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El amor es más complicado que la física para Stephen Hawking
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estreno de 'la teoría del todo'

El amor es más complicado que la física para Stephen Hawking

Llega a las salas el primer biopic sobre el físico Stephen Hawking, 'La teoría del todo', dirigido por James Marsh y una de las favoritas para el Oscar

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En el colegio nos enseñaban las leyes de la física, pero nadie se encargaba de enseñar los principios que rigen el amor. Ningún profesor te preparaba para que no te rompieran el corazón, o para no sentirte atraído por otra persona. Seguramente esto sea de mayor utilidad en la vida cotidiana que saber las Leyes de Newton y de Kepler, pero el caso es que cada uno lo aprende solito y aplica sus propias reglas con más o menos éxito.

Ni siquiera las mentes más privilegiadas de nuestro tiempo han comprendido la lógica detrás del amor. No por ser más inteligente uno aprende más rápido. Que se lo digan a Stephen Hawking, uno de los físicos más importantes, y que se mostró más hábil hablando de agujeros negros y teorías espacio-temporales que junto a su primera mujer, Jane Wilde.

La teoría del todo pasa de contar la infancia del físico, ni tampoco su presente, sino que se centra en un momento muy concreto de su vida. Desde que conoce a la que será su mujer, hasta que decide abandonarla por su cuidadora. Es cierto que este fragmento de más de 30 años incluye los acontecimientos más interesantes, como el diagnóstico de su enfermedad (Esclerosis Lateral Amiotrófica), su deterioro físico y su auge profesional, pero es muy tentador intentar abarcar todo en una película. El mal del biopic siempre amenaza, y este filme se salva apostando por el amor.

Eso le lleva a cometer excesos de azúcar y sentimentalismo, pero sabe compensarlo tratando otros temas, como el contraste entre la religiosidad de Jane y el ateísmo de Stephen, o incluso se atreve a simplificar las teorías de Hawking para explicárselas al espectador con guisantes y zanahorias. Nadie puede entender los principios del físico, pero si se los metemos masticaditos en medio del romancetodo se digiere mejor.

Otro de los éxitos del filme es no caer en la hagiografía. Hawking es una eminencia en su campo, y una persona muy querida, por lo que engrandecerle en una historia 'bigger tan life' era un peligro evidente. Aquí se evita mostrando a un personaje con sus luces y sombras. Capaz de superarse y revolucionar el mundo de la física, pero incapaz de comprender a su esposa.

La teoría del todo aplica eso de que detrás de cada hombre hay una gran mujer, en el caso de Hawking una primera esposa que pensaba que haría feliz al hombre del que estaba enamorada los dos últimos años de su vida y acabó cuidándole y viviendo a su sombra durante casi 30 años.

La vida de Jane es gris,servicial, y en muchas ocasiones triste. Ella confía en que el amor podrá con todo, pero no será así. Un personaje complejo engrandecido en el rostro frágil y expresivo de Felicity Jones, la verdadera estrella del filme.

Es muy difícil no quedar eclipsada por una interpretación y caracterización como la de su compañero Eddie Redmayne (ganador del Globo de Oro y nominado al Oscar por este papel), pero ella no sólo consigue estar a la altura, sino que lo supera. Jones no necesita ‘imitar’ a un personaje real para emocionar al espectadory transmitir un abanico inmenso de sentimientos.

La química entre ambos es maravillosa, y probablemente por ello los errores de un filme más tradicional de lo que debería se diluyen, como ese encuentro en el nombramiento de Stephen Hawking como 'Sir', que es más propio de un telefilme.Menos mal que Marsh se saca de la manga una escena final que, como uno de los agujeros negros de los que hablaba Hawking, traga al espectador y a los personajes y los devuelve al momento en el que fueron felices, de donde nunca quisieron escapar.

La teoría del todo

Dirección: James Marsh

Duración: 123 minutos

Género: Drama

Nacionalidad: EEUU

Intérpretes:Eddie Redmayne, Felicity Jones, Emily Watson, David Thewlis, Charlotte Hope, Charlie Cox

En el colegio nos enseñaban las leyes de la física, pero nadie se encargaba de enseñar los principios que rigen el amor. Ningún profesor te preparaba para que no te rompieran el corazón, o para no sentirte atraído por otra persona. Seguramente esto sea de mayor utilidad en la vida cotidiana que saber las Leyes de Newton y de Kepler, pero el caso es que cada uno lo aprende solito y aplica sus propias reglas con más o menos éxito.

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