feynman—, nadie entiende los cuantos, lo que brinda un salvoconducto a cualquier 'creador' para sazonar con su aura misteriosa cualquier trama que se le ocurra aunque el colapso de la función de onda le suene a trap.

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